viernes, 3 de enero de 2020

La columna de los sábados

Clarín


04/01/2020 - 0:05


La columna de los sábados
Irán, la Argentina, EE.UU.: lo siniestro, la sangre y la infamia


Las carambolas de la historia y decisiones políticas instalaron a Evo Morales en la Argentina.



"El fiscal, la presidenta y el espía", la serie documental
de Netflix sobre la muerte de Alberto Nisman



  Miguel Wiñazki
                                                La columna de los sábados



Hay algo siniestro que no se aparta de la Argentina. O, al revés, la sociedad convive con lo siniestro, de pronto y por propia elección. Hay una zona funesta, retrógrada y violenta que serpentea patriotera y que retorna con ínfulas de victoria.


La galería de personajes truculentos que trabajaron para sellar un pacto aciago con Irán durante el gobierno de Cristina Fernández 
reapareció  en un documental equidistante de toda posición ideológica, que vuelve sobre el misterio mayúsculo que rodea a la muerte del fiscal Alberto Nisman​.

La venenosa red pro iraní argentina configuró, con venia gubernamental, un aparato reptiloide y paraestatal de influyentes instrumentados para acercar a Teherán con Buenos Aires, como si Hezbollah ​no hubiera sido una de las milicias imperiales del régimen persa que diseñó y ejecutó el atentado impune contra la AMIA en 1994.

Irán tejió lazos con un amigo del gobierno actual: Evo Morales. Mahmud Ahmadinejad, el ex presidente iraní visitó varias veces La Paz desde 2007 en adelante. Morales recíprocamente visitaba Teherán. Evo cortó relaciones con Israel. Se configuró un eje unido por dinero descontrolado y circulante entre Teherán, Buenos Aires, La Paz y Caracas.


El narcotráfico permea Bolivia y Venezuela y abre senderos en este país.

Las carambolas de la historia y el decisionismo político ideologizado instalaron a Evo Morales ahora mismo en la Argentina.

Y ayer, Donald Trump ordenó el ataque contra el temido comandante militar persa Qasem Soleimani​. Lo liquidaron desde un drone. Los Estados Unidos endurecerán sus relaciones con los aliados, o con los aliadófilos de la teocracia chiíta.


Aquí, persiste ese extraño remolino que arman los juegos de lenguaje para formular teorías agradables al oído de la cobardía bienpensante que pasa por alto las complejidades de la realidad efectiva.

Hay una ignorancia encubierta por elucubraciones abstractas. Abundan los analistas de torres de marfil latinoamericanistas y solidarios distantes ellos de toda pobreza real. Mientras pontifican no sabemos qué sucedió con el disparo en la cabeza del fiscal Alberto Nisman.

Priorizamos conclusiones interesadas antes de analizar lo que ocurrió. Vivimos bajo el imperio enceguecedor de la Noticia Deseada, aquella que se sostiene sin evidencia, que se propaga por oportunismo político, que cambia en el aire cuando gira el viento, pero que no permite resolver problemas verdaderos.

La sangre de Alberto Nisman, no incentivó la irrupción de la verdad. Al contrario, se propició el internismo, la contradicción, la eclosión de los intereses creados, los artilugios míseros del poder. Se abrieron otra vez las puertas del sinsentido de la impunidad.

Se escuchó decir a Nisman literalmente y a micrófono abierto: “El personal de la Secretaría de Inteligencia que responde a Cristina Kirchner actúa prácticamente como un agente iraní. Le informa a los iraníes todo lo que ocurre en la causa”.

Otros, claro, desdicen al fiscal muerto.

Pero Irán estuvo entre nosotros. Algunos pretenden que esa imbricación persa, tan alocada como riesgosa, continúe.


“El fiscal, la presidente y el espía”, el documental, es un espejo de las ciénagas. Un recordatorio de las acechanzas que se incuban en huevos de alimañas listas para morder.

El comienzo es impresionante. Sara Garfunkel, la madre de Alberto Nisman llama al servicio de emergencias. Su voz es neutra, resignada. Pide una ambulancia, le preguntan para qué. Responde, monocorde , que es para su hijo que “está muerto”.

Los muertos no hablan y a la vez hablan. Y tras la muerte los acontecimientos no se detienen. Tras los atentados contra las Twins Towers los Estados Unidos actuaron. Invadieron Irak. Luego, ahorcaron a Saddam Hussein, y más tarde buscaron y asesinaron a Bin Laden. Ojo por ojo. Ahora, un preciso misil de Trump mató al guerrero jefe de los ejércitos iraníes. Y los persas habrán de reaccionar. Y Argentina, recibirá probablemente un coletazo en su negociación por la deuda.

El dominó nunca cesa. Y las piezas argentinas de ese tablero sísmico navegan entre enigmas.


Argentina no fue imparcial. Jugó para Irán. ¿Y ahora con quien vamos a jugar?

Se ha afirmado que la mayor perjudicada por la muerte de Nisman ha sido Cristina Kirchner. Es cierto en parte. Nadie pudo escuchar lo que iba a decir Nisman ante el Congreso. Falleció horas antes de hablar. Tal vez sus dichos, los que Nisman pensaba expresar, la hubieran perjudicado aún más, y entonces su silencio obligado resultó ser un mal menor. No es posible ya saberlo.

La presidente de entonces es hoy la vicepresidente en ejercicio.

La trama iraní también pudo haberse beneficiado con el violento mutismo del fiscal.

Pero muertos y enterrados y silentes, los difuntos continúan a veces perforando el aire de los vivos.

Nisman con un tiro en la cabeza sigue interpelando a la Argentina.

El disparo no le cortó la lengua.



Dibujo de Alberto Nisman por por Hermenegildo Sabat.

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