Martes 3 de marzo de 2015
Por Adrián Ravier
En su último discurso ante la Asamblea Legislativa, la Presidente habló
más de tres horas para ofrecer un balance de su gestión y la de su marido,
dejando cuantiosos datos y estadísticas sobre el período 2003-2015 y arrojando
reflexiones polémicas que no son ajenas a la opinión pública.
Fue un discurso extremadamente positivo, un relato que se encuentra muy
lejos de la realidad que vivimos los argentinos, pero en la que la Presidente
realmente cree. No quiere decir esto que los datos arrojados sean todos falsos,
pero sí debemos decir que hubo “cuestiones fundamentales” que se ignoraron
voluntariamente, y reconocerlas posiblemente nos arrojen un balance menos
positivo que el enunciado.
1. La sustentabilidad de los planes sociales
Recuérdense por ejemplo los numerosos planes sociales que se implementaron
en estos años, como el plan progresar, el plan procrear o la asignación
universal por hijo, además de ampliar los subsidios en todos los servicios
públicos y extender el número de jubilados y pensionados hasta el total de
personas en edad pasiva. Discutir estos aspectos del modelo puede ser visto como
un gesto de insensibilidad, pero lo que preocupa hoy a la población no son los
planes en sí mismos, sino su sustentabilidad. La expansión de planes es la
expansión del gasto público que hoy lleva a la Argentina a un déficit fiscal del
6 ó 7 % anual, que promete seguir creciendo en este último año de gestión, y que
sólo encuentra financiamiento en su monetización.
2. La inflación
Precisamente la inflación que hoy experimentamos en la Argentina no es algo
que nos pase, sino algo que promueve el mismo gobierno desde el momento que
eleva el nivel de gasto a un nivel que la presión tributaria récord no puede
sostener. A medida que la inflación se acelera, los beneficios de estos planes
precisamente se reducen porque resulta cada vez más difícil actualizarlos al
ritmo de la inflación real. En otras palabras, los analistas pensamos que estos
beneficios se pudieron extender en el corto plazo -mientras duró este gobierno-,
pero será muy difícil de sostener en el tiempo, por la escasez de recursos que
irá acompañando al período post kirchnerista. La inflación, por su parte, es un
problema que no se puede resolver sin renunciar a los “logros” del modelo.
3. No hubo crecimiento económico, sólo recuperación
La Presidente también enfatizó el “crecimiento económico” de Argentina en
estos 12 años. Sin embargo, partiendo de la crisis económica de 2001-2002, lo
que se observó en estos años fue una recuperación, mas no crecimiento. El modelo
cerrado puede permitir la utilización de recursos ociosos, pero no la expansión
de la estructura productiva. Tomando el pico de 1998 como referencia, la
performance económica que uno observa es muy diferente a la del relato oficial,
e incluso se puede hablar de una nueva década perdida. Recordemos que la caída
del PIB en el período 1998-2002, sólo pudo recuperarse en 2008, lo que siguió
con la recesión de 2009 y la endeble performance posterior.
4. El país más rico de la región… por unos meses
La Presidente enfatizó que Argentina es el país más rico de la región,
medido por PIB per cápita en dólares. Históricamente, así fue y si recuperáramos
cierta normalidad, Argentina debería presentarse como el país más rico de
Latinoamérica. Sin embargo, dividir el PIB en pesos por un tipo de cambio
distorsionado, puede resultar algo arbitrario. Hoy el tipo de cambio oficial
está en torno a los 8.70 pesos. Un tipo de cambio sustentable debería ser al
menos el doble o el triple de ese valor, si tomamos en cuenta las reservas netas
con las que cuenta el Banco Central. Si asumimos que tarde o temprano habrá una
fuerte devaluación, entonces el PIB per cápita en dólares será la mitad o menos
de lo que es hoy.
¿Puede evitarse la devaluación? Quizás unos meses si se sigue atrasando el
tipo de cambio y se profundiza la recesión, pero no se lo puede sostener debajo
de los 10 pesos indefinidamente.
5. Recesión y retorno a 1999
Argentina logró recuperarse de la crisis que comenzó en el tercer trimestre
de 1998 y se extendió hasta la fuerte crisis de 2001-2002, como bien señaló la
Presidente, pero no sería correcto ignorar los desequilibrios existentes que
pueden devolver a la economía argentina a un estado similar a aquel con el que
hoy se comparaba. Mi impresión es que Argentina hoy tiene desequilibrios de
magnitud semejantes, y en varios sentidos peores, que los vistos en aquel año
1999 que representó el fin del menemismo. La economía entonces mostraba
desequilibrios fiscales y cambiarios, con un alto déficit fiscal y dificultades
para seguir tomando deuda. Además, había dificultades para seguir atrayendo
inversión extranjera directa, lo que a su vez dejaba a la economía
con estancamiento y alto desempleo.
Hoy la Argentina tiene los mismos
desequilibrios fiscales y cambiarios, pero además el desequilibrio monetario.
Resulta imposible, a mi modo de ver, abandonar estos desequilibrios desde dentro
del modelo. La economía ya está estancada o en recesión, según los propios datos
oficiales del INDEC y no hay ninguna propuesta en el Ministerio de Economía para
resolver estos desequilibrios. La agenda de políticas públicas para el nuevo
gobierno es una agenda difícil, similar quizás a la que heredó Fernando De la
Rúa en 1999.
6. Reemplazo del endeudamiento externo por el endeudamiento
interno
La Presidente enfatizó también el “definitivo” desendeudamiento de
Argentina. Sin embargo, el desendeudamiento es relativo, y el gobierno estuvo
lejos de manejarse con austeridad. La única diferencia que uno puede identificar
entre el menemismo y el kirchnerismo en relación al gasto público es que el
primero lo financió con deuda externa, mientras el segundo lo hizo con deuda
interna. Una deuda interna que dificulta la tarea del ANSES para cumplir sus
compromisos con los futuros jubilados, y una deuda interna que quebró -una vez
más- al Banco Central obligándolo a emitir sólo en 2014 más de 160.000 millones
de pesos para financiar el déficit fiscal. Pesos, a su vez, que el Banco Central
debió absorber del sistema financiero generando un endeudamiento creciente a
través de títulos que pasó en el último año de 115.000 a 330.000 millones de
pesos. Resulta muy difícil pensar que la autoridad monetaria puede mantener el
poder adquisitivo de nuestra moneda bajo las reglas y presiones que impone el
poder ejecutivo.
7. La difícil “herencia institucional” para el próximo
gobierno
A los problemas mencionados en el aspecto macroeconómico, por supuesto hay
que agregar también la debilidad institucional que hoy tiene el país,
especialmente en lo que refiere al “capitalismo de amigos”. Me refiero aquí, por
ejemplo, a la introducción de la Campora en todas las instituciones y niveles de
gobierno, incluyendo las nacionalizadas Aerolíneas Argentinas e YPF.
8. Falta de independencia del INDEC
Para cerrar, no podemos ignorar que gran parte de la información
estadística que presentó la Presidente está viciada por la falta de
independencia del INDEC para elaborar datos confiables. Axel Kicillof reconoce
que siempre hubo debate en torno a las metodologías, pero haber perdido la
posibilidad de contar con mediciones mínimamente confiables abre un abanico de
opciones y discusiones que ningún país serio tiene.
Así como nadie puede
sostener en la Argentina cuál es el nivel de pobreza e indigencia, tampoco se
puede confirmar realmente cuál es el nivel de desempleo. Mucho se ha dicho del
elevado desempleo español, pero sabemos que si las metodologías fueran
similares, Argentina seguramente presentaría una realidad bastante peor que la
del país ibérico
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