lunes, 6 de mayo de 2013

Represores y reprimidos

Emitido en Radio Mitre


Buenos Aires, 26 de abril de 2013 - Es curiosa la deriva que ha tenido entre nosotros la palabra represión. Hablo del sustantivo represión y, para ser más puntual, del verbo reprimir, naturalmente de la misma familia.




Se usa de una manera desordenada y, sobre todo, arbitraria. Por ejemplo, esta semana vimos por televisión cómo un funcionario del Estado argentino, absolutamente descontrolado, mientras caminaba sin ton ni son en medio de una asamblea corporativa y hacía que hablaba por teléfono, le ordenaba a un estupefacto suboficial de la Policía Federal, que no atinaba a reaccionar, que interviniera. Que interviniera, decía, porque se le estaba faltando el respeto al teóricamente inerme viceministro de Economía, Axel Kicillof. Efectivamente, lo que sucedió en oportunidad de la junta de accionistas del Grupo Clarín, es uno de los episodios más descomunales que se han podido ver por televisión y se han escuchado por radio en muchos años.
El Estado argentino, como producto de la confiscación de las AFJP, se quedó con paquetes accionarios variados en diferentes empresas privadas. Estas acciones eran parte del capital de esas AFJP privadas en diversas empresas.
En el Grupo Clarín hay, como en otros emprendimientos económicos, acciones minoritarias en manos de privados. Esa condición minoritaria fue heredada luego por el Estado dentro del propio Grupo Clarín. Sin embargo, cuando Guillermo Moreno habla del Estado, dice “nosotros”, “Nosotros tenemos, nosotros hacemos, nosotros vamos a hacer, nosotros queremos”.
Se presentó Moreno, en consecuencia, al estilo grupo comando, como si fuera una de esas milicias de la década del Setenta, solo que por esta vez no están armados, acompañado de dos personajes que merecen ser mencionados: Kicillof y el frustrado candidato a Procurador General de la Nación (bochado por mediocre, anodino y por sus imposturas imposturas), Daniel Reposo.
Lo interesante del episodio, que debe ser analizado con mucho detenimiento, es la permanente convocatoria que hacía Moreno de la Policía Federal. “llamen al comisario, que intervenga la Policía”, decía. Nadie entendía por qué debía “intervenir” la Policía, pero él la convocaba. Es un estilo parecido al de Andrés “Cuervo” Larroque cuando le hizo una pregunta un periodista de Canal 7, Juan Miceli, a quien le ordenó que lo vaya a ver después de terminar el noticiero. Es un estilo cuartelero, también hay que decirlo, una manera de impartir órdenes. Pero, sobre todo, es un modo concreto y sincero de creer en las bondades de la represión, la misma represión que se sataniza, estigmatiza y a que se atribuye tener carácter permanente o ser rasgo primordial de la llamada “derecha”. La derecha reprime, el progresismo ordena. Ahora, el que llamó a la Policía es Guillermo Moreno.
Los episodios del viernes 26 de abril hoy en el predio cercano al Hospital Borda no están del todo claros. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ha dado una serie de explicaciones que deben ser atendidas. No digo creídas, sino atendidas. Pero es llamativo cómo desde ciertos ámbitos periodísticos se habla con ligereza de represión. Es la misma ligereza que se utiliza en los mismos ámbitos supuestamente independientes, cuando denominan al Canal 7 “televisión pública”, a sabiendas de que si algo no es público en la Argentina es el Canal 7. Porque ni el Canal 7 es televisión pública ni Radio Nacional es una radio pública. No lo son en un sentido estricto, porque no son ámbitos diferenciados del aparato gubernamental. Son la radio oficial y el canal oficial, medios que dependen de manera directa, ya ni siquiera de la Casa Rosada, sino del buró político de La Cámpora. Sin embargo, con enorme inocencia y gran ingenuidad, estos medios independientes insisten en llamar “televisión pública” a lo que debería ser, a secas, Canal 7 o, en el mejor de los casos, televisión gubernamental.
De la misma manera se habla de represión. En cada oportunidad en la que es necesario proceder con el auxilio de la fuerza pública, se utiliza desmesuradamente y sin ningún tipo de acotamiento el concepto de represión. Lo que me interesa, en todo caso, discutir, o al menos ventilar públicamente, es a qué llamamos represión en un estado que se presume de derecho. ¿La Argentina es un estado de derecho? Si somos un estado de derecho, ¿hay garantías? Si existen las garantías consagradas por la Constitución, y si éstas deben ser cumplidas, ¿cómo se llaman las acciones de los auxiliares de la Justicia cuando necesitan hacer valer ese estado de derecho, cada vez que es transgredido, violado, toqueteado o mancillado?
Cuando hay una ocupación ilegal, una usurpación, un impedimento para la libre circulación de las personas garantizada por la Constitución Nacional, ¿cómo se llama al accionar de la fuerza pública cuando tiene que asegurar que esa garantía sea cumplida? ¿Con qué rigor, minuciosidad y pertinencia se utiliza el verbo reprimir?
En el curso de los incidentes de este viernes 26, hubo personas encapuchadas que atacaron a la fuerza pública y hubo violencia. Cuando este tipo de episodios acontecen en países o sociedades influidas por el pensamiento políticamente correcto, según el cual solamente reprime la derecha, mientras que la izquierda nunca es represora, salta automáticamente la denuncia contra la represión. Pero en la Argentina deberíamos pensar, de una buena vez por todas, que es necesario hacer un examen de conciencia para recuperar el sentido del verbo reprimir. En verdad, también reprime la Policía cuando enfrenta un episodio delictivo al que debr confrontar. ¿Alguien hablaría de represión de los genocidas? ¿De represión de los ladrones? ¿O de represión de los infractores? Esto habla de un proceso que se vive en la Argentina, en curso hace ya muchos años, una larga década.
Sin dudas, en la Argentina el verbo reprimir fue mucho más que un verbo. Todo debe ser dicho. En la Argentina se reprimió durante años, de manera masiva, regular y sistemática. En muchas ocasiones, esa represión policial, de las fuerzas de seguridad y hasta de las fuerzas armadas, derivó, no solo de una orientación ideológica autoritaria y reaccionaria, sino que incluso, en muchas oportunidades, fue producto de pura incompetencia, de una bestial torpeza por no saber cómo manejar el orden público sin disparar balas.
Hemos tenido una cuota muy importante de tragedias y de crímenes provocados por esa represión. De esto no se deriva ni implica que todo acto de asegurar el estado de derecho y el cumplimiento de las garantías para todos tenga que ser automáticamente llamado represión. Ahora, quienes hablan de represión deberían reflexionar sobre lo que vimos en la asamblea del Grupo Clarín. Si el accionar de ese secretario de Comercio Interior, al que miraba un estupefacto, anonadado y empequeñecido Kicillof, pidiendo que interviniera la Policía, no es represión, ¿cómo se lo llama?
©pepeeliaschev

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