lunes, 29 de junio de 2015

Las “virtudes” de Scioli


LA COLUMNA DE LA SEMANA


Las “virtudes” de Scioli

Por Luis Domenianni

¿A qué le teme Daniel Scioli? ¿Qué cosas que no sabemos y Cristina Kirchner sabe, lo impulsan a aparecer como más kirchnerista que el fallecido Néstor Kirchner y más camporista que el propio Máximo Kirchner? ¿O acaso es temor reverencial? ¿Tal vez solo se trate de la costumbre de postrarse siempre?

Lo cierto es que parece incomprensible que, a esta altura, como candidato único del Frente para la Victoria, Scioli se comporte como ultra k cuando necesita votos independientes para ganar la elección.

O no se dio cuenta o nadie le explicó que ya dejó de ser pre candidato para convertirse en candidato.

Fue, por si no reparó en ello, en el preciso momento en que Florencio Randazzo declinó la precandidatura a presidente ante la “democrática” bajada de pulgar de Cristina Kirchner y el amén de kirchneristas y peronistas que jamás cuestionan nada. Algunos porque cobran y otros porque les encanta enajenarse.

Desde ese momento, Scioli debió largarse a conquistar independientes. Y conquistar independientes equivale, no necesariamente a denostar al kirchnerismo. Sí, al menos, a despegarse.

Pero Scioli, invierte los tiempos. Cuando menos falta hace que absorba calcetines k, más se empecina en hacerlo. Como si no fuese suficiente haber aceptado que Carlos Zannini fuese su compañero de fórmula impuesto por Cristina y Máximo Kirchner.

Como si no le alcanzase con hacer el ridículo cuando dijo que fue él quien había sugerido a Cristina Kirchner la candidatura vicepresidencial del ex maoísta Zannini. Ese día Scioli sumó, a su genuflexión habitual, su calidad de mentiroso.

Nadie, pero nadie, ignoraba que el ex motonauta buscaba un gobernador como compañero de fórmula. Su preferido era José Luis Gioja, el gobernador sanjuanino. 

Su segunda opción, tras su claro triunfo en Salta, era Juan Manuel Urtubey. De última, se resignaba al entrerriano Sergio Urribarri, el más k de todos los gobernadores.

Pues no. Le impusieron a Zannini, al controlador del modelo y claro, dijo que sí ¿Qué otra cosa iba a decir? Pero a Scioli no le alcanza con decir que sí. Va más allá. Y negocia. No para elegir un candidato a vicepresidente, sino para que le permitan, le concedan, que diga que Zannini fue su idea.

¿Qué tenemos ahora? Tenemos a Zannini como custodio del modelo. Tenemos a La Cámpora que se quedó con buena parte de las candidaturas a diputados. Y tenemos al ultra k, Scioli.

¿Qué usted cree que una vez llegado al poder, si gana una elección que no está ganada ni mucho menos, Scioli se sacará de encima a todos los k? Entonces usted le adjudica a Scioli una nueva cualidad a las dos que ya posee. Si eso es cierto, además de genuflexo y mentiroso, es traidor.

En cualquier parte del mundo, genuflexión, mentira y traición, son valores negativos. En cualquier parte del mundo sí, en la Argentina k que supimos conseguir, no.

El Ejército

                Ante cualquier duda, sobre lo antedicho, preguntarle al teniente general César Milani. Después de usarlo en la batalla contra la ex SIDE k que dejó de serlo, al teniente general se lo tira a la basura mientras se esparcen rumores de la necesidad de “deshacerse del lastre”.

                Entonces, de golpe, así como así, el kirchnerismo descubre, casualmente, lo que todo el mundo sabía y decía. Que Milani debe responder por la desaparición del conscripto Ledo en Tucumán; que Milani debe enfrentar un juicio por enriquecimiento ilícito y que Milani con su espionaje militar viola las leyes de la democracia.

                No se trata de defender a Milani. Todo lo contrario. Bueno es que este señor vaya para su casa y mejor aún que desfile por los pasillos de tribunales por las causas abiertas en su contra.

                Pero vale la pena hacer tres reflexiones sobre el episodio. La primera corresponde al propio Ejército argentino. No fueron pocos los generales que expresaban su conformidad con la comandancia Milani.

                Algunos porque consiguió algo de material de guerra, luego de años de sequía y de total retraso de la casi nula capacidad combativa del Ejército. Son los que lo apoyaban por razones corporativas.

                Otros porque consiguió algún aumento de salarios y porque, en su afán de copar el Ejército en conjunto con los K -¿Qué cosa no quieren copar los k?-, hizo ascender al grado de general, a cuanto oficial superior daba vueltas por el escalafón.

Hoy, con un Ejército al que se lo convirtió en un aparato inservible, la Argentina cuenta con 55 –cincuenta y cinco- generales en actividad.

Y por último, entre los apoyos a Milani, están los nostálgicos de alguna participación política –cuánto más, mejor- del Ejército.

Como sea, por razones sectoriales, personales o políticas, los oficiales superiores del Ejército no parecen demostrar un alto grado de patriotismo, sino de intereses subalternos.

Claro, que el kirchnerismo puso su grano de arena –en rigor, varios metros cúbicos- para que ello ocurra. Siempre listo para elegir lo peor de cada casa. No obstante, lo de Milani es un problema de la totalidad de la democracia argentina. O nadie lo descubrió en treinta años, o nadie quiso descubrirlo.

¿Cuál fue la razón del despido de Milani? Pues su pretensión de durar más allá de diciembre próximo y, para ello, llevar información de inteligencia a… Daniel Scioli.

Por supuesto que eso es pecado mortal dentro del kirchnerismo. A Scioli no hay que darle nada. Mucho menos, permitirle que tome aire. Total, igual se conforma.

 Pero Scioli no es inocente aunque ponga, sin mucho esfuerzo, cara de “y a mí por qué me miran”-

No es inocente porque, además de genuflexo, mentiroso y eventual traidor, ahora viola las leyes: la de inteligencia y la de defensa de la democracia, al aceptar información de inteligencia de un organismo, el Ejército, que tiene totalmente prohibido llevar adelante labores de inteligencia interna.

Sin arriesgar demasiado, Hebe de Bonafini salió a defender a su querido general. Hizo bien. Al menos por una vez no borró con el codo cuanto escribió con la mano. Quizás, con la declinación inevitable de Cristina Kirchner, llegó la hora de recuperar una milésima parte de la dignidad perdida.

En tal sentido, junto con lo de Bonafini, resulta destacable lo de Florencio Randazzo que se negó a ser funcional a los caprichos presidenciales cuando no aceptó bajar a una candidatura a gobernador bonaerense.

Bonafini y Randazzo conforman muestras cabales del relativismo moral que vive el país. Ambos formaron parte o apoyaron o se beneficiaron de un gobierno corrupto cuya jefa no puede explicar por qué factura una ocupación total en sus hoteles, cuando estos permanecen casi vacíos.

No obstante, por un instante de lealtad, la una, o de dignidad, el otro, no queda otro remedio que valorizarlos. Nunca más cierto aquello de que “en el país de los ciegos, el tuerto es rey”.

Presidente

                Difícilmente Cristina Kirchner resigne su rol público de jefa de lo que sea. Siempre puso de manifiesto una concepción autocrática del poder. Basta una mera frase para comprobarlo.

                Por orden de la propia presidente, los locutores militantes oficiales presentan la sucesión interminable de cadenas nacionales para dejar inaugurado por tercera vez la misma ruta o el kiosco de la esquina con un “habla la president..a de los cuarenta millones de argentinos, doctora Cris….”.

                No es, ni nunca fue la presidente de los cuarenta millones de argentinos. Es la presidente de la Nación o de la República. Ese es su título oficial, con el que debe ser presentada. Lo otro es una deformación que la hace jefa de quién no lo es.

                Digresión aparte, Cristina Kirchner volvió a utilizar la cadena nacional. Esta vez, directamente para hacer campaña proselitista. Sin límites, sin rubor, sin pudor, sin vergüenza…

                Fue en La Pampa, donde apoyó a una fórmula peronista en contra de otra –cadena nacional para hacer interna del PJ- y donde criticó a Mauricio Macri y a Martín Lousteau.

                Nada es aceptable, aunque los argentinos nos hayamos resignado a aceptar todo. Pero, lo de Lousteau fue para alquilar balcones. Por primera vez, en su presidencia, Cristina Kirchner admitió que la resolución 125, aquella que establecía retenciones móviles para las exportaciones de granos y oleaginosas, era errónea.

                Fue un ataque a Lousteau y debió, por tanto, ser un pedido de perdón público al ex vicepresidente Julio Cobos, aquel que se opuso con su voto a la vigencia de aquella resolución.

Como estaban en la provincia de La Pampa que es fronteriza con Mendoza, los k debieron haber peregrinado a la tierra del sol y del buen vino para pedir disculpas. No, claro, no lo hicieron.

                Es que como esta mujer habla para los que están abajo del palco todos dispuestos a vivar cuanta estupidez se diga si proviene de arriba del mismo palco, entonces cree que todo el resto somos tontos, o que padecemos amnesia, o que somos incapaces de reparar en sus ya innumerables contradicciones.

                Respecto de la presidente, más de uno se preguntaba, por estos días, cual fue la razón por la que finalmente no se erigió en candidata a algo. Para algunos fue un rasgo de valentía. Para otros, lo fue de suficiencia. Quienes así opinaban, recordaban la presencia de Zannini en la fórmula presidencial, el reparto de puestos públicos para la Cámpora y su inclusión mayoritaria en las listas de diputados.

                La verdad hay que buscarla por el lado de Amado Boudou.

                Un fuero es una institución que protege a los legisladores de ser juzgados y condenados por cuanto dicen. No por cuanto hacen. Un fuero no equivale a impunidad. Y Boudou es una demostración de ello.

                Ya está procesado y, en la semana que acaba de transcurrir, fue rechazado su último recurso para evitar el juicio oral por la causa de la imprenta Ciccone. Es obvio que, desde lo político, desde el kirchnerismo, a Boudou lo entregaron, comprobación suplementaria que no es un fuero el que lo hacía impune, sino el poder político.

                Pues lo mismo ocurrirá con Cristina Kirchner. No le hace falta un fuero porque no la protege, por ejemplo, contra el blanqueo de dinero en sus hoteles. Le hace falta poder político. Por eso Zannini. Por eso, La Cámpora. Veremos si alcanza.

                Y por eso, los embates contra el Poder Judicial. O se trata del juez Fayt en la Corte Suprema o, como esta semana, se trata de toda una manipulación para controlar la Cámara de Casación Penal, la misma que dejó firme el procesamiento contra Amado Boudou por cohecho y negociaciones incompatibles con la función que desempeñaba.

                Sin duda, es mostrar la hilacha. Si no tengo nada que ocultar, no me importa quién sea el juez que me juzgue. Si en cambio, necesito ocultar mucho o casi todo, es preferible que el juez sea un amigo y, si me debe favores, mejor.

                No es otra la verdadera intencionalidad de los ataques sobre la justicia que salvar el pellejo.

Del estribo

                Varios temas merecen, cuando menos, ser mencionados, sobre el final de esta columna.

                Uno de ellos es la disputa, cada vez más enconada, entre los dos candidatos a gobernador bonaerense por el Frente para la Victoria, Aníbal Fernández y Julián Domínguez. Salvo orden en contrario, los k eligieron a Fernández como su abanderado en la contienda.

                Según una encuesta hecha por un profesional vinculado al peronismo, Aníbal Fernández se sitúa al frente con un 24 por ciento, mientras que su rival interno, Domínguez cosecha un 14. Frente a ellos, aparece María Eugenia Vidal, del Pro, con un 22 por ciento, y Felipe Solá, del Frente Renovador con un 10 por ciento.

                Si los guarismos reflejan la realidad, Domínguez queda demasiado lejos de Fernández, y ambos suman un 38 por ciento, mientras que las dos variantes opositoras acumulan un 32 por ciento. Suma que implica, con algo más de un cinco por ciento que capturen otras fuerzas, cerca de un 25 por ciento de indecisos.

                El dato es trascendente más allá de la provincia de Buenos Aires. Sin en el distrito la diferencia entre oficialismo y oposición es solo de 6 puntos, lejos, muy lejos, está Scioli de ganar la presidencial en primera vuelta.

                Otras encuestas insisten con que un 55 por ciento de la población del país ya tiene un voto decidido en contra de cualquier opción kirchnerista. La unión de ambos datos no resulta para nada propicia para un Scioli que insiste en mostrarse como ultra K.
                El otro tema del estribo es la economía. Las variables forzadamente quietas de los últimos tiempos no duraron hasta la elección. La economía argentina entró en una etapa de posibles convulsiones cuyo dato principal es el “renacimiento” del interés del público por el dólar paralelo.

                Es que en la pobre estrategia de Kicillof, la solución del dólar paralelo, o lo que es mucho más serio y preocupante, el atraso cambiario, pasaba por la “trampita” de los denominados dólares ahorro que el Estado vendía a los particulares para que no dispararan al paralelo.

                El “chiste” de Kicillof costó al país alrededor de 450 millones de dólares mensuales. Y el conjunto de su política suma a la salida, el bajo ingreso de dólares producto de la caída de las exportaciones que obliga a restringir la importación de insumos para la industria y que implica, a su vez, la paralización de buena parte de la industria y el consiguiente perjuicio sobre las fuentes laborales.

                Claro que con eso no alcanza para el irresponsable de Kicillof, sin dudas el peor ministro de Economía de los últimos tiempos. Para mantener una ficción de consumo, el ministro fuerza el gasto público y para financiarlo recurre a la emisión monetaria sin respaldo.

                El todo, un cocktail explosivo al borde del estallido. No en diciembre como pretendían los “astutos”, en el sentido “engañoso” del término, sino ahora.

                Es posible engañar a algunos durante mucho tiempo. Es posible engañar a muchos durante algún tiempo. No es posible engañar a todos, todo el tiempo.


Destacados

Tenemos a Zannini como custodio del modelo. Tenemos a La Cámpora que se quedó con buena parte de las candidaturas a diputados. Y tenemos al ultra k, Scioli.
 
Como sea, por razones sectoriales, personales o políticas, los oficiales superiores del Ejército no parecen demostrar un alto grado de patriotismo, sino de intereses subalternos.

Fue un ataque a Lousteau y debió, por tanto, ser un pedido de perdón público al ex vicepresidente Julio Cobos, aquel que se opuso con su voto a la vigencia de aquella resolución.


Es obvio que, desde lo político, desde el kirchnerismo, a Boudou lo entregaron, comprobación suplementaria que no es un fuero el que lo hacía impune, sino el poder político.

El presente artículo del Sr. Luis Domenianni, es publicada en La Misère Porc, por gentileza de su autor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario