Jueves 12 de Septiembre de 2013
Por Carlos Berro Madero
“Cuando se combinan los efectos de la
tensión decisoria con una sobrecarga sensorial y cognoscitiva, se producen
variadas formas de inadaptación individual. Una respuesta común a la gran
velocidad del cambio, es una negativa lisa y llana, para bloquear inmediatamente
cualquier realidad inoportuna” (Alvin Toffler)
¡Qué duda cabe que a nuestra Presidente le cabe
la reflexión de Toffler como “anillo al dedo”!
Las personas que suelen negar la realidad –por
soberbia, motivos psicológicos insalvables, o lo que fuera-, suelen considerar
que los cambios que se presentan en su vida son siempre “superficiales” y de tal
manera modifican solo algunos aspectos de sus estrategias equivocadas tratando
de sortear el “chubasco”, convencidas que, tarde o temprano, cuanto más cambien
las cosas, más seguirán siendo las mismas para ellos.
Esta actitud genera en muchas personas la
simiente de su propia catástrofe, porque cuando comprueban que los nuevos
acontecimientos han llegado para quedarse, el choque con esta realidad aumenta
la posibilidad de desatar en ellos una crisis vital de consecuencias
imprevisibles.
No estamos de acuerdo con lo que dicen quienes
sostienen que Cristina comprende que le han “picado el boleto”. Por lo
contrario, fiel a su estirpe soberbia y despreciativa por todo lo que la rodea
(y que no haya sido concebido por su mente “excelsa”), se ha recluido en sus
aposentos para mirar la tormenta en soledad.
Hay ciertas “enfermedades del alma” que en
algunas personas no tienen cura. Son personas que no aceptan ni “digieren” los
cambios que puedan poner en jaque las pruebas irrefutables de sus “sentidos
alterados” y juegan habitualmente a la “carta perdedora” sin apercibirse de
ello.
La visión de Cristina sobre la sociedad ha sido
siempre absolutamente regresiva, por lo que sigue aferrada a ciertas “glorias”
del pasado (que nunca existieron en realidad), que hoy podrían definirse como
una nostálgica mirada a un mundo imaginario, inadecuado y totalmente divorciado
de la naturaleza esencial de las cosas.
Aún desesperada, sigue siendo dogmática y resiste
los cambios que se han producido “fuera de su campo visual” –por haber vivido
absorta en cuestiones “fundacionales”-, mientras aparece imprevistamente ante
sus ojos un mundo que siempre estuvo ahí mientras ella, fascinada consigo misma,
saltaba de micrófono en micrófono parloteando sobre realidades inexistentes.
“Cuanto más niega el individuo, más
automáticamente vuelve a los hábitos y políticas del pasado, más simplifica
desesperadamente todo, más inadecuadas son sus reacciones a la novedad y a las
opciones que llueven sobre su vida y tanto más errático e inestable es su
comportamiento” asegura Toffler.
La apatía y la mirada algo perdida que exhibe la
Presidente en estos días, no debe engañarnos. Por dentro sigue creyendo que lo
que le está ocurriendo a ella, que se considera a sí misma como la reina del
“glamour” político, es que debe afrontar un leve chaparrón de verano.
Mientras tanto, la vemos “distribuir” sus
preferencias en forma inorgánica y “graciosa” entre funcionarios que la seguían
sin chistar cuando sus órdenes no se discutían. En este momento, cada uno de
ellos “interpreta” una partitura que “puede ser una cosa, pero también la
otra”.
Hay que prepararse para el daño que terminará
produciéndose en el ánimo de Cristina cuando compruebe, amargamente, que la
llovizna es en realidad una tormenta y que deberá salir de su encierro para
buscar un refugio más seguro.
De algún modo, estamos seguros que ella piensa
internamente que quienes la rodean “se han vuelto locos” de alguna manera,
porque no entienden que su fe está basada en una convicción que ella siente no
fallará: “cuando pase el invierno, estaremos todos como entonces”.
La República está perdiendo a su indeseado
timonel y alguien tendrá que hacerse cargo de su aislamiento y negación, que le
cierra al gobierno la posibilidad de encontrar una puerta de salida
“decorosa”.
Eso es lo que ocurre. Todo lo demás pertenece al
mundo de los eufemismos. Esa droga a la que recurrimos con frecuencia los seres
humanos para aludir a lo que no queremos afrontar.
Muy probablemente, el 27 de octubre sobrevendrá
el segundo “sopapo” y ese sí desatará un cataclismo de imprevisibles
consecuencias. Será la confirmación de que las PASO no fueron un simple
pasatiempo para gente distraída, como las encuestas de opinión pública ya lo
confirman.

No hay comentarios:
Publicar un comentario