martes, 3 de marzo de 2015

Cristina no es la dueña del Estado – 2 de marzo 2015






Publicado el  por admin


Por Alfredo Leuco



La familia Kirchner siempre se sintió propietaria y no inquilina del estado. Tanto en Santa Cruz como en la Nación, primero Néstor y después Cristina, se manejaron como si fueran los dueños y no los habitantes circunstanciales de la casa de gobierno. Los presidentes constitucionales firman un contrato de alquiler con la ciudadanía que los vota por un determinado período. Ese contrato, a Cristina se le vence el 10 de diciembre y no hay renovación posible. Tiene que abandonar la quinta de Olivos y volver al llano. Eso la descoloca. La desespera.

 No está acostumbrada a vivir como una ciudadana común, sin fueros ni privilegios. En su discurso de despedida, Cristina ratificó su convicción de que ella es el estado, la democracia y la Constitución. “La democracia no se imputa”, decía la consigna convocante para el acto de ayer frente al Congreso. Como si Cristina fuera la democracia permanente y no solamente la representante temporaria. “El partido judicial se independizó de la Constitución”, expresó ayer a los gritos y cargada de ira.

 Como si esa mujer se creyera de verdad aquella expresión de deseo frustrada de Cristina eterna. Como si esa mujer verborrágica, además de exitosa abogada y arquitecta egipcia, fuera la mismísima Constitución con polleras. Todo eso se lo dijo en la cara a quien uno de sus talibanes definió como el general Ricardo Lorenzetti. 

Cristina retó y pegó palazos a distintos sectores, pero quien mas recibió fue el presidente de la Corte Suprema de Justicia. Lorenzetti, callado, puso la otra mejilla una y otra vez. Era una gravísima acusación al jefe de uno de los pilares en los que se asienta la democracia. Si fuera cierto que uno o varios jueces que se independizaron de la ley y la Constitución, la Corte Suprema debería haber actuado en consecuencia.

 En realidad, no hay jueces que quieran gobernar, como denunció Cristina. Es ella, la que quiere ser juez y parte.

La verdad es que Cristina en su adios al Congreso de la Nación mostró sus delirios de grandeza y su autoritarismo. Le faltó decir: “la Constitución soy yo”. Porque los jueces y fiscales que la están investigando y la van a seguir investigando cada día mas como corresponde, no se independizaron de la Constitución. Se independizaron de ella, y de los carpetazos y las amenazas a los que estuvieron sometidos durante mucho tiempo.

Esa es la verdad. Un juez que quiere saber si la presidenta se enriqueció ilegalmente y lavó dinero junto a su socio Lázaro Báez, está cumpliendo con su función. No está violando la ley ni la Constitución. Los magistrados que quieren castigar la matriz corrupta del estado que tiene nombres y apellidos como Cristina, Néstor, Máximo, Jaime o Lázaro, entre otros, lo hacen para acatar el artículo 16 de la Constitución que dice textualmente: ” La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre ni de nacimiento: no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley”.

Son tantas las mentiras que Cristina repite de un país de fantasía que solo existe en su cabeza, que finalmente terminó creyendo que la Constitución es ella  y que investigar a la presidenta es violar la Constitución. Es insólito. Es la expresión mas clara de un absolutismo monárquico que no terminó en chavismo porque el pueblo argentino no se lo permitió y le puso límites en las calles y en los votos. Casi estuvo al borde de la irracionalidad de decir : “El estado soy yo”, como se dice que dijo Luis XIV ante el parlamento francés. Es que Cristina no cree en la división de poderes. Ella cree en la sumisión de poderes. Lo logró con el poder legislativo al que convirtió en una escribanía de sus caprichos, gracias a la legalidad que le dieron los votos en las urnas. 

Pero no pudo hacer lo mismo con el poder judicial. Por eso está tan furiosa y acusa de golpista a uno de los poderes de la democracia. Por eso se cree que el general Lorenzetti encabeza un derrocamiento tragicómico que no existe ni en las peores pesadillas de nadie. El cuarto poder, como se le dice popularmente al periodismo, tampoco se arrodilló. Una parte si se dejó domesticar y se puso al servicio de Cristina. Algunos por ideología y otros por los millonarios sueldos y pautas publicitarias que recibieron. Pero otra parte de los medios de comunicación se mantuvo independiente, controlando, criticando, poniendo la piedra en el zapato como corresponde a su rol en toda democracia. 

En Santa Cruz, los Kirchner se acostumbraron a manejar a su antojo los tres poderes y a reducir a la servidumbre a la mayoría del periodismo. Pero en el país no lo lograron. Perdieron las dos grandes batallas refundacionales. No pudieron aplicar la Ley de Medios en la parte que mas le interesaba que era la de destruir a los diarios que se plantaron sin obsecuencias. Ayer el cartel mas grande que la televisión camporista tomaba era contra “Los encubridores de papel prensa”. Y no pudieron aplicar la mal llamada “democratización de la justicia” como una manera de ponerle la camiseta partidaria a todos los jueces y fiscales. Lograron meter una fuerte agrupación llamada “Justicia legítima”, pero no les alcanzó para colonizar y hacer arrodillar a todo el poder judicial. 

Todo lo que Cristina no puede controlar es golpista. Todo el que piensa distinto es un conspirador. La mayor producción de Cristina fue la fabricación de enemigos destituyentes. Fabricó tantos que hoy los que no la votan a ella ni a su proyecto son amplia mayoría y por eso cualquier opositor ganaría en segunda vuelta. La democracia crujió y se agrieto por los intentos de convertir a la Argentina en Venezuela. Pero fracasaron en el intento. 

Está claro que Cristina no es la dueña de la Constitución ni del estado ni de la democracia. Es una propiedad compartida por 40 millones de argentinos. 

Ayer quedó demostrado que el absolutismo y la autocracia solo reconocen el poder a Cristina. Pero la República es otra cosa.Tiene equilibrios y controles. Tiene diálogo y debate. Tiene consensos y disensos. La democracia abre la cabeza y la autocracia la cierra. La República nos incluye a todos y el absolutismo monárquico divide para reinar. Ayer la reina Cristina comenzó su despedida. Faltan 9 meses, el tiempo suficiente para parir una nueva era en la Argentina que nacerá el 10 de diciembre. 

Amanece que no es poco.


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