
LOS PAJARITOS DE MADURO

Por Rubén Lasagno
– El narco dictador, usurpador del poder en Venezuela, Nicolás Maduro, es la vívida figura de aquella parodia de Alberto Olmedo, personificando un patético tirano populista centroamericano, El Dictador de Costa Pobre, que incluía el gesto ¡de acá!, solo que el negro nos arrancaba alegría y sonrisas desde la pantalla y el energúmeno venezolano arranca lágrimas de tristeza, genera odios y bronca, al ver cómo usa el poder mal habido para someter a un pueblo hambreado y asesinar a los compatriotas por la espalda y con francotiradores, como buen criminal y cobarde que es y al cual se le debe poner fin.
Este asesino de hombres mujeres y niños, no puede tener amnistía ni perdón. Es un error que Guiadós, presidente proclamado por la Asamblea Nacional de Venezuela, prometerle a Maduro salir indemne del genocidio venezolano, brindándole un salvoconducto para que entregue el poder. Es injusto y peligroso, pretender trazar una línea sobre los gravísimos hechos pasados y hacer como si nada hubiera ocurrido, cuando más de un millar de venezolanos han sido masacrados en las calles por las bandas armadas de Maduro, el Sebin y el ejército que responde al dictador, más las torturas, presos políticos y fusilamiento en campos militares, que han sido denunciados por organismos internacionales.
Como lo dije en otra nota al respecto el año pasado, la “hermandad latinoamericana” solo se pontifica desde las palabras, sirve para generar becarios en espacios inútiles como el Parlasur y escribir hermosas canciones de solidaridad entre hermanos de un mismo continente y habla hispana, pero lamentablemente, cuando se deben poner en práctica esas palabras, solo quedan reducidas a cenizas, porque los países de la región no han levantado un solo dedo para salvar a los venezolanos que no pueden escapar de las garras del Dictador de Costa Pobre, tan bien representado en la actualidad por el ex colectivero que usurpa el poder en ese bello país centroamericano.
Maduro debería ser sacado del poder por una coalición de países que dejen de parapetarse tras la cómoda excusa de “no intervenir en asuntos internos de los países”, cuando las imágenes muestras que en cada marcha de reclamos, los criminales de Maduro matan 20, 30 o 100 personas como si ya fuera un hecho naturalizado y una consecuencia lógica que se debe aceptar como parte del precio a pagar para sacarlo “por las buenas”, cuando en los últimos años se han devastado familias enteras, asesinadas por el narcoestado venezolano. Sin duda “los buenos modales” y el “No al intervencionismo”, no son premisas válidas cuando se trata de salvar a una nación bajo un régimen desquiciado, maloliente y criminal como el del tándem Chávez-Maduro.
Estados Unidos y una coalición de países sudamericanos, deberían ponerle fin a esta banda criminal y aplicarle a Maduro un castigo ejemplar como al dictador rumano Nicolae Ceaucescu y su mujer, quienes después haber masacrado a miles de ciudadanos inocentes, saquear el país y enriquecerse por 24 años, pretendían un “exilio honroso” que ningún país les dio y finalmente terminaron ejecutados luego de un juicio sumarísimo acusados de genocidio, demolición del Estado y acciones armadas contra el Estado y el pueblo, destrucción de bienes materiales y espirituales, destrucción de la economía nacional y evasión de mil millones de dólares hacia bancos extranjeros.
Igual que Nicolás Maduro, solo que a este energúmeno le restan varios años aún para llegar a los 24 de Ceaucescu y su mujer Elena. Es hora de abortarlo ahora, antes que muera mucha más gente.
En tanto los “pajaritos de Maduro” en nuestro país, más parecido a “pajarones” por su negacionismo sobre el caos de Maduro, revolotean por los medios nacionales de la mano de kirchneristas irracionales que ladran desde su zona de confort en un piso en Buenos Aires, tratando de desconocer los crímenes de lesa humanidad que provoca el dictador y sostienen el ridículo discurso sobre la culpa del “imperialismo” en la agitación permanente del caos. De esa manera, justifican al narco dictador y sus dislates, sin importarle mínimamente las vidas que sega todos los días este asesino despiadado quien manda a sus esbirros a practicar tiro al pato, pero con jóvenes desarmados, niños y mujeres que piden alimentos y medicamentos en plazas y calles de Caracas.
La única solución es la intervención armada en Venezuela. No hay otra forma de abortar tanta criminalidad, sino es tomando una decisión drástica, imponiendo un gobierno de transición, encarcelando de por vida a los responsables del sostenimiento de este régimen criminal y llamando a elecciones libres, proscribiendo a quienes han sido parte del plan criminal de Chávez, que convertido en pajarito le sopló al oído lo que debía hacer el ex colectivero, para sostenerse en el poder.
No hay más tiempo. Tarde o temprano la intervención militar y política es un hecho. Cuando más se demore la solución, más vidas venezolanas costará para revertir una crisis humanitaria, política y social a la que los arrastró la ambición, la locura y esa enfermedad de poder y dinero que envuelve y embriaga a estos seres despiadados, irracionales y antisociales que germinan a la sombra de la palabra “democracia” que no conocen sino como fachada para consolidar sus más bajos instintos.
Es hora que los países de la región se hagan cargo y responsables de asistir a Venezuela, porque está claro que los acuerdos firmados no sirven para nada. Si realmente hay verdadera “hermandad” éste es el momento de que hagan algo. Los discursos políticamente correctos, no sirven ante las balas y la demencia del Dictador de Costa Pobre. Hay que ayudar a liberar a Venezuela y meter presos a todos los usurpadores del poder en ese país. No se puede soportar ni aceptar una nueva Cuba. Los tiempos cambiaron y los déspotas y criminales deben purgar una condena ejemplificadora para que a ningún monigote latinoamericano más, se le ocurra usar la democracia para hacer rehén de sus delitos a todo un pueblo libre y soberano.
(Agencia OPI Santa Cruz)
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