viernes, 4 de marzo de 2016

Fue un disparo al corazón del relato K





03/03/16


Si la beligerancia kirchnerista contra Mauricio Macri en el Congreso fuera reflejo de algún estado de ánimo similar de la sociedad, el Presidente se vería en la obligación, quizá, de repensar su plan estratégico cuyo punto de partida consiste en recuperar la armonía colectiva dañada. Para fortuna del Gobierno, aquellos beligerantes representan hoy una expresión minoritaria, reflejada incluso en la diáspora que padece esa misma oposición. 
Tampoco resulta posible advertir ninguna pasión popular por el macrismo. Así pareció quedar reflejado en la raleada movilización callejera –respetuosa del protocolo antipiquetes– que siguió bajo una garúa tenaz las palabras presidenciales que inauguraron las sesiones ordinarias. Entre ambos extremos, asoma todavía una sociedad con una expectativa cauta, dispuesta a concederle a Macri el tiempo indispensable para que desarrolle su tarea.
Esa concesión, que no estaría sustentada sobre vigas inamovibles, habría sido la que terminó de persuadir al Presidente sobre la perentoriedad de blanquear la herencia recibida de Cristina Fernández. Una omisión convertida en error el día que asumió. Tampoco se trató de una decisión de último momento. Hace más de dos semanas que el mandatario tenía definido el tema, en sintonía con Marcos Peña. De hecho, el jefe de Gabinete tuvo una participación conceptual activa en el mensaje leído que se prolongó durante una hora y dos minutos. El rumoreo había continuado por inercia aunque hasta uno de los asesores más renuente a revolver en el pasado –el ecuatoriano Jaime Durán Barba– terminó aceptando su inevitabilidad.
¿Por qué razón? Porque la sociedad debía conocer el estado de cosas del país para admitir, siquiera apretando su nariz, que en el camino de los primeros tiempos de gestión macrista no fluirán los aromas agradables. Pero que una mejoría sería posible de avizorar en el horizonte. La única manera, en teoría eficaz, de que aquella expectativa no se esfume.
Tan convencido estuvo Macri de tal necesidad política que dedicó casi la mitad de su mensaje a describir los descalabros recibidos. Y en ese quehacer se ocupó de dispararle un balazo al corazón del relato K. Tomografió un Estado desvencijado, corrupto e incompetente. Sobre las supuestas bondades de ese mismo Estado, Cristina cimentó sus peroratas del segundo mandato y pretendió configurar, sin mucho éxito por lo visto, una fuerza política (La Cámpora) que resultara capaz de enterrar al peronismo. El Presidente aportó, entre varias y siempre debatibles, una cifra lapidaria: entre el 2006 y el 2015 los argentinos pagaron en concepto de impuestos a aquel Estado US$ 694 mil millones más que en la década del 90.
¿Qué sucedió con esa gigantesca masa de dinero? ¿Por qué motivo la salud, la educación, la Justicia y la seguridad no mejoraron? Puede ser cierto que algunos indicadores difundidos por Macri sobre pobreza e inseguridad no sean exactos. Pero eso desnudaría también las falencias neurales del Estado. No hay estadísticas sobre casi nada. Respecto de la criminalidad, los números más cercanos remiten al 2008. El kirchnerismo supo llenar ese vacío con relato. Hasta que la credibilidad social se consumió.
De allí que resultó difícil entender, salvo que fuera mirada bajo la lupa del autismo, la reacción de la bancada ultra K cuando Macri le endilgó al gobierno que se fue el lastre de la inflación. Se trata de una de las dos principales preocupaciones sociales que aparecen en todos los trabajos de opinión pública. Que se viene incubando desde el 2007, cuando Guillermo Moreno intervino el INDEC. Que tuvo además un eyector con las políticas de Axel Kicillof. Escuchando a la diputada Diana Conti, a lo mejor podría comprenderse aquella patología. Sostuvo después del acto en el Congreso que el alza de precios obedece al levantamiento del cepo y la devaluación promovida por el ministro Alfonso Prat- Gay.
Macri, pese a esos inconvenientes, pudo haber sacado una conclusión tranquilizadora para la época que se avecina. La bancada rupturista del FpV, que encabeza Diego Bossio, estuvo toda la hora del discurso en silencio y respetuosa.
 Entre varios senadores y gobernadores peronistas se detectaron, en ciertos tramos, cuchicheos y ademanes de aprobación. Sergio Massa, el líder del Frente Renovador, fue moderado en la valoración final, pero también aprobó la revelación de la herencia. Necesitará de todos ellos, sin dudas, para iniciar un recorrido parlamentario de empedrado grueso. Por empezar, la derogación de la Ley Cerrojo para que pueda darse curso al acuerdo con los fondos buitre, sellado en las últimas horas.
Como le ocurrió con la herencia, al macrismo le estaría faltando una explicación política –no económica– de la salida del default. Quizá no haría falta detenerse en el presunto virtuosismo de las negociaciones (que debió existir) como en la inevitabilidad del rumbo adoptado. Nunca resulta grato resarcir a los usureros. Pero, ¿qué alternativa propuso el kirchnerismo como no ser la de una resistencia ruinosa para la economía? ¿No fue la economía, acaso, entre varias razones, la que determinó un resultado electoral negativo para los K? Repasando el último mapa del voto 2015 se comprendería: Macri se coronó presidente con el respaldo de las zonas del país donde la producción representaría el 75% del PBI.
La segunda mitad del mensaje de Macri se apartó de la herencia y tuvo más lazos con la génesis política del PRO. Aquella que abreva mucho en el aspiracionismo. La de una nación mejor, con igualdad de oportunidades, donde se pueda vivir feliz. “Un país que nos cuide”, ejemplificó el Presidente.
 Se trata de una apropiada receta de campaña –quedó demostrado– cuya onda expansiva aún podría servir en medio de una comunidad con esperanza. Pero cuyo vuelo irá menguando irremediablemente a medida que el tiempo transcurra.
El Presidente no sólo tomó nota de los peronistas que no lo provocaron en el Congreso. También puso atención en Cambiemos. Nombró expresamente, en la única mención de la hora de lectura, a Elisa Carrió por un futuro proyecto de beneficio para los niños. La diputada, más allá de los votos, constituye siempre un símbolo en relación a la transparencia.
 Endulzó al radicalismo cuando, al recordar el centenario de la primera victoria electoral de Hipólito Yrigoyen, propuso avanzar con una reforma política. Se apropió por un instante del “Nunca Mas” florecido durante el alfonsinismo para anticiparse a los 40 años del golpe militar que derivó en la dictadura sangrienta. También, para enfrentar los avatares internos que detonará en esa fecha, el 24 de marzo, la visita del presidente de EE.UU., Barack Obama.
Quizá buscando no encrespar más los ánimos de los ultra K, el Presidente orilló más los problemas de corrupción que la herencia de la penetración del narcotráfico. Sucede que muchas causas somnolientas en Comodoro Py durante el kirchnerismo se comenzaron a desperezar. Hay siete ex funcionarios procesados y Cristina fue citada para el 13 de abril por el juez Claudio Bonadio, por ventas de dólar a futuro que hizo el Banco Central.
Macri, en cambio, recordó la muerte del fiscal Alberto Nisman. Casi al mismo que estalló un escándalo alrededor del caso. La jueza Fabiana Palmaghini se declaró incompetente en la causa y denuncia penalmente a la fiscal Viviana Fein, quien defendió hasta el minuto final la tesis del suicidio.
La crisis derivó de la maratónica declaración Jaime Stiuso. El espía, viejo socio de los Kirchner, habría dicho que Nisman fue asesinado por su investigación sobre la voladura de la AMIA.
 Bajo fuego podría quedar no sólo la muerte del fiscal. También, el Memorándum con Irán y la propia figura de Cristina. Macri y los talibanes K se desayunaron de esa novedad cuando la contienda en el Congreso había concluido.

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