Miércoles 26 de marzo de 2014
Por Antonio I. Margariti
Con el diagrama de la CADENA de VALOR y la
acumulación de datos en la planilla EXCEL los ministros de Cristina intentan
estatizar las decisiones económicas controlando costos, precios y ganancias.
EXTRAÑA OBSESIÓN
Tanto Capitanich, con sus peroratas matinales,
como el ministro Kicilloff con las resoluciones de la secretaría de Comercio,
están advirtiendo a los empresarios que van a usar una varita mágica para
dirigir la economía del país.
Se trata de la “cadena de valor”, una especie
llave maestra, que permitiría al Gobierno controlar todo lo que hace el sector
privado imponiendo sus criterios para reprimir la inflación que él mismo provoca
con excesivo gasto público.
Lamentablemente se confunden “de pe a pa” y
precipitan al país a un nuevo fracaso: ahora la planificación estatal de la
actividad económica.
La “cadena de valor” es un artilugio, ideado por
Michael E. Porter, profesor de la Universidad de Harvard (“Competitive advantage
& superior perfomance”, 1985). Consiste en una herramienta para el estratega
de negocios. Permite separar las actividades fundamentales de la empresa:
diseñar, producir, vender y distribuir, de otras actividades en las cuales
espera conseguir la ventaja competitiva.
La “cadena de valor” se desarrolla mediante un
diagrama gráfico que sirve para dos fines: a) describir las actividades internas
de la empresa y b) insertar estas operaciones dentro del sector de actividad, un
campo más grande que incluye proveedores, clientes y canales de
distribución.
LAS CADENAS DE VALOR INTERNA y
SECTORIAL
La “cadena de valor” interna es una mera
representación gráfica en forma de flecha que incorpora horizontalmente las
secciones de: abastecimiento, diseño, tecnología, recursos humanos y
equipamiento. Estas cinco secciones están interrelacionadas por seis
operaciones: 1º lay-out interno, 2º proceso productivo, 3º logística externa, 4º
marketing, 5º mantenimiento y 6º atención postventas.
El objetivo del diagrama es muy básico: consiste
en examinar las actividades de la empresa para analizar las fuentes de sus
ventajas o desventajas competitivas, identificando cómo se crea valor para el
comprador y cómo se logra una estrategia de diversificación.
En el caso de la cadena de valor de un sector
(automotriz, granos, molinería, bodegas, textiles, confecciones, etc.) el
objetivo es distinto: consiste en examinar las eficiencias y deficiencias que
transmiten los proveedores de insumos, las imperfecciones y eficacias de quienes
transportan productos, la fidelidad e incumplimiento de los clientes y las
trabas y obstáculos resultantes de leyes o regulaciones administrativas.
RIESGO DE AMBAS CADENAS
Michael Porter señala que el análisis de la
“cadena de valor” es importante y valioso en el caso del análisis interno de una
unidad de negocios. Pero que se transforma en un análisis más evanescente e
impreciso cuando se quiere extender a un sector industrial, comercial o agrícola
porque, dice: “sólo sirve para comprender cómo se inserta nuestra actividad en
otra serie de eslabones operativos ajenos, vinculados con proveedores locales o
del exterior, canales de distribución y compradores, los cuales suelen cambiar o
ser sustituidos sin nuestra intervención”.
De manera que la famosa “cadena de valor” no
sirve para calcular costos, ni determinar precios de venta, y mucho menos para
establecer la rentabilidad o ganancia. Sólo es “un esquema de interrelaciones”
para observar dónde están instaladas –circunstancialmente- nuestras fortalezas y
debilidades frente a los competidores.
El propio Michael Porter, padre de la estrategia
corporativa, fundó una compañía consultora llamada Monitor Group para ayudar a
las empresas a hacer frente a la competencia derrotando a los rivales, pero tuvo
que declararse en bancarrota incapaz de pagar sus obligaciones, incluyendo el
alquiler de sus oficinas. La empresa llegó a tener 27 sedes en 17 países del
mundo y fue adquirida en 2012 por Deloitte.
RELATIVIDAD DEL ENFOQUE
Obligar a los empresarios a preparar planillas
Excel con el fin de juntar datos para alimentar las infinitas cadenas de valor
de la economía nacional, es una tarea inútil, costosa y de resultados
deplorables.
No hay forma de sustituir la precisa y minuciosa
contabilidad de costos por la planilla Excel, porque aquella es independiente de
los gigabytes que pueda tener una computadora y ésta tiene un margen muy
limitado.
La primera consiste en el genial invento de la
Partida doble, basada en el “principio del devengamiento” para describir la
corriente real de bienes y servicios de un negocio, inventada por el fraile Luca
Pacioli en 1494 (Summa de arithmetica, geometria, proportioni et
proporcionalita).
En cambio, la segunda. es un retroceso
tecnológico a la partida simple o contabilidad cameral, que se guía por el
“principio de caja”. Fue utilizada en el antiguo Egipto por los escribas que
anotaban en filas y columnas grabadas en papiro o placas de mármol, los nombres
de las cuentas, las cantidades, el saldo inicial, las partidas positivas y
negativas y el saldo final.
CONOCIMIENTO DISPERSO Y
CIRCUNSTANCIADO
No hay ninguna posibilidad de controlar costos
con planillas Excel acumuladas en un organismo de planificación central. Ni aún
contando con computadoras de gran capacidad de memoria. Porque el conocimiento
económico está disperso en millones de sitios y en millones de personas,
dependiendo de circunstancias de medios, tiempo, modo y lugar.
Cuando los datos son relevados mediante
formularios, intervienen muchas personas con distintos criterios, luego deben
ser verificados, después corregidos de errores y falsedades, trasladados y
homogeneizados a otras planillas, finalmente procesados para ingresar en una
computadora, lejos del lugar de los acontecimientos.
Eso lleva muchísimo tiempo y está infectado por
el “bias” o sea la probabilidad y predisposición a contener datos inestables,
endebles, inconsistentes y sin valor.
VALOR DEL MERCADO ABIERTO Y
LIBRE
No existe en el campo humano ninguna
supercomputadora, ni modelo econométrico, ni metodología científica capaz de
reunir, armonizar y comprender todo el conocimiento económico.
Porque es un conocimiento disperso que no está en
manos de un sólo agente, por más poderoso que sea. Depende de circunstancias
variables de tiempo, modo, lugar y medio de comunicación. Al procesarlos para
una oficina central, se tarda tiempo y las oportunidades se pierden.
Por ello, desde antes que aparezcan los sistemas
de socialismo, capitalismo o intervencionismo, la historia enseña que por
evolución y tanteos, la humanidad llegó a encontrar un mecanismo simple pero
efectivo, que refleja todos los conocimientos y las intenciones de quienes
operan en la economía: el PRECIO, siempre que se determine en mercados abiertos,
libres y sin monopolios, con una moneda estable que no varíe su capacidad
adquisitiva por alteraciones espurias.
EL PRECIO LIBRE COMO SEÑAL DE
ESCASEZ
En un mercado no intervenido por el Estado ni
dominado por un monopolista, el precio brinda información valiosa que el
operador no conoce.
La decisión de comprar, vender o abstenerse a ese
precio, da al operador, la oportunidad de poseer un conocimiento circunstancial
que él mismo ayuda a reflejar en el precio, sin necesidad de estudios
sociológicos ni complicadas planillas.
La mayoría de estos conocimientos son tácitos y
no-explícitos, y la gente que opera en cualquier mercado nunca es plenamente
consciente de que está compartiendo conocimientos mediante las señales de
precios, ni tampoco percibe que está influyendo en ese conocimiento a la hora de
tomar una decisión de ofertar, demandar o abstenerse.
Por eso, la intención de querer dirigir la
economía argentina mediante las Cadenas de Valor con planillas Excel es un error
e innegable muestra de retroceso intelectual y dureza de cerviz.
Con funcionarios soberbios e inexpertos, que
creen descubrir lo que ya fue descubierto y empecinados en un nuevo fracaso,
nunca aprenderemos de los errores que Argentina viene cometiendo desde hace 70
años.
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