miércoles, 8 de enero de 2020

De mitos, símbolos y mártires.








08/01/2020


De mitos, símbolos y mártires.



Por  María Lilia Genta



Si hay un personaje de la política mundial con el que coincido a menudo, es Donald Trump. Entiendo que el pueblo norteamericano, en buena parte, le esté más que agradecido: empleo para todos, las grandes empresas a casita (a dar empleo justamente); se acabó que vayan a otros países por “mano de obra barata”. Su proteccionismo (nuevo nombre del nacionalismo) lo quisiera para nuestra Argentina. Ni que decir sus posiciones frente al globalismo, el ecologismo, el aborto, la ideología de género y otras yerbas.

Pero me veo obligada a decir que la muerte del General iraní Soleimani me crea dudas. Este hombre no era una figura tragicómica y grotesca como Sadam Hussein sino todo lo contrario. Severa estampa de militar, ninguna estridencia en sus gestos y sí mucha contundencia. Era un símbolo y ahora, después de su muerte, lo es mucho más.

Se dirá: era un asesino, un terrorista. Pero precisamente, para la religión musulmana cuantos más infieles hayan muerto por decisión suya más se afirma su condición de héroe y mejor lo recibirán en la eternidad Alá y Mahoma, su Profeta.

Las escenas de su entierro hablan a las claras del significado de su figura en todo el mundo árabe musulmán. Ahora es un mártir y a mi modesto entender pesa mucho más muerto que vivo: la sola mención de su nombre será “misil” en Medio Oriente. Creo que conocer a fondo la religión y los valores espirituales del enemigo es tan o más importante que dar con los drones en el blanco con precisión exacta. Este es el punto débil de Estados Unidos y de Occidente.

Los musulmanes vienen ocupando Europa sin disparar un tiro por culpa de los europeos y sus intereses mezquinos y subalternos que sólo apuntaron, en su momento, a conseguir mano de obra barata en los inmigrantes provenientes de las antiguas colonias. Después de traicionar a los “parás” en Argel, De Gaulle les abrió las puertas de Francia a los argelinos. Lo que no previno es que esos inmigrantes se multiplicarían por el mero hecho de un gran crecimiento vegetativo mientras los franceses nativos disminuirían drásticamente su tasa de natalidad invirtiendo de este modo la pirámide demográfica, y así pasó en casi toda Europa. “París cambió de color”, me dijo hace veinticinco años una amiga que por razones familiares viajaba allí cada dos o tres años. Con el cambio de color crecieron las mezquitas que llegaron a superar los templos católicos.

Europa no tiene Fe, la Fe de San Luís Rey, la de Mío Cid, la de los Reyes Católicos. Ellos sabían contra quienes peleaban cuando se enfrentaban al Islam. Europa ya no es cristiana. Trump, según parece, es creyente y en más de una ocasión ha hecho pública su condena a la matanza de cristianos en Medio Oriente. Por eso no se entiende esto de convertir en mártir a Soleimani. Sin entrar en el problema ético que implica el “dronazo” (esto lo dejo a consideración de los expertos en el tema) me parece peligroso para Occidente que este “martirio” termine por unir al mundo árabe.

Los símbolos suelen ser en la guerra más eficaces que las armas sofisticadas. A modo de ejemplo: Franco tuvo muy en cuenta el valor de lo simbólico cuando decidió retrasar largamente la reconquista de Madrid para ir a rescatar el Alcázar de Toledo: su liberación fue un símbolo de la Fe que animaba la Cruzada y una definitiva derrota del Ejército Rojo. Según tengo entendido, hasta hace unos años, en nuestra Escuela de Guerra se discutía si el Generalísimo había hecho lo mejor, desde el punto de vista específicamente militar, al optar por ir a Toledo en orden al triunfo del Ejército Nacional. Los estrategas, apegados a la estricta técnica de la guerra, sin capacidad de abrir la cabeza a cuestiones que trascienden, por lejos, la técnica, sostenían que no se debió retardar la entrada a Madrid. Tal vez tenían sus razones. Pero Franco entendió que ese puñado de hombres atrincherados entre los muros destruidos del Alcázar, una Escuela Militar, era mucho más importante que Madrid. Durante décadas, el Alcázar fue emblema para el mundo. Las placas hablan desde los muros. Todas las naciones, no importa si más o menos amigas de España, enviaron sus Escuelas Militares a ese enclave de lo militar por antonomasia. Desde el primer minuto de la Guerra el Alcázar fue el símbolo de la España eterna en el siglo XX. Con los ejemplos que nos brinda la historia, Soleimani se me presenta mucho más peligroso ahora que es mártir y mito.

Ya no existe la Cristiandad; sólo quedan unos pocos líderes cristianos. ¿Y qué podemos esperar de Roma? Desde allí sólo se brega por llenar a Europa de inmigrantes musulmanes. Importan más los “delitos” ecológicos que las matanzas de cristianos. ¡Qué orfandad la nuestra!

Quiera Dios que me equivoque ante las posibles consecuencias de este acto de guerra.

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