miércoles, 9 de marzo de 2016

Peronismo histórico versus kirchnerismo






09/03/2016





Por Hernán Andrés Kruse


Nunca fueron fáciles las relaciones entre el peronismo histórico o tradicional y el kirchnerismo. Aunque suene paradójico, Néstor Kirchner llegó a la presidencia gracias al apoyo del aparato duhaldista, todo un emblema del peronismo histórico. 

Sin embargo, en su discurso del 25 de mayo de 2003, el flamante presidente aludió a la transversalidad, a la necesidad de que el kirchnerismo no se redujera al PJ tradicional sino que les abriera las puertas a otras fuerzas políticas que, sin ser peronistas, apoyaban el ideario kirchnerista. Sin embargo, muy pronto el presidente Kirchner se dio cuenta de que, sin el apoyo del aparato duhaldista, la gobernabilidad de su gobierno estaba en riesgo. Rápido de reflejos, recompuso su relación con los “barones” del conurbano bonaerense y pactó con el poderoso Hugo Moyano para garantizar su apoyo y el de su fuerza de choque si se presentaban “turbulencias”. 

Kirchner sentía aversión por el peronismo histórico pero, pragmático como buen peronista que era, tragó saliva y se sentó a la mesa de negociaciones para transar con el peronismo de Perón. Pero Kirchner no era un hombre dispuesto a ser un títere de Duhalde. En 2005 cortó por lo sano apoyando la candidatura a senadora nacional por la provincia de Buenos Aires de su señora esposa, Cristina Fernández, quien en las legislativas de aquel año compitió nada más y nada menos que con Chiche Duhalde, la esposa del ex presidente interino.

 El quiebre definitivo se produjo dos años más tarde, cuando bendijo la candidatura presidencial de Cristina. Como en aquel entonces Kirchner se había convertido en el macho Alfa, nadie dentro del peronismo osó cuestionarlo. Todos sabían que Cristina sería la próxima presidente, razón más que suficiente para obedecer al jefe.

Con Cristina en el poder, el kirchnerismo mantuvo la alianza estratégica con el peronismo histórico, fundamentalmente con Hugo Moyano. Durante el largo y peligroso conflicto desatado por la resolución 125, los camioneros, comandados por el hijo de Moyano, Pablo, estuvieron cerca de entrar en combate con los campestres.

 Resultaba por demás evidente lo beneficioso que resultaba tanto para Kirchner como para Moyano la sociedad que habían conformado. Moyano le garantizaba a Kirchner la “paz social” y Kirchner hizo todo lo posible para ayudar al gremio camionero a incrementar notablemente el número de afiliados, es decir, la caja. Esta sociedad por conveniencia se hizo añicos el 27 de octubre de 2010, jornada de luto para el kirchnerismo y buena parte de la sociedad. La muerte de Néstor Kirchner significó en la práctica el quiebre de la relación del kirchnerismo con el peronismo tradicional. 

Sin Kirchner a su lado, Cristina se alejó del peronismo histórico, fundamentalmente del sindicalismo peronista de derecha. El resultado de este enfriamiento fue el esperado: Cristina y Moyano pasaron a ser enemigos irreconciliables. Durante la segunda presidencia de la viuda de Kirchner, Hugo Moyano se transformó, consciente o inconscientemente, en aliado de la oposición al kirchnerismo. La “bestia negra” pasó a ser considerada por el monopolio mediático un “alto, rubio y de ojos azules”. Como era previsible, los paros no tardaron en llegar. La guerra declarada entre Cristina y Moyano repercutió fuertemente dentro del peronismo. 

El liderazgo de la presidente sufrió un fuerte cimbronazo, lo que envalentonó a algunos dirigentes cercanos a independizarse. El caso más notorio fue el de Sergio Massa. El ex jefe de Gabinete creó una fuerza política “independiente” a la que denominó “Frente Renovador”, haciendo honor, quizás, al peronismo renovador de los ochenta. En las elecciones de 2013 dio el batacazo derrotando al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires. Cristina jamás se recuperó de ese golpe. Más adelante culparía a los servicios por haberle mentido acerca de las ambiciones del tigrense.

Con su victoria en territorio bonaerense, Massa se transformó en el más importante de los candidatos a presidente para 2015. El cisma en el kirchnerismo era cada vez más profundo. Ni lerdo ni perezoso, el peronismo tradicional, que a esa altura no ocultaba su aversión por la presidente, se hizo massista de la primera hora. El sindicalismo se mantuvo expectante pero indudablemente sentía una gran satisfacción por la sangría que estaba padeciendo el kirchnerismo. Ante este nuevo escenario, Cristina fue fiel a sí misma: dobló la apuesta. Se hizo más camporista que nunca, con lo cual no hizo más que ahondar la división dentro del peronismo.

Dentro de este escenario debió moverse, contra su voluntad, Daniel Scioli. El triunfo de Massa lo obligó a modificar radicalmente de estrategia de cara a las presidenciales de 2015. No tuvo más remedio que ser más cristinista que la propia Cristina, lo que lo obligó a una sobreactuación que terminó siendo un búmeran. Scioli quedó atrapado en un callejón sin salida. Pese a que nunca fue kirchnerista, la poca audacia que demostró para independizarse de Cristina en el momento oportuno (antes de las elecciones de 2013) lo condenó a una dependencia de la presidente que dinamitó sus chances para llegar a la Casa Rosada. El peronismo se había fracturado. En esta vereda, el kirchnerismo; en la otra, el peronismo antikirchnerista o, si se prefiere, el peronismo histórico.

La fractura del peronismo no hizo más que entregarle en bandeja la presidencia a Mauricio Macri. Pese a que en el ballotage Scioli hizo una muy buena elección, los votos no le alcanzaron para ser presidente. Le faltaron, precisamente, los votos del peronismo histórico, que se inclinaron por el antiperonista Mauricio Macri.

 Consumada la derrota, la diáspora peronista se hizo más profunda. Como era de esperar, varios legisladores que hasta el día anterior habían jurado lealtad a Cristina, emigraron conformando un bloque independiente liderado por Diego Bossio, quien hace poco dijo sin ruborizarse que nunca había sido kirchnerista. Para echar más leña al fuego, varios gobernadores peronistas que se habían cansado de rendirle pleitesía a Cristina comenzaron a hablar bien del flamante presidente. Incluso uno de ellos, Juan Manuel Urtubey, parece ser más macrista que el propio Macri. Es probable que la fractura se haga expuesta luego de las elecciones internas de autoridades partidarias, donde el kirchnerismo no estaría dispuesto a avalar a José Luis Gioja como jefe del peronismo.

El antagonismo entre el peronismo tradicional y el kirchnerismo entró, aparentemente, en un callejón sin salida. Entre ambos sectores existen profundas diferencias que exceden lo meramente táctico o estratégico, incluso lo personal. Las diferencias se hunden en el factor ideológico, lo que obliga a rememorar la trágica década del setenta y, fundamentalmente, la decisión de la juventud peronista de abandonar la Plaza de Mayo en aquella histórica jornada del 1° de mayo de 1974, cuando el líder moribundo, luego de insultarla, dijo que había llegado la hora de hacer tronar el escarmiento.

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