jueves, 28 de enero de 2016

La guerra que no queremos ver





28/01/16

Del editor al lector




El narco y la violencia crecen. Pruebas hay todos los días. Ayer fue un container lleno de armas y de municiones que la policía descubrió en la Villa 31, donde a 20 cuadras de la Casa Rosada ya viven unas 40 mil personas.
Es una pequeña ciudad de 48 manzanas que no deja de crecer ni a lo ancho ni a lo alto dentro de otra ciudad en la que la mayoría de los habitantes prefiere creer que la villa no le es propia.
Pero la 31 y la 31 bis están dentro de Buenos Aires aunque para esos vecinos estén del otro lado de la frontera. Las cosas que pasan allí no pasan en otro país ni son de otro país como la guerra entre narcos que en el último mes se ha cobrado cinco vidas, la última hace una semana. 
Fue una chica de 14 años masacrada cuando buscaban a su hermano traficante y al que terminaron hiriendo gravemente. El armamento encontrado es parte de una pelea a sangre y fuego entre tres bandas, como copia de las que hubo en la 1-11-14.
Dicen que los enfrentamientos se relacionan con el poder que adquirió un paraguayo, Fouz Acosta, en contraposición al que perdió un legendario narco peruano, también de nombre poco familiar para nosotros: Alionzo Rutirio Ramos Mariños, ex integrante de la guerrilla terrorista de Sendero Luminoso. 
En el medio de los dos se mueven los soldados de una tercera banda criminal que dirige otro peruano, César Morán de la Cruz. Es el más sanguinario de los tres y está preso en Devoto desde donde controla y dirige su facción.
Hasta aquí los datos que permiten conocer qué pasa pero no entender qué pasa. Y entre lo que pasa hay una larga cadena del narco: camiones y mulas que entran al país desde Paraguay y Bolivia con pasta base y pequeñas células urbanas que luego la almacenan, la fraccionan y venden.
El historiador Jorge Ossona dice que “hay una violencia que no deja de reproducirse todos los días merced a las miles de pequeñas bandas de jóvenes que salen a robar drogados para someterse luego a la explotación de los narcos”.
Y más aún: que algo así no tendría acá estos contornos de no mediar la pobreza. Y que la asociación en el negocio de la droga con la Policía y con los punteros políticos en los municipios “fue el insumo central que encontraron las bandas para radicarse en villas, asentamientos y barrios populares”.
Aunque no miremos o miremos de costado lo que ocurre con las bandas en las villas, la incontenible circulación de drogas roba la vida de nuestros chicos y roba nuestras propias vidas en la ola de inseguridad y violencia. Y de esto también hay pruebas todos los días.





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