viernes, 11 de enero de 2013

MANIPULACION POLITICA DE UN ANSIADO REGRESO


 Por Jorge R. Enríquez (*)



De los muchos episodios grotescos en los que incurrió el gobierno nacional en los últimos tiempos, el show organizado para recibir a la Fragata Libertad acaso supere todas las marcas.

No, por cierto, porque el tradicional buque escuela y su tripulación no merezcan el reconocimiento de todos los argentinos, luego de tantas semanas de estar detenidos en un remoto puerto africano, sino por el cinismo de pretender capitalizar ese regreso como si se tratara de una hazaña lograda por la presidente de la Nación.

 Algún turista desprevenido que paseara el 10 de enero pasado por Mar del Plata podría haber pensado que la Armada Argentina acababa de librar una épica batalla naval. Esa percepción se vería reforzada al ver los afiches alusivos, en los que el rostro de la señora de Kirchner ocupaba un lugar protagónico, remarcado por la leyenda "Cristina Capitana". El turista imaginaría que la propia presidente condujo a la Fragata en la dura contienda, cual una Almirante Guillermo Brown del siglo XXI.

Pero grande sería su sorpresa si se le informara que no hubo batalla alguna, sino un embargo por deudas impagas del Estado argentino, que además pudo haberse evitado si el gobierno nacional hubiera obrado con mayor diligencia, y que el regreso es la consecuencia de un procedimiento ante un tribunal internacional. Pero convertir las propias torpezas en virtudes y luego atribuirle esas supuestas virtudes a la primera mandataria, mediante el uso impúdico de la propaganda oficial solventada con recursos públicos, es una marca de fábrica del kirchnerismo.

Harto patético resultó que, en lugar de recibir la Presidenta a la Fragata, fuera ésta la que debió esperar el arribo de Cristina Fernández a Mar del Plata, luego de haber permanecido por más  de 36 horas en aguas jurisdiccionales argentinas. Una absoluta falta de respeto hacía los marinos que, luego de más de 7 meses  de estar alejados de su Patria y de sus familias, fueron obligados a prolongar su retorno, hasta que estuviera montada la cinematográfica escenografía para resaltar la figura de la líder, tal cual indica el manual de los regímenes autoritarios.

Reminiscencias totalitarias que, como siniestros fantasmas del pasado, se empeñan en acosarnos, nos trajeron esos prolijos estandartes de las distintas agrupaciones kirchneristas, exhibidos en Mar del Plata y llevados con resignado entusiasmo por una militancia conchabada, que no ocultaba su pertenencia burocrática (Indec, Afsca, Anses, Afip, etc).

No resultó extraño a ese cuadro la arenga de Cristina, cargada de diatribas a quienes piensan distinto, preñada de oscuras advertencias a imaginarios enemigos foráneos y hasta interplanetarios (sic) y rematada, con narcisistas elogios a su persona, única heroína de la fiesta marplatense.

La manipulación política de un acto que debió haber sido de todos los argentinos y no de una facción política, mostró otra vez el rostro de una sociedad dividida. Bajo el disfraz de una supuesta recuperación de la soberanía política y económica por parte de un gobierno que, en público denosta a los “fondos buitres”  y,  en privado, renegocia con ellos, queda al descubierto, en toda su dimensión, la perversidad de la demagogia populista.

La mascarada duró muchos años, pero la ciudadanía viene dando elocuentes muestras de hastío ante esas actitudes que presuponen la generalizada estupidez de la sociedad argentina. A la querida Fragata la recibimos con todos los honores; a los que la quieren usar en su provecho, les exigimos que dejen ya de tomarnos el pelo.



 Viernes 11 de enero de 2013
                                                           Dr. Jorge R. Enríquez
                                                       jrenriquez2000@gmail.com
                                                         Twitter: @enriquezjorge

El presente artículo del Dr. Jorge R. Enríquez, es publicado en LMP por gentileza de su autor.




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