domingo, 22 de septiembre de 2013

La gobernabilidad después de octubre, el nuevo problema





septiembre 22, 2013


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Pocas veces en la historia una campaña electoral concitó una atención tan baja en la opinión pública. En la provincia de Buenos Aires, que cuenta con el 40% de los votantes del país, las primarias del 11 de agosto tuvieron el mismo efecto de anticipación que las del 2011 para todo el país. El éxito de Sergio Massa marcó la tendencia para la elección general, igual que el 51% de Cristina en agosto del 2011 convirtió en un simple trámite las presidenciales del 23 de octubre.

 Es decir que la diferencia en las primarias, cuando es importante, tiende a consolidar una diferencia que se vuelve irreversible. De algún modo, también los buenos resultados en las primarias de Santa Fe y Capital de Hermes Binner y Gabriela Michetti están haciendo que la brecha a favor del Socialismo y el PRO vaya aumentando, mientras se instala que la discordia en UNEN entre Elisa Carrió, Solanas y la UCR sólo promete una rápida extinción de esta alianza. A todo esto, el gobierno, con sus gestos más que con sus palabras, parece haber asumido su inminente derrota. La presidente ya no habla de las elecciones y su proselitismo es cada vez más light. Cuando en el 2009 el Frente para la Victoria fue derrotado por Francisco de Narváez, Néstor Kirchner, cabeza entonces de la lista para diputados nacionales, tuvo dos reacciones.

 Por un lado, acusó a los intendentes “traidores” que habían jugado doble pero también se hizo cargo del tema, anunciando que renunciaba a la conducción del PJ, renuncia que, fiel a su estilo, jamás hizo efectiva. ¿A quién culpará ahora CFK por la derrota? Habría que descartar que la influencia del pontificado de Francisco sobre ella haya llegado al punto de convencerla de hacer un mea culpa. Más bien sus antecedentes indican que arremetaría sobre todo contra los intendentes del conurbano que están negociando con Massa en la semioscuridad. El otro blanco, elegido por el ultracristinismo, sería Daniel Scioli, por haber fallado en su misión de recuperar votos. Esto, excepto que la decisión sea preservar al gobernador por si se convierte en la ultima esperanza electoral. En sintonía con este reparto de culpas, el gobierno ratificaría los lineamientos de su actual política económica. Es decir, continuidad del cepo cambiario, con emisión e inflación altas.

El nuevo punto central de la agenda política es si la derrota oficialista y la probable migración masiva de cada vez más legisladores a las filas del Frente Renovador puede afectar -y en que medida- a la gobernabilidad.

Malabarismos en el Congreso

 

Desde que el triunfo del intendente de Tigre en las primarias se hizo evidente, la presidente abrió el paraguas y empezó a desactivar, por ejemplo, su confrontación con la justicia. En las últimas semanas, el kirchnerismo demostró una vez su extrema volubilidad política y se olvidó de que su razón de ser era la democratización de la justicia, al punto que el tema ya ni siquiera figura en la prédica presidencial. Este pacto de no agresión con la Corte Suprema podría tener fecha de vencimiento para las elecciones. Después, la Corte deberá fallar en la causa sobre la aplicación de la ley de medios que involucra al Grupo Clarín y las hostilidades podrían recomenzar.

El riesgo de gobernabilidad por perdida de control del Congreso es un problema bastante más complejo. La principal amenaza para el gobierno es que se forme una mayoría transitoria que derogue la leyes de emergencia económica, la reforma judicial o la ultima reforma del Consejo de la Magistratura. No solo podría aumentar la sangría de diputados nacionales que ya dejó al bloque del Frente para la Victoria sin quórum propio sino que en el Senado se esta gestando un bloque massista con Juan Carlos Romero, Carlos Verna y Roxana Latorre entre otros. La contraofensiva del oficialismo para no perder el control parece tener ahora dos ejes.
 
 Por un lado, el gobierno impulsaría la formación de varios bloques pequeños de aliados, como ya se vio esta semana con la constitución en Diputados de la bancada Compromiso Federal, de los Rodríguez Saa. Pero la jugada más importante sería un pacto gobernabilidad con la UCR y el Socialismo. Estos se ocuparían para empezar de bloquear cualquier intento de defenestrar a fin de año a Julián Domínguez de la presidencia de la Cámara de Diputados. Y si la Suprema Corte de los EEUU no acepta la apelación contra el fallo que favorece a los holdouts, podría llegarse a un nuevo default técnico y entonces el gobierno convocaría a la oposición para enfrentar la crisis con los fondos buitre. La realidad es que la cúpula radical aspiraría a encabezar una alianza de centro izquierda que le permita ganar las elecciones del 2015, es decir una versión tal ve mejorada de la alianza que llevó a Fernando de la Rúa al poder en el ‘99.
 
Un cristinismo debilitado en el poder, sería tal vez el adversario ideal para los radicales, ya que Scioli, en caso de ser candidato, debería cargar sobre sus espaldas con la pesada cruz de la década ganada. En cambio el juvenil Massa que promete dar vuelta la página y dejar atrás el pasado, tal vez conduciría al peronismo a una nueva saga. Asi las cosas los radicales estarían tanto o más interesados que CFK en frenar el crecimiento de Massa y en facilitarle a Cristina las muletas que le permitirían llegar al 2015, sobre todo teniendo en cuenta que aquel también se nutre de dirigentes radicales que abandonan las filas del centenario partido.
 
En este juego de la gobernabilidad, el PRO tendrá a partir de diciembre un mayor protagonismo, ya que por primera vez contará con un bloque propio de senadores nacionales con Gabriela Michetti y Diego Santilli. El gobierno también esperaría del macrismo apoyo para la gobernabilidad. Es que si Cristina tambalea, la ola renovadora en el peronismo podría achicar el espacio del jefe de gobierno para mantener en pie su candidatura presidencial.

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