lunes, 13 de enero de 2020

Avant Premiere

Clarín


12/01/2020 - 19:15


Avant Premiere
Los rosarios del Papa, el veto a la enviada de Maduro y rosca a pleno en Pinamar


Sigue la polémica por el envío de Francisco a militares detenidos. El debate por Venezuela y superposición de dirigentes en la Costa.

El Papa junto al obispo castrense Santiago Olivera.



  Ignacio Zuleta


Revoleo de sotanas con los nombres de Bergoglio


Vuelve el revoleo de sotanas, después del rosariazo de Francisco en atención a los militares detenidos por delitos de lesa humanidad. El embarque de los rosarios se hizo en presencia del vicario castrense Santiago Olivera. El Gobierno guarda con sigilo sus relaciones con el Vaticano. Le hizo caso a Francisco, y ha propuesto como nuevo embajador en la Santa Sede a un profesional sin perfil político: Luis Bellando, que ha estado en Angola y a quien no se le reconocen militancias.

Quienes pasillean le atribuyen la iniciativa a Gustavo Béliz, que ejerce su diaconado como Asesor Estratégico de Alberto. Pero la decisión cumple lo que quiso el Papa, que no le manden embajadores políticos. (A Béliz también le endosan el regreso al gobierno de Guillermo Francos, que permanecía en el resguardo como empresario; va de delegado al BID). Para tener gente propia en el área presidencial, le basta al Papa con Juan Manuel Olmos. Los ajustes los hará en el Vaticano el presidente de la liga de obispos, Oscar Ojea, que viaja esta semana.


Los papas hacen esas cosas


El rosariazo puede ser una novedad para el público, pero que adelantó la participación del vicario castrense Santiago Olivera en un seminario de capellanes que se hizo en el Vaticano antes de las elecciones. “¿Podemos hablar de derechos humanos con 10 años de prisión preventiva?”, se lamentó allí Olivera, que no da un paso sin una señal para Bergoglio. Fue el 29 de octubre, en el seminario “Detenciones y Derechos Humanos” en el V Curso Internacional de Formación de los Capellanes Militares Católicos al Derecho Internacional Humanitario, que se hizo en el Instituto Patrístico Augustiniano de Roma. Se anunció con estridencia en aquel momento, como ahora, el envío de los rosarios.

No debe extrañar, porque el Papa hace esas cosas, y su función es atender a sus feligreses. Lo han criticado por apañar a peronistas y kirchneristas réprobos, pero visto con serenidad es una tarea en la que no distingue militancias. Recibe a todos, algunos cuentan, otros no, algunos menean fotos, otro no. Cuesta entenderlo, como todo lo eclesial cuando se lo mira de afuera, especialmente a quienes tienen una posición tomada sobre el Papa, la que lo considera un ariete del cristinismo. Algo improbable.


Un Laudato de la primera hora


Felipe Solá acompañará a Alberto en una gira europea que puede incluir al Vaticano. El canciller es un "Laudato" de la primera hora. Integró aquel grupo que en 2016 buscó empalmar la encíclica "Laudato Si" con la ideología peronista. El grupo se creó para blindar el final del gobierno de Cristina, amenazado con presunciones de salida anticipada que explicaban el "cuídenla a Cristina" de Francisco, y tomaba distancia sobre otra fantasía, que era la agresión del macrismo al Papa. Lo integraban, además de Solá, hombres que han fichado en el Gobierno: Pino Solanas, Eduardo Valdés, sindicalistas como los Héctor y Rodolfo Daer, Andrés Rodríguez, Gustavo Vera y Omar Plaini, el ex embajador Hernán Patiño Meyer -hoy asesor de Solá en el grupo de los “leones veganos”-, el hoy ministro Gabriel Katopodis, Enrique “Pepe” Albistur, locatario graciable de Alberto, la diputada sciolista Cristina Alvarez Rodríguez, Julián Domínguez, Víctor Santa María, Gustavo Menéndez, Mariano Mera Figueroa, Gabriel Mariotto, etc.

Los dispersó el debate por el aborto, como a Solá, que votó por la despenalización, pero Francisco lo indultó a través de un amigo común. Esos frotamientos despiertan la presunción de un viaje papal. En su momento, 2018 digamos, el delegado papal "Tucho" Fernández consultó a Solá sobre si debía venir o no al país. El hoy canciller lo desaconsejó con el argumento de que una visita movilizaría a más de 15 millones de personas, y podía terminar con un conflicto que acentuaría divisiones: "Se va a hablar del antes y después de la venida del Papa". "Tucho" le transmitió ese parecer a Francisco, que respondió: "Decile que tiene mucha razón".


Con Trump el límite es la invasión a Venezuela


Hecha de estereotipos, prejuicios y simulaciones, la política exterior es siempre un capítulo de la política interna. Lo contrario, como en tantas cosas, de lo que predicaba Perón. El Gobierno heredó el alineamiento con EE.UU. y contra el eje de la América morena. Una decisión que quiere desandar la nueva administración, pero que no se note tanto. Debe descomponer los dos ingredientes básicos de esa posición: la ideología y el negocio. Como se trata de estereotipos, la ideología no importa mucho. Ni Macri era Bolsonaro, ni tampoco Alberto es Chávez. Estas calificaciones, útiles para buscar votos, no le comprometen el alma a nadie. Lo que pesa son los negocios que pueden quedar salpicados por estos posicionamientos.

Aquí hay un avance en las últimas horas del Gobierno, producto del viaje de Solá a México. La clave fue una reunión de cuatro horas con el hombre fuerte del gobierno mexicano, Marcelo Ebrard, constructor de la candidatura de López Obrador y presunto "tapado" para sucederlo. Es canciller, y quiera aprovechar el año que tiene de mandato al frente de la CELAC, la OEA sin EE.UU. y Canadá, un sello de goma con poca tinta. Ideal para agazaparse y esperar. Juntos urdieron un acuerdo para tratar temas ácidos, como Venezuela o Bolivia. ¿Cómo? Bajándolos de la agenda de la cumbre de CELAC. "No hablemos de política", fue la consigna que impuso Ebrard y que la Argentina acató. Esto se traduce en una estrategia común: a menos que haya una invasión de EE.UU. a Venezuela, no vamos a hacer nada que enoje a Washington.


A cambio, la Argentina abrió una negociación comercial, que puede hacer prosperar negocios que achiquen el déficit comercial a favor de México, que llega a los USD 7.000 millones. Incluye no invadir a la Argentina de autos de México, país que tiene un cupo disponible de exportaciones que no cubre, por la baja de demanda local que castiga a toda la industria. También la venta de tecnología agropecuaria como silo-bolsas para guardar granos, que hoy en ese país se abarrotan al aire libre. O la reapertura de la venta de carnes, observadas desde el año 2000 por el rebrote de aftosa, y que priva a los restoranes argentinos que pululan por allá de proveerse con cortes criollos. Los cubren con carne de Paraguay y Brasil. Tampoco jalearon Solá y Ebrard al Grupo de Puebla, que está en estado avanzado de privatización, para quedar limitado los individuos que lo fogonean. En México le bajan el precio. En Buenos Aires, se repite en la cancillería una consigna: una cosa es Solá, otra es el Grupo de Puebla.


El Gobierno rechazó una embajadora de Maduro a la fuerza


Esta salida compartida con México busca superar los reproches de alineamiento que impone la oposición, al sostener que el tercerismo del Gobierno lo perjudica en los negocios. Va más allá de los símbolos, y esto explica que hace pocos días, el domingo 5 de enero, la Casa Rosada rechazó el intento del gobierno de Maduro de instalar una embajadora en Buenos Aires. A pocas horas de que se conociese el cese de la representante de Juan Guaidó, una enviada de Nicolás Maduro intentó asumir el cargo, pero la Cancillería le rechazó los papeles. Es la misma enviada que intentó entrar con intención parecida el 9 de diciembre, en las horas previas a la jura de Alberto como presidente. Integraba la lista de los 300 venezolanos inhabilitados para ingresar al país que había confeccionado el canciller Jorge Faurie.

Esa lista se derogó, la venezolana entró, pero la rechazaron con el argumento de que la Argentina no quiere tener relaciones con Venezuela a nivel de embajador, y que por ahora está bien que se entiendan los consejeros de embajada. Maduro, cuyos movimientos no obedecen a la alta política como creen muchos, sino que se desempeña como un personaje de la picaresca continental, se calla la boca. Como se suelen callar la boca los países cuando habilitan gestos que contradicen los discursos. Si pasa, pasa. Ocurre, por ejemplo, en las relaciones con Bolivia. Buenos Aires no reconoce a la mandataria Jeanine Áñez, y por eso no tiene relaciones a nivel de embajadores, algo que nunca pasó en la historia. Pero discuten ahora, de manera discreta, la firma de un entendimiento formal a nivel consular, que remedie todos los problemas que produce la vecindad y la gran cantidad de inmigrantes bolivianos que hay en la Argentina. La presencia de ellos es central para la economía de ese país, que recibe remesas importantes de los trabajadores que están en todo el país. Esa importancia explica por qué los gobiernos argentinos han mimoseado tanto a Evo Morales. Los bolivianos también votan en la Argentina en elecciones municipales y, en Buenos Aires, también votan a gobernador. Pelearse con ellos es dañarse electoralmente.


Primer mes, balance resbaladizo


El Gobierno está sometido al balance del primer mes de Alberto, con valoraciones apresuradas, por el escaso tiempo que lleva en la oficina, de su forma de cubrir las funciones ejecutivas de Presidente y de jefe de Gabinete. Agréguese la liquidez escurridiza del esquema de poder, en el que conviven individuos, familiares y tribus cuyo medro no es llevarse bien entre sí sino, al contrario, mostrarse los dientes. Hay que sumar que se trata de un cambio de sistema, no sólo de poder, tal como el que emprendió en 2015 Macri. Ahora confiesa Alberto que no termina de entender cómo funciona el sistema de firmas electrónicas que armó el exministro Andrés Ibarra, y que eso demora las designaciones.

"Toda firma ahora es electrónica y funciona con un pendrive que vos autorizás y decís «va mi firma». Pero el sistema cada dos por tres se cae, desaparece, demora muchísimo. Yo le he pedido ayuda al Ministerio de Ciencia y Tecnología para que vean cómo funciona el sistema", dijo en el reportaje a "El cohete a la luna", confesionario calificado. Estos tanteos produjeron casos como funcionarios que actúan sin decreto de designación, y el de otros, como Maximiliano Galli, subsecretario de Coordinación de Energía, que renunció aun antes de haber sido designado, con una nota de queja por diferencias con sus mandantes, quizás el secretario de Energía Sergio Lanciani.


Tambalea la sesión en Diputados por la pelea con Larreta

Se indica mucha cautela para no repetir los tropiezos legislativos en la sesión de la ley de ajuste (arrancó con apenas dos votos por sobre el quórum) y en la ley tarifaria de Buenos Aires (el Senado opositor ganó la pelea). Un balance negativo para el primer mes de gobierno, que ganó la nacional por 8 puntos y la provincial por 15. Por eso está en revisión la idea de hacer una sesión de Diputados el 22 de enero, para convertir en ley el Consenso Fiscal III, que suspende la baja de impuestos a las provincias. Si se concreta, se cruza con la polémica de la Nación con el gobierno de la CABA por el recorte del aporte de la coparticipación secundaria (la porción que le corresponde a la Nación), que puede superar los $ 35.000 millones. Esta semana se conocerá el decreto que ordena esa baja, que las dos administraciones intentarán negociar.

La Nación dice que necesita esa plata. La Ciudad, que la recibió con el traslado de la Policía. Ofrece partir esa suma y aportarle a la Nación unos $ 18.000 millones que son los que la Ciudad dejará de cobrar por la suspensión del Consenso Fiscal. En las próximas horas se reunirán los funcionarios de las dos partes. Si estalla la guerra política y judicial, no parece oportuno abrir en enero el Congreso, para que se discuta un Consenso Fiscal cuyo debate se relaciona de cerca con este recorte. Sergio Massa, de paso por Pinamar, no confirmó aún la sesión para el próximo 22. De esto se habló en el fin de semana en la ciudad costera, adonde concurrieron, por separado y cada cual con su agenda, María Eugenia Vidal, Mario Negri, Gerardo Morales, Hernán Lombardi, Maxi Abad. No constan cruces, salvo los telefónicos, entre los radicales con Alfredo Cornejo, sobre una cumbre de la cúpula radical para el 21 de enero, para hablar de la guerra porteña, de Rafecas y de la vacante en la Auditoría.

Alberto y Horacio Rodríguez Larreta les piden a los entornistas que le bajen el tono al debate, para permitir la negociación. La Nación no quiere ceder y amenaza con ir por más, por ejemplo, reflotar el intento de retirar del Banco Ciudad los depósitos de la justicia nacional y federal. Ese intento fracasó, pero puede volver. Es un cañonazo a las rentas de Larreta, y pone a prueba pilares profundos de la política que parecían inconmovibles. Macri prosperó como administrador exitoso de la Ciudad a pesar de sus enfrentamientos con el gobierno de Cristina, con quien cohabitó durante ocho años. Les ganó la pulseada a los ataques políticos y financieros, en parte porque mantenía acuerdos de fondo con el peronismo en la Ciudad, con sede en la Legislatura local. Esta pelea deshace esos acuerdos, que permitieron obras, leyes y designaciones, y revisa las relaciones de Larreta con socios del silencio como Víctor Santa María, padrino de la gestión de Alberto, y Juan Manel Olmos, su jefe de asesores.

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