lunes, 14 de septiembre de 2015

Militares y guerrilleros, recordando la guerra sucia, 40 años después


13/09/15

Crónicas del nuevo milenio.


Por Daniel Gutman

N de R La Misère Porc:
Leer nota al pie del presente artículo.


Rodolfo Richter es un teniente coronel que fue gravemente herido por un disparo de un guerrillero en el monte tucumano. Fue el 14 de febrero de 1975, durante uno de los escasos combates que libraron la Compañía de Monte del Ejército Revolucionario del Pueblo(ERP) y el Ejército Argentino. El choque fue inesperado para los dos bandos, que no estaban listos para entrar en acción. Los guerrilleros, que soñaban con que los obreros del azúcar y los campesinos pobres los acompañaran en su gesta revolucionaria, estaban aislados en sus campamentos y no contaban con una preparación bélica adecuada. 

El Ejército, por su lado, había salido unos días antes de los cuarteles y desplegado más de 3.500 hombres en el territorio de Tucumán. Apenas comenzaba el Operativo Independencia, ordenado por la presidenta Isabel Perón con el fin de acabar con “la subversión apátrida”. Pero el plan no era subir a los cerros e ir en busca de los guerrilleros. En cambio, se utilizarían lo que el general Acdel Vilas, jefe del Operativo, llamaba “métodos no convencionales”, que incluían la instalación en la provincia de los primeros centros clandestinos de detención que conoció la Argentina. En ellos serían torturados -todavía en democracia- cientos de tucumanos sospechosos de simpatizar con la lucha armada o, simplemente, de tener ideas de izquierda.

Ese 14 de febrero de 1975, un pelotón del ERP buscaba salir de la zona de operaciones militares, mientras una fuerza de tareas del Ejército volvía de una excursión de reconocimiento del terreno. Cuando sus caminos se cruzaron, cerca del río Pueblo Viejo, se produjo el combate, en el que murieron un oficial del Ejército y dos guerrilleros.

Las heridas que sufrió Richter ese día, hace más de 40 años, le dejaron secuelas irreversibles: desde entonces se desplaza en silla de ruedas. No es, sin embargo, un hombre resentido. Muy por el contrario, se siente orgulloso de ser oficial del Ejército y está agradecido de que la vida le haya dado la oportunidad de hacer aquello para lo cual todos los militares se preparan pero muy pocos llegan a poner en práctica: combatir. 

Luego del Operativo Independencia, Richter se licenció en Ciencias Políticas y se dedicó a investigar si en la Argentina de los 70 existían o no las condiciones para lanzar la lucha armada revolucionaria, como lo creyó el ERP. Sobre ese tema realizó en la Universidad Católica Argentina (UCA) su tesis doctoral, que defendió ante un jurado académico hace pocos días, en un clima de gran expectativa. Decenas de personas fueron a verlo al aula 307 del edificio Santo Tomás de Aquino, en Puerto Madero. Yo llegué diez minutos después de la hora anunciada y casi no encuentro un lugar libre. 

Me senté y empecé a sorprenderme. En primera fila estaba Luis Mattini, secretario general del ERP a partir de julio de 1976, cuando Mario Roberto Santucho murió en un enfrentamiento con el Ejército. 

Antes, en diciembre de 1973, Mattini, había cumplido una misión de alto nivel en La Habana, según cuenta en uno de sus libros, en busca del apoyo de Cuba a la guerrilla rural que el ERP se aprestaba a lanzar en el monte tucumano. Fidel Castro lo recibió una noche, en la que conversaron hasta la madrugada. 

Mattini, sin embargo, no lo pudo convencer: el líder cubano le dijo que de ninguna manera su gobierno respaldaría la acción armada en la Argentina contra un gobierno constitucional, y menos con un presidente de la popularidad de Juan Perón en la Casa Rosada. Mattini volvió a la Argentina frustrado y le contó el resultado de su gestión a Santucho, quien decidió que la guerrilla rural sería igualmente instalada en Tucumán, en condiciones de gran precariedad, sin entrenamiento ni respaldos.

Richter y Mattini –me enteré- son amigos. De vez en cuando comparten asados y hablan sobre los 70. Conversé unos pocos minutos con los dos antes de que Richter comenzara su exposición y noté que existe una corriente de admiración recíproca entre ellos. “¿Sabe lo que pasa? Hoy el enemigo es otro”, me explicó Richter, ante mi gesto de perplejidad. “¿Ah, sí? ¿Cuál?”, le pregunté. “La corrupción”, me contestó.

Cuando recorrí visualmente el aula con más detenimiento noté que varias caras me resultaban conocidas. Como dos estudiantes compartían banco Aldo Rico, símbolo de los levantamientos carapintadas que pusieron bajo fuego a la joven democracia de los 80, y Emilio Nanni, con su llamativo parche sobre el ojo derecho, resultado de una herida recibida durante la defensa del cuartel militar de La Tablada, en 1989. Nanni ha sido un crítico feroz de la política de derechos humanos del kirchnerismo que, según él, ha sido llevada adelante por funcionarios que fueron “terroristas”. 

Más atrás estaba Eduardo Anguita, periodista simpatizante del kirchnerismo y ex militante del ERP. Anguita pasó 11 años de su vida preso, por haber participado en el copamiento del Comando de Sanidad del Ejército, en Parque Patricios, durante el cual murió el oficial del Ejército Juan Duarte Ardoy. Fue en septiembre de 1973. Apenas cuatro meses antes, el peronismo había vuelto al poder después de 18 años de proscripción, pero el ERP había denunciado “la farsa electoral” y seguía adelante con la lucha armada. 

Muy cerca de Anguita conversaban Carlos Gabetta y Gustavo Breide Obeid. Gabetta es un periodista prestigioso --ex director de Le Monde Diplomatique, leída por cierta intelectualidad de izquierda- que en los años 70 fue militante del ERP. 

Breide Obeid fue la mano derecha del coronel Seineldín durante el levantamiento de diciembre de 1990 y desde entonces ha sido dos veces candidato a presidente por el Partido Popular de la Reconstrucción, de orientación nacionalista católica. En Internet se pueden encontrar videos suyos en los que denuncia que “se intenta destruir a las Fuerzas Armadas ante la opinión pública”.

Richter hizo un análisis marxista de la decisión del ERP de lanzar la lucha armada y concluyó que, en la Argentina de los 70, existían las “condiciones objetivas” pero no las “subjetivas”. Cuestionó a la organización guerrillera por “militarista”, ya que “el trabajo por captar a las masas fue a la zaga de la lucha armada”. Y opinó que el ERP se engañó a sí mismo con una “versión mítica” de la Revolución Cubana, que sostenía que 300 guerrilleros derrotaron a un ejército profesional de 40.000 hombres.

La tesis mereció una calificación de 9 puntos por parte del jurado integrado por tres profesores, entre ellos Vicente Massot, director del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca e imputado en una causa por violaciones a los derechos humanos durante la dictadura (en marzo pasado, un juez determinó que no hay pruebas suficientes para procesarlo, pero tampoco para sobreseerlo). El flamante doctor en Ciencias Políticas, saludado con un cálido aplauso del público, agradeció entonces a distintas personas que lo ayudaron durante su carrera académica, especialmente a los ex integrantes del ERP que entrevistó. “A medida que pasa el tiempo –reconoció- uno los ve menos como enemigos”.

Pasaron varios días, durante los cuales esa tarde en Puerto Madero volvió muchas veces a mi cabeza. A veces pienso que lo que vi es un ejemplo extraordinario de reconciliación entre enemigos del ayer, que muchos aplaudirían. Otras veces, en cambio, me asusto. El ERP tenía un himno, que prometía que sus integrantes combatirían “hasta vencer o morir”. No fue una consigna vacía; la mayoría de sus miembros dejó la vida en el sueño frustrado de conquistar una Argentina socialista y sus operaciones armadas provocaron muchas víctimas.
 
Por su lado, las Fuerzas Armadas, respondieron de manera criminal, sembrando la Argentina de campos clandestinos de detención en el que no sólo fueron torturados y asesinados guerrilleros, sino también miles de personas que jamás habían tocado un arma. ¿La convivencia de hoy entre unos y otros no es una banalización de un pasado que ensangrentó la Argentina? La respuesta es difícil. La tragedia de los 70 está ahí, siempre volviendo, aunque la queramos alejar.
Daniel Gutman es periodista y escritor.

"ARGENTINA PARAISO TERRORISTA"

Estoy en total desacuerdo con el periodista autor de la nota que adjunto, sobre todo cuando escribe "Por su lado, las Fuerzas Armadas, respondieron de manera criminal, sembrando la Argentina de campos clandestinos de detención en el que no sólo fueron torturados y asesinados guerrilleros, sino también miles de personas que jamás habían tocado un arma".

 Yo, que también combatí contra el Terrorismo, por lo que viví, las FFAA combatieron de la ÚNICA forma en que se podía combatir contra organizaciones celulares, cuyos integrantes no eran identificables. 





















 
Cnl (R-PPG) Juan Carlos Alsina
"Debemos ser más intolerantes ante la intolerancia. D.C"

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