sábado, 5 de septiembre de 2015

Un caballo de Troya sin efecto sorpresa



Sábado 05 de septiembre de 2015 | Publicado en 
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Por   | LA NACION


La política está rara. Más que una campaña presidencial, lo que vemos parece una partida de ajedrez en la que los contendientes no quieren arriesgar ni un peón. Tanto Scioli como Macri saben que con cuatro o cinco puntos porcentuales más de los que tienen podrían alcanzar la presidencia, pero les preocupa más cuidar la retaguardia que salir a conquistarlos. Prevalece el temor. El terreno está irreconocible, resbaladizo, traicionero, y un paso en falso puede significar el fin. Todo es estrategia y cálculo. Al final, la prudencia gana la partida y confirma lo que se sabía: la Argentina va a optar entre dos conservadores. De todos modos, representan cosas muy distintas. A tal punto que detrás de uno y de otro se encolumnan las dos mitades de un país dividido.
Es extraño que un conservador aspire a continuar la obra de un gobierno que se pretende revolucionario, pero así es el peronismo. Las contradicciones lo fortalecen. Hay un dato que revela la ventaja que supone semejante plasticidad. Tras las PASO, se sucedieron hechos graves que, en un país normal, habrían mellado las posibilidades electorales de cualquier oficialismo, como las inundaciones en la provincia de Buenos Aires y el escándalo de clientelismo y fraude en Tucumán, con la brutal represión policial de las protestas. De acuerdo con datos de Management & Fit, estos sucesos representaron una pérdida de apoyo a la gestión del Gobierno de más de cinco puntos. Sin embargo, Scioli, aun con su viaje de descanso a Italia en medio de la crecida de las aguas, mantiene inamovible el apoyo recibido en las primarias. No perdió ni un peón.
¿Cómo se explica esto? Puede que muchos de los que votan a Scioli sean indiferentes a hechos de este tipo. Pero puede también que ocurra otra cosa: tal vez, mucha gente no ve al gobernador de Buenos Aires como el candidato del oficialismo, aunque lo sea en los papeles. ¿Sería correcta esta lectura? ¿Es Scioli una cosa y el kirchnerismo otra? La imposibilidad de dar una respuesta cierta a este interrogante es uno de los activos más importantes del gobernador y explica además la forma en que permanece inmune a los pecados del Gobierno. En un viejo disco de los Beatles, Ringo cantaba un tema llamado "Act Naturally". Cuenta la historia de un hombre que para llegar al éxito en el cine sólo debía "actuar naturalmente". Es la fórmula de Scioli. Alcanza con el gesto pétreo e inescrutable. Somos un país generoso y el PJ hace el resto.
No hay mucho misterio: la cara de nada refuerza el equívoco. Y no se puede culpar a Scioli de aprovecharse de los equivocados. Seguirá haciendo "la Gran Ringo". Más allá de las estrategias, es lo que sabe hacer.
Sin embargo, de algo podemos estar seguros. Si para algunos Scioli aún es un enigma (aunque su pasado menemista y su presente K, así como su gestión en la provincia, dicen mucho de él), resulta más previsible el efecto que tendría un aval electoral a alguien que representa al kirchnerismo: sería convalidar las prácticas de un gobierno que, además de dividir a los argentinos, buscó anular el Poder Judicial y la prensa para apropiarse de la democracia mientras alcanzaba niveles inéditos de corrupción. "Son la garantía de que van a seguir profundizando las políticas", dijo la Presidenta esta semana en la Unión Industrial, refiriéndose a la fórmula oficialista. Alguien podrá ver en Scioli un conciliador que iniciaría una nueva etapa, pero a esa imagen se le puede oponer la de un caballo de Troya que viene con premio: Zannini, Aníbal, Kicillof, los miles de muchachos camporistas que se aferrarán a sus cargos y la propia Cristina, cuyas huestes siguen laborando para que ella deje el sillón de Rivadavia sin abandonar el poder.
En caso de ganar Scioli, ¿se trasladará al núcleo del poder esa tensión insoportable que parece haber entre la Presidenta y su candidato durante este matrimonio forzado? ¿Qué pasará del otro lado si todos cruzan vencedores, montados en ese caballo impredecible, la frontera del 25 de octubre? La respuesta excede el análisis político. Ante el espectáculo sadomasoquista de hoy, en el que alternadamente le palmea la espalda y lo castiga, no hace falta ser un entendido en psicología para intuir lo que haría la Presidenta con su candidato si no lo necesitara con desesperación. Entre ambiciones, intrigas, puñales traicioneros y pasiones contenidas, el oficialismo en campaña encierra todos los elementos de una tragedia griega. Un espectáculo fascinante pero ominoso que, no lo olvidemos, se despliega en el escenario del país.

Oscilando entre el abrazo de Cristina y el apoyo de los caudillos provinciales del PJ, quizá a Scioli no le quede otra alternativa que actuar naturalmente y esperar a que sea el otro, y no él, quien empiece a perder peones. Macri aparece como el retador. Tendrá que evaluar hasta dónde la prudencia le resulta redituable. Pero si quiere ganar la partida, e incluso ir por la reina, quizá deba desplegar la audacia de los que están dispuestos a pasar a la ofensiva. Por ahora, aun en medio de un país que no da respiro, ambos contendientes estudian el tablero. Un error cuesta caro. Tanto como no asumir riesgos en el momento indicado.

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