miércoles, 2 de octubre de 2013

Qué podrá suceder después de la derrota electoral








octubre 2, 2013
 
 
 
 
 
 En realidad, Cristina tiene mala suerte y todas las cosas le salen mal. Nos referimos a los mecanismos de defensa que ensaya cada vez que quiere arreglar uno de sus desaguisados, cualquiera sea su naturaleza. Sea para corregir algún acto de gobierno, como acaba de suceder con el blanqueo de capitales que, pese a su fracaso, se insiste en su implementación prolongándolo por tres meses adicionales. 

Las contradicciones abundan y así, el primer candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, Insaurralde, reconoce que la economía no marcha tan bien, que el INDEC debe volver a ser lo que fue antes pese a Guillermo Moreno que, cuando se cree que cayó en desgracia, resurge con más fuerza que antes y discrecionalmente autoriza o prohíbe la importación de contenedores con productos indispensables para la industria nacional, impedida de planificar su producción, todo un tema que viene a demostrar que se ha perdido la mínima coordinación indispensable para llevar adelante cualquier proyecto en la materia. A esta altura de las circunstancias, lo comentado aparece como una cuestión menor, mientras los grandes problemas parecen haberse aquietado a la espera de los comicios de fin de octubre que convoca el despliegue de candidatos y precandidatos, donde las operaciones de pases, sumas y restas parece ser lo único que les interesa a nuestros políticos. 

Si nos detenemos unos segundos en este componente del escenario, debemos coincidir en que es muy poco -o casi nada- lo que sabemos del pensamiento de quien ya sabemos que resultará elegido en medio de los aplausos de quienes se aseguraron un amigo o un buen contacto en las altas esferas. Todo se repite con un cierto aburrimiento, excepto por algunos datos que nos dicen que ha comenzado un proceso de dispersión en el peronismo, que ya no es el partido monolítico del pasado. Distintos grupos de centro derecha se disputan una herencia que ya ha sido gastada y se asiste a falsas oposiciones como acaba de suceder con la votación del dibujado presupuesto, que logró apoyos inesperados por parte de ciertos sectores, como el que responde a los puntanos Rodríguez Saá, que contribuyeron con la presencia de sus diputados en el recinto a lograr el quórum que permitió la votación de los números disparatados y las falsificaciones que profundizarán la crisis.

 Lo sostenemos hoy y lo repetiremos mañana, que este presupuesto dificultará los ajustes que sucederán con la inevitable complicación social que augura el ennegrecimiento de la tormenta que ya se vive. Con los radicales, las cosas son relativamente distintas. Es cierto que hay un leve resurgimiento del viejo partido que llenó de esperanzas a cansados dirigentes, sobre todo en Buenos Aires y Santa Fe, añoranzas en los virtualmente jubilados en la Capital Federal y festejos anticipados en otros distritos como Mendoza, por ejemplo, donde la figura de Cobos, empujada por el papel cumplido durante la crisis del campo, se extiende más allá de los límites provinciales. Como mal ejemplo de un viejo pecado, podemos citar el sentido pragmático de algún otro radical como Leopoldo Moreau, cuyo agudo olfato crematístico lo acercó al kirchnerismo, que no sabe qué hacer con él.

Hay nombres nuevos que se han lanzado a las pistas para responder a la convocatoria de los intendentes que defienden sus feudos con dientes y uñas y conforman la base de un andamiaje que viene a determinar el gran juego de la política que ha descendido varios peldaños en su conformación. Ya no son las ideas o los grandes proyectos, ni la interpretación de cuál debe ser el rol de la Argentina en el mundo o cómo deben ser las pautas formativas de las nuevas generaciones o qué debe hacerse para asegurar el aprovisionamiento y producción de energía para el crecimiento, sino las necesidades de los punteros que en muchos casos desatienden la administración de los lupanares -los propios o los de un juez conocido e ideologizado- que hoy día son determinantes en la formación de agrupaciones y líneas internas, mediante un proceso que descalifica la política argentina signada por la ausencia desesperante de líderes genuinos y destacados. 

Como trasfondo de este panorama, imposible de agotar con lo que dejamos dicho porque merece un tratamiento más profundo que sepa contener el vértigo de los cambiantes y escandalosos acontecimientos, aparece la violencia que viene a querer definir las disidencias partidarias -internas y externas- caracterizándolas como ocurre en sociedades menos avanzadas o carentes de un pasado como el nuestro que es denigrado sistemáticamente pero que en el fondo -tal vez no tanto- todos añoramos.

Hace unos días, casi unas horas, esa variable que integra el drama de la inseguridad pública se manifestó con el piedrazo que recibió Sergio Massa durante su agitada e interrumpida gira por La Matanza. El periodista Morales Solá relató que lo sucedido fue un intento que apuntó a ampliar la agresión a la caravana del candidato opositor y concretar un ataque más violento de buscadas y más graves consecuencias, por lo que cabe esperar que en estas cuatro semanas que faltan para las elecciones se produzcan hechos graves destinados a alterar el proceso. 

 Con este comentario llegamos a una de las etapas posibles en el derrotero institucional y que se resume en la eventualidad de la aparición de una emergencia que paralice las acciones. Massa es un verdadero ariete para derrotar al kirchnerismo, cristinismo o como quiera llamársele y su triunfo está asegurado con votos propios y votos prestados, complejidad que deberá atenderse con suma atención para la etapa posterior.

La cronología nos dice que, después de la victoria opositora que derrotará a Cristina con un porcentaje mayor al esperado, derivará en su incapacidad para llevar adelante su ideologizado relato. Es cuando la pregunta se hace inevitable: ¿insistirá en su proyecto pese a la inviabilidad económica o dará un giro de 180 grados, abrirá la economía, se desprenderá de Moreno y buscará funcionarios fuera de su entorno para afianzar un nuevo proyecto que le permita llegar al lejano 2015? Anoche, algunos analistas de nota debatían sobre las perspectivas que se abrían para estos dos caminos que aparecen en el horizonte. Pese a que estaban bien dibujados, quienes sostenían cada una de las dos variables aceptaron posiciones intermedias pero no encontraron cómo se las podría llevar adelante sin que la izquierda se rebele o sin que el peronismo quiera imponerse con o sin aliados. 

Como detalle significativo del tenor peligroso que podrán tener los días por venir, se sacó a colación el hecho de que la hija del diputado Carlos Kunkel -montonero activo que se destacó durante la guerra de los años setenta- fue una de las organizadoras de las ocupaciones de colegios secundarios, que protagonizaron sucesos que culminaron con el intento de incendio de la Iglesia de San Antonio de Loyola. De todos modos, la cuestión quedó pendiente, la figura de Cristina comenzó a dejarse de lado, se evaluó el poder de su entorno como factor con poder de ejecución y curiosamente se concluyó con la palabra anarquía flotando en el aire.

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