domingo, 12 de enero de 2020

Tenemos una clase política nefasta








11 enero,2020


Tenemos una clase política nefasta





Por  Rubén Lasagno

Una vez más queda demostrado que en este país la clase política es la base de nuestros males como sociedad. Una vez más se juntaron para actuar en contra de la clase media, la clase baja, la producción, el trabajo y tramitaron un salvoconducto para ellos, excluyendo a los ex presidentes, ministros, embajadores, diplomáticos, jueces y fiscales del congelamiento de jubilaciones, que como casta especial en un país “devastado”, se guardan en una isla que les permiten no ser igual a todos los mortales, resguardarse de cualquier “esfuerzo” y por supuesto no son parte del sacrificio que los demás ciudadano de segunda del país debemos hacer por imperio, capricho y decisión del presidente kirchnerista electo.


Como si esto fuera poco, hay que escuchar a la máxima autoridad del país, sentado ante un periodista negando lo obvio, haciendo del congelamiento brutal de las jubilaciones mínimas una cuestión semántica para que parezca otra cosa, tomando a la población de estúpida y pretendiendo que no nos damos cuenta cuando al bolsillo de cualquier abuelo no le van a aumentar un solo peso en 180 días y lo tratan de disimular con un “bono contribución” de 5 mil pesos en diciembre y otro en enero, después de haber quitado la cláusula de indexaciòn salarial por inflación, que hubiera correspondido dejar. Claro, con ese índice Alberto no puede redireccionar fondos para el FMI de quien habló pestes antes y ahora acaricia como manso gatito. Sin embargo y a pesar del ajustazo nacional, las jubilaciones congeladas, el beneficio irrestricto las empresas mineras y todas las miserias que re-instaló el kirchnerismo, no veo a los tirapiedras de la izquierda, los “desocupados” de Grabois, el PO, el MST, el MOP, el PO, el FIT, el FOL (Frente de Organización de Lucha), Bloque Piquetero Nacional, Frente Popular Darío Santillán, Barrios de Pie, Los Sin Tierras, Libres del Sur y el aporte humano de La Matanza, entre otros municipios K, cortando calles, autopistas, gritando en el obelisco o lo que es mejor aún, ni siquiera manifestándose pacíficamente (no como hacen ellos) afuera del Congreso cuando le dieron el Ok a este nuevo asalto al bolsillo y el empobrecimiento de la Argentina, ni tampoco vimos a la CTA, ATE, Suteba y Cia en provincia de Buenos Aires cuando ayer kicillof aumentó un 75% los impuestos, afectando a todos por igual y mayormente a la clase menos pudiente. Obvio, está claro que por mucho menos a Macri le calentaban los motores del helicóptero. Eso deja una sola y comprobable verdad: quienes son golpistas, destituyentes y antidemocráticos, son aquellos que antes rompían todo y hoy con un gobierno K, toleran todo. Es el kirchnerismo, una parte del peronismo y la izquierda vernácula, afín a quienes dicen que volvieron para ser mejor.


La clase política en Argentina es nefasta y quizás deban pasar varias generaciones para que se depure la democracia y se transparenten las instituciones, entre ellas los partidos políticos. Hoy el oficialismo y la oposición son lo mismo. Robó el peronismo, robó el kirchnerismo, robó el macrismo y no robó la izquierda porque nunca estuvo en el poder y ahora asumen quienes nos han robado antes y vienen por más. El problema, como dije en otras oportunidades no son ellos, somos nosotros como sociedad. En tanto no cambie la moral de hombre medio y se deje de medir a los candidatos por lo que dicen en vez de por lo que son, han hecho y hacen, seguiremos teniendo políticos de baja intensidad y peor calidad, hombres sin convicciones, rentados públicos, tránsfugas que no dudan en travestirse para lograr un carguito y una sarta de oportunistas que redimiendo a Gaucho Marx te explican que si no estás de acuerdo con sus principio, tienen otros para sustituírlos. Gente acomodaticia que buscan el interés propio y familiar y dejan las convicciones y las ideologías colgadas en el perchero sin el mínimo atisbo de vergüenza.

Victoria Donda, Fernando “Pino” Solanas, Sergio Massa, Alberto Fernández, Felipe Solá, Miguel Ángel Pichetto, Eduardo Duhalde, etc, solo por recordar algunos más conocidos, son un clásico de la especulación y “la panquequeada” política. Nadie resume una idea, un plan o un proyecto. La oposición solo busca acercarse al poder, independientemente de los medios que utilice. En ese camino algunos venden sus almas al diablo y otros desensillan y esperan su oportunidad. Los que llegan al gobierno mienten descaradamente en campaña, incumplen todo y además hacen mucho más estrago que lo previsto, así lo hizo Mauricio Macri y los reeditó Alberto Fernández y como si fuera poco, le cambian el nombre al ajuste y al impuestazo para endulzar los oídos de aquellos que tienen dominados con mentiras y relato.


Todos estos conceptos los podemos trasladar a nivel provincial y/o municipal. No existe en el país una clase política empática, preparada, solidaria y dispuesta a servir. Los gobiernos o cargos políticos a los cuales acceden, son bastiones de becas para familiares y amigos o negociados de los más turbios y oscuros ya sea con la plata del Estado o a través del uso del propio estado para generar negocios propios que los enriquezcan o bien, cuando son oposición, les ayude a cambiar figuritas con quien en ese momento tiene el poder. Así lo hemos vivido estos días con la famosa “Ley Solidaria” y el impuestazo de Kicillof. Ambos engendros que arruinan a los jubilados, a la clase media y menos pudiente, fueron resistidos al principio por la oposición, pero no por ser confiscatorios del trabajo y la producción de la mayoría o en beneficio del país, sino porque no les cerraban los beneficios que “los opositores” pretendían obtener. Cuando se pusieron de acuerdo en esto, le dieron luz verde a los superpoderes, al impuestazo y al ajuste brutal que llevaron a cabo y aprobaron en solo un día.


Si no hay cambio de actitud, de mentalidad y de hombres, Argentina no tiene destino. Es un cambio cultural y de conciencia que necesitamos. No importan los nombres, los partidos o quien llegue al poder, si seguimos alabando la cleptocracia, el populismo barato (muy caro económicamente) y permitimos que los politiqueros y charlatanes, nos sigan prometiendo cosas que no cumplen o haciendo lo contrario de lo que nos dijeron, estamos facilitando la burla y el uso y abuso de nuestra buena fe. El pueblo, la sociedad, es la única que puede impulsar un cambio real, fuerte y concreto. Para eso necesitamos ser nuestros propios autorreguladores; los que acepten, seleccionen o expulsen a la clase dirigente corrupta. De no ser así, quedará cada vez más lejos aquella frase histórica de Duhalde cuando dijo que Argentina “estaba condenada al éxito”. Condenada está, pero por este camino el éxito es una utopía.

(Agencia OPI Santa Cruz)

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