05/03/2016
Por Guillermo Cherashny
Unos días después que la jueza Palmaghini se declarara incompetente en la investigación del asesinato de Nisman, después de las declaraciones de Lorenzetti, Sáenz y la más resonante como fue la de Jaime Stiuso, de la que se conocen hasta ahora sólo algunas partes, porque la jueza no la publicó ni entregó copias, pero está claro que después de más de un año de desinformación del gobierno anterior, de la procuradora Alejandra Gils Carbó, la fiscal Fein y la propia Palmaghini, y también la sala 6 de la Cámara del Crimen, el director de contrainteligencia puso sobre la mesa el sentido común y la información clave para determinar que el fiscal fue asesinado por su denuncia por encubrimiento de los iraníes por parte de la ex presidente de la Nación.
La revelación de que Cristina -vía Larcher, el número 2 de la SIDE- dio la orden de parar la investigación contra los funcionarios iraníes, que fue desobedecida por Stiuso y Nisman, en caso de ser probada, es muy grave y tiene carácter delictual para la presidente y sus colaboradores. De ahí que empezara la campaña de destrucción de Jaime Stiuso con el argumento cierto de que pertenece al bajo mundo del espionaje. Se mezcla con negar que Irán estuvo atrás del atentado a la AMIA y que sólo hay pruebas de inteligencia, lo cual es un disparate, porque son conocidas las operaciones de terrorismo fuera de las fronteras de la República Islámica a través de sus embajadas o por encargo al Hezbollah libanés.
También se quiere instalar que hubo una conexión local que puso la bomba, como si algún grupo argentino tuviera esa capacidad terrorista, ya que tanto en el atentado a la embajada como a la AMIA o hubo conexión local, por la simple razón del perfecto profesionalismo, ya sea de los iraníes o el Hezbollah libanés para cometer atentados sin atribuírselo pero, dada la personalidad de las víctimas o instituciones o países que están en la lista negra de Irán o Hezbollah.
En el caso argentino, ahora quedó claro que Irán, vía Venezuela, buscaba tecnología nuclear avanzada como tiene la Argentina, en épocas en las que había un embargo sobre ese país, que mantenía excelentes relaciones con el comandante Chávez de Venezuela por su alianza en la OPEP.
Las declaraciones de Stiuso establecen dos cosas: en primer lugar, Cristina ordenó que no investigaran más a funcionarios iraníes y segundo, CFK, después de la muerte de Néstor Kirchner, quería compartir el liderazgo latinoamericano con Chávez y a la muerte de éste tomó su lugar y firmó el memorándum con Irán, por la tecnología nuclear y por despecho con el gobierno de Barack Obama, que no la recibió nunca en visita de estado.
La única fuga de información de este cambio de política exterior la descubrió el fallecido periodista José Eliaschev, quien informó sobre una reunión de Timerman con los cancilleres sirio e iraní, que fue desmentida pero después se comprobó su veracidad con la firma del memorándum con Irán, que determinaba la creación de una comisión de la verdad que reemplazaba a la justicia argentina, que parecía una acción diplomática pero, si como dice Stiuso, la ex presidente dio la orden de no investigar a los iraníes, está claro que hay una clara intención dolosa por parte de Cristina y sus ministros de encubrir a los autores de un delito de lesa humanidad como fue el de la AMIA.
La denuncia de Nisman ponía en blanco sobre negro esa intención dolosa y el gobierno decidió silenciar al fiscal. Ahora la justicia tiene todos los elementos para llegar al fondo de la investigación de la muerte violenta de Nisman.
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