sábado, 25 de mayo de 2013

Dos cosas: la intimidad y las armas

OPI Santa Cruz

Organización Periodística Independiente
Rí­o Gallegos, Santa Cruz, Argentina.


Por: Rubén Lasagno


En la vorágine de noticias, novedades y momentos que se han vivido estos días alrededor del caso Báez, se ha vulnerado un principio básico: la intimidad familiar, hecho que no constituye una autocrítica, porque el periodismo fue invitado por el propio empresario a recorrer sus casas, sucede que, indudablemente, la iniciativa marca un signo de la desesperación que tiene por blanquear “su verdad” y que el tsunami pase lo más pronto posible. El error, convirtió un hecho reivindicativo en un acto humillante. El otro peligro, es la interpretación que hacen algunos sectores de la prensa, sobre las armas que aparecen fotografiadas, al momento de la evacuación de dinero y papeles en la casa quinta de Lázaro. (Por: Rubén Lasagno)




Más allá de lo estrictamente periodístico, que sin duda resultó un boom por la novedad que significaba traspasar los pesados portales de la misteriosa “chacra” de Lázaro, en lo personal creo que el empresario no tenía necesidad de someterse a semejante humillación, permitiendo que personas absolutamente ajenas a su entorno invadieran su intimidad, a tal punto de abrir el dormitorio y lo que es peor, llevar a todos a su casa familiar de calle Villarino, donde – además – su madre se encuentra postrada.

Personalmente entiendo que Báez, independientemente de si debía o no, demostrar algo, no consiguió su propósito, que fue “aclararle a todos que nada esconde” y por el contrario se autoflageló ante la sociedad ávida del morbo que representa traspasar las puertas de sus dominios. Es que su mundo, fue un ámbito por años vedados a los ojos de los vecinos que los domingos circundaban su chacra, como quien desea un fruto prohibido, elucubrando las más retorcidas historias, alimentadas, precisamente, por el silencio forzado y el misterio alentado desde el mismo Báez y su entorno.

Sin embargo, en las últimas dos jornadas, contrariamente a lo que le aconsejaron a Báez, fue contraproducente para él mostrarse visiblemente abatido, amargado, contradictorio, vacilante y solo, oficiando de guía turístico dentro de su propiedad y más aún, acompañando a desconocidos a recorrer la intimidad de su casa de familia en el Barrio Jardín, atestando las angostas escaleras de madera, de curiosos que finalmente descubrían como vive un hombre del poder, filmando y fotografiando todo a su paso. Si bien es cierto que fue el empresario quien tuvo la iniciativa y nadie lo obligó a hacerlo (excepto las circunstancias) me pareció bastante humillante y violatorio, para alguien que por tantos años mereció el mote de “intocable” en la era K.

Insisto en que los periodistas hicieron bien su trabajo, porque la función del hombre de prensa es contar lo que ve y en esta coyuntura, la bóveda de la chacra de Báez era “el mito”, que para desgracia del empresario, le resultó más nocivo mostrarla por dentro que prolongar su misterio y esperar la decisión de que la justicia allane (algo que remotamente podría ocurrir en Santa Cruz). La jugada, le permite a Jorge Lanata establecer comparaciones, realizar montaje de imágenes y reproducir pruebas. Es evidente que en la cava “hubo algo” y haber hecho pública la vinoteca, no le resultó favorable a Lázaro. Si el precio de la humillación era ese, lamentablemente, no logró el objetivo y actuó en contra de sí mismo.

Nos consta que cuando ingresaron a la casa de calle Villarino, principalmente todas las periodistas mujeres que componían el grupo, consideraron que eso “ya era exagerado y no correspondía seguir inmiscuyéndose en la intimidad de la familia, lo cual, a esas alturas, no significaba ningún aporte para el objeto periodístico que se perseguía.

Otro capítulo de esta historia, que quiero abordar, ante las reiteradas llamadas que hemos recibido de medios nacionales echando un halo de misterio y sospechas sobre las armas, que de acuerdo a las fotografías de Lanata, habrían sacado de la casa quinta, pretendo desmitificar definitivamente algo que si se alimenta con sospechas y suspicacias, puede desembocar en una gran mentira y en una argumentación falaz de algún medio nacional, especialmente aquellos que no destacan periodistas en Río Gallegos y se valen del copy paste y mucho de la especulación y el sensacionalismo, en la seguridad de que en este momento, cualquier cosa que se diga, siembra la duda y sirve de argumentación para cualquier fantasía, dado que la mayor fantasía que revoloteaba al kirchnerismo hasta el momento: las bóvedas donde esconde la plata, es una verdad consumada. Si tanta especulación sobre este tema resultó positiva ¿Por qué no habría de serlo, cualquier otro tipo de hipótesis sobre, en este caso, la existencia de armas en la chacra del empresario?.

Algunos de los que nos consultaron, pretendían establecer una relación entre la férrea seguridad que Lázaro ha mantenido alrededor de sus propiedades, con efectivos de la policía en algunas épocas y la idea de que las armas responderían a la necesidad de abastecer a una especie de ejército propio. Nada más alejado de la realidad.

Me consta, porque conozco personas comunes con Báez, que las armas y municiones que posee el empresario son de alta gama, legítimamente declaradas y constituyen parte de una colección de alguien a quien le gustan “los fierros” y posee el dinero para comprarlas. De ninguna manera se trata de armas que puedan ser utilizadas en tareas de seguridad, pues se componen de fusiles de precisión, como el TRG Sako que ilustra esta nota, escopetas y otras armas similares, de muy alto precio.

Además de ser un Legítimo Usuario desde hace muchos años, Báez utiliza estas armas, generalmente, cuando van (él y/o los hijos) a los campos de su propiedad, inclusive en algunas fotos de Factbook, se ha visto a Martín Báez, en una de sus estancias, disparando con un fusil Sako, que tiene un valor aproximado a los 5 mil dólares.

Esta aclaración la hacemos en honor a la verdad y por entender que una cosa nada tiene que ver con la otra, en este caso, las armas con la existencia de valores, dinero o documentación comprometedora guardada en bóvedas en la casa quinta; y hasta podríamos agregar que si acaso existiera una caja de seguridad (obviamente de tamaño más reducido que la bóveda que se denuncia) podría estar justificada, porque cualquier legítimo usuario que posea 10 armas o más y su respectiva munición, está obligado por ley a poseer un lugar seguro (armero, caja fuerte o bóveda empotrada) con las debidas protecciones (llaves de combinación, puertas reforzadas, alarmas etc) para guardar el armamento y dicho lugar puede ser inspeccionado sin previo aviso, por las autoridades del RENAR.

Todo esto que decimos no es en defensa de Báez, sino en defensa de la verdad, a la hora de entender que no es todo lo mismo y es bueno saber establecer las diferencias para lograr la mayor objetividad en nuestro trabajo diario.

(Agencia OPI Santa Cruz)

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