RAMOS GENERALES...
24/03/14
Por Horacio Palma
A los argentinos nos cuesta la Historia. Nos pesa la Historia. Tantos años
han pasado y todavía la llevamos de lastre. Andamos divididos y empantanados en
las tragedias de un pasado tan definitivo como lejano, en lugar de pensarnos
Nación y militar en el andar aunados forjando un futuro entre todos. Sin que
nadie falte a esa cita única del: todos juntos.
A veces somos nosotros mismos quienes nos dejamos llevar por la esterilidad
de las divisiones eternas. Pero la mayoría de las veces son otros quienes cargan
nuestra mochila. Divide y reinarás. “Makiavelo” escrito con K.
¿De qué sirve abrir las heridas de un pasado promiscuo, solo para inventar
la historia que le conviene al poder de turno? ¿A quién le conviene atar un país
a la piedra de la discordia y arrojarlo al fango de la mentira? ¿Por qué lucrar
con la venganza, demorando un futuro pacificado? ¿Para qué?
Allí donde la currícula de esta efeméride especial, afirma mentiras como
verdades rotundas, yo me sumerjo cada 24 de marzo en una mar de preguntas sin
encontrar respuestas.
Hace muchos años que estudio los violentos años setenta de Argentina. Es un
tema que me apasiona, en parte supongo, porque muchas de sus heridas arañan
parte de mis recuerdos. Y porque muchas de sus venganzas amputan la felicidad de
mi presente con una extraña tristeza ante tantas injusticias.
Nuestros 70. He tenido la suerte de hablar y de entrevistarme con muchos de
sus protagonistas.
Los pesados, por llamarlos de alguna manera, y los perejiles. Los de los
fierros, y los del pico. Los violentos de caño, y los violentos de pluma.
Hombres y mujeres que un día, por alguna razón, creyeron que debían tomar
las armas para llegar al poder. Hombres y mujeres de armas a los que un día, el
Presidente Perón les ordenó aniquilar al terrorismo.
La política, y los políticos… como siempre en este país, desataron el
desastre y se lavaron las manos.
Matar o morir. Matar y morir. Matar por matar. Matar para no morir.
Algunos los llamaron demonios. Otros aún hoy pelean el número de los
demonios desatados por un tiempo en que se pasearon por nuestra historia los
apasionados por la violencia. Dos, tres, uno… ninguno.
Yo creo que el demonio en Argentina fue la guerra fratricida desatada por
una ideología soberbia, que contestaba con una bomba ante cada pero, y con dos
tiros por la espalda cerraba las discusiones políticas.
Y entonces la tragedia de argentinos contra argentinos.
Tal vez ese demonio que habita dentro de nosotros haya ganado después de
todo la batalla de nuestros 70, no solo con su muerte desbocada entonces, sino
también con sus ansias de discordia aún.
Otro fin de semana largo y recién en marzo… este es por el Día Nacional de
la Memoria por la Verdad y la Justicia. Un feriado inamovible, un prestigio que
ni siquiera la muerte de San Martín se merece. Dicen.
Tengo hijos en la escuela, hijos que son alumnos e hijos que son docentes…
por eso me consta que la conmemoración de éste día en nada se condice con una
memoria por la verdad. Asisto a las parodias de juicios mal llamados de “lesa
humanidad” y visito regularmente los penales a dónde son arrojados los viejos
militares y civiles perseguidos por los resabios revanchistas de quienes en los
70 militaban en pos de los grupos terroristas, por eso me consta también qué tan
lejos está este gobierno de perseguir justicia.
Ni derechos ni humanos. Los desechos humanos brotan en carne viva.
Contar la historia violenta de nuestros años 70 solo desde el 24 de marzo
de 1976, es ser cómplice de los grupos terroristas que creyeron ver en la
violencia, un camino válido para tomar el poder. Justificarla a partir de ésta
fecha, también.
La maestra de mi hijo manda un papelito recortado que pegó en una hoja de
su carpeta de cuarto grado: Dentro del logo de la Madres de Plaza de Mayo se
lee: “24 de marzo. Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia.
Más abajo: “Hoy, juicio y castigo a los responsables de ayer. Fueron años
de silencio y la memoria hay que fortaleces. Que el pasado nos impulse al futuro
con esperanza. El respeto y el consenso fortalecen la esperanza…” Un lindo
versito que firma Silvia Beatriz Zurdo
Ni una sola referencia a los responsables verdaderos. Ni una sola línea de
la historia completa, para comprender mejor aquella violencia.
Los políticos han tenido la inteligente precaución de esconder sus
responsabilidades. Ni peronistas ni radicales ni socialistas han reconocido
nunca su responsabilidad en nuestra tragedia setentista. Nunca han llamado a los
intendentes de entonces para hacerles preguntas.
El 24 marzo no se puede comprender sin Perón. No se puede comprender sin
los cientos de intendentes peronistas ni los cientos de intendentes radicales
durante todo el gobierno cívico militar.
El 24 de marzo no se puede entender si borramos de los libros la violencia
siniestra de terroristas profesionales, entrenados en dictaduras como la de
Fidel Castro en Cuba.
Nunca entenderemos los 70 si escondemos los asesinatos de Aramburu,
secuestrado y fusilado en un sótano, de Larrabure, secuestrado, torturado,
ahorcado y arrojado en una zanja más de un año después, al negarse a colaborar
con los terroristas.
El 24 de marzo no se entenderá nunca si omitimos contar el asesinato de
Herculiano Ojeda un tarde de verano. Ojeda fue quemado vivo solo por ser
policía… y en su retirada, los terroristas asesinaron a Juan Barrios, de 3
años.
Rucci, Mor Roig, Vandor, Sallustro, Sacheri, Viola… miles de argentinos
asesinados por la espalda o volados por los aires, explican el 24 de marzo mucho
mejor que una jornada de reflexión pautada con sospechosa parcialidad.
Y esta foto de un Marino sin atención médica, abandonado por el Estado,
encerrado hace más de 10 años por haber combatido a los terroristas, que llegó
casi muerto por deshidratación e inanición después de haber recorrido media
docena de hospitales públicos en un camión del Servicio Penitenciario Federal
sin que ningún médico del Estado se dignara a darle atención, explica de manera
explícita que la justicia y los “derechos humanos” en la Argentina de hoy, están
teñidos de una escandalosa parcialidad
Deseo sinceramente que en un futuro no muy lejano, los argentinos seamos
capaces de reconciliarnos definitivamente con nuestra historia y con nuestro
pasado, y sin rencores, caminemos pacificados hacia el futuro.
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