CARTAS Y NOTAS DE NUESTROS AMIGOS LECTORES
LA
COLUMNA DE LA SEMANA
Las
cosas por su nombre: tarifazo
Por
Luis Domenianni
“Esto no es un tarifazo sino una reducción de subsidios
diferencial” fueron las palabras del semántico Axel Kicilof para explicarles a
millones de argentinos que van a pagar más por el agua y por el gas de red. A
su vez, Jorge Capitanich dijo que la medida “implica un efecto redistributivo”
y que su incidencia “será insignificante”.
Por su parte, la presidente de la República, navegando
entre las nubes de Úbeda, se refirió al aumento de tarifas con referencias “a
los aires acondicionados de su madre”, a su sentimiento de “madre de todos los
argentinos”, al “alfajor Fantoche” y su silueta, y a la temperatura en el
hospital de Roma donde la atendieron de “su esguince”.
Todo esto, lo de Kicilof, Capitanich y Kirchner, para no
decir: “Señores y señoras, arrancó el tarifazo” y punto.
Pero no, hay que maquillar, disfrazar, travestir,
disimular, transfigurar, decorar o lo que fuese para no decir la verdad. Para
no llamar las cosas por su nombre. Para no reconocer el absoluto y total
fracaso de una política económica a la que ahora hay que trastocar en 180
grados para evitar la bancarrota. O sea para impedir que el país se quede sin
reservas en divisas.
Y claro, se trata de un tarifazo que recién comienza. Que
continuará en cualquier momento con las tarifas eléctricas y luego con las del
transporte, aunque ahora Florencio Randazzo diga lo contrario en aras de su
hipotética candidatura presidencial. Que crecerá en las ya modificadas de gas y
agua de red. Por eso lo de “arrancó”. Aquí no termina, ni mucho menos.
Son los precios que hay que pagar por la fiesta K. Esa
fiesta que terminó para todos, menos para los propios K, que siguen accediendo
a los empleos y conchabos del Estado como si el gasto público pudiese continuar
tal como está o solo disminuir por la vía de las tarifas.
De paso resulta cuando menos un insulto a la inteligencia
el argumento del pobre Capitanich –no en el sentido económico del término-
cuando arguye una justificación del tarifazo por los reclamos opositores.
Capitanich sabe que nadie quiere un tarifazo. Que durante
años se le dijo al gobierno que debía cambiar la política económica para no
caer, precisamente, en el tarifazo, ni en la devaluación, ni en la inflación,
ni en la recesión. Que se trataba de advertencias para que esto no pase.
La respuesta siempre era que no iba a pasar. Y ahora
pasó. Entonces que Capitanich no mire ni para los costados, ni para atrás. Que
se mire a sí mismo y a los K. Que, al menos, tenga coraje para hablar con la
verdad. Si, perdón, es pedir peras al olmo.
Chau
nunca menos
¿Qué quedó de aquel “nunca menos”? Pues quedó la
inflación a la que no frena ni la recesión, quedó la devaluación, quedó el
tarifazo, quedó el impuestazo para pagar la fiesta, queda ahora el retraso
salarial so pena de perder puestos de trabajo, quedaron las estadísticas
falsificadas, quedaron las deudas impagas con el mundo.
Peor, imposible. Porque aún si cualquier comparación con
el 2001 muestra una situación mucho menos complicada, por aquel entonces las
condiciones internacionales desfavorecían a la Argentina.
Con el kirchnerismo, en cambio, se produjo la gran
demanda china de soja y el fuerte crecimiento brasileño, hechos que permitieron
aquella bonanza de los primeros años K.
Pero no pasó mucho tiempo para que la bonanza fuese
herida de muerte. Y fue Néstor Kirchner quién disparó el tiro. Fue su concepto,
acerca del consumo como único generador de crecimiento económico, el balazo que
liquidó el posible círculo virtuoso de la economía argentina.
Porque el círculo virtuoso, acá, en la China y en el
mundo es la trilogía inversión, producción, empleo. Y la consecuencia natural
de esa trilogía es innovación, productividad, competitividad interna y, sobre
todo, externa. Así, crece el consumo real. No el ficticio que se produce como
consecuencia de subsidios que nadie ignora que son imposibles de mantener en el
tiempo.
Sí, el Estado tiene un rol en la economía. Un doble rol:
el de no interferir en los procesos productivos y el de evitar o poner freno a
las distorsiones que siempre acontecen en un proceso productivo capitalista. Y
punto.
La cuestión social que el Estado debe atender pasa por
otro lado. Tan es así que los subsidios sobre las tarifas públicas en
prácticamente nada beneficiaban a los carenciados, mientras que como
consecuencia del gasto público que generan, resultó imposible incrementar, por
ejemplo, los planes cooperativistas que continúan en poco más de 2.000 pesos
mensuales, sin actualización.
Salarios
Y el ajuste sigue por los salarios.
La reciente firma del convenio de la Unión Obrera Metalúrgica por el 29,6 por
ciento de aumento es indicativo de la situación.
Obviamente, se trata de un
incremento por debajo de la inflación. Por lo tanto, consagra una pérdida de
poder adquisitivo del salario. Pero además fue firmado antes del tarifazo de
agua y gas de red y, por supuesto, que los venideros de la electricidad y el
transporte. Ergo, el retraso frente a la inflación es aún mayor.
¿Por qué, entonces, la UOM firmó?
Por varias razones, algunas de ellas políticas. Como por ejemplo la cercanía de
su titular, Antonio Caló, con el gobierno. Es el jefe de la CGT oficialista.
Otras, sindicales, como el compromiso empresario de un aporte extra de 400
pesos en ocho cuotas, por empleado, para la obra social.
Pero, fundamentalmente, la razón
principal es la recesión. La parte no escrita del convenio es el compromiso
empresarial de no despedir trabajadores a cambio del retraso salarial. Y es el
gobierno nacional y popular –nac and pop- el que muestra su satisfacción
–además del apriete previo- por la firma de un convenio que reduce los salarios
reales y que, llegado el caso, no impedirá los despidos.
Otro cantar es la cuestión docente.
Parece mentira que a esta altura del
partido todavía alguien pretenda echar culpas sobre los maestros por su
“irresponsabilidad social” por realizar paros. Y, para peor “justo cuando
comienzan las clases”.
A ver, dejémonos de hipocresías, los
maestros, los profesores y los no docentes son asalariados. Por tanto, discuten
sus salarios con las mismas armas que cualquier otro gremio. No puede ser que
sigamos en este país esbozando una sonrisa cómplice cuando el paro es del
transporte así no vamos a trabajar y una cara larga e indignada cuando la
huelga es de los maestros porque no sabemos qué hacer con los chicos en casa.
En cuanto a la responsabilidad
frente a los alumnos, cuando menos es una responsabilidad compartida ¿O el
estado –como el bonaerense- que persigue el deterioro del salario docente
frente a la inflación es inocente?
Después claro se deben hacer otras
consideraciones. Como por ejemplo la modificación del estatuto docente que
consagra el abuso en faltas y licencias, que representa un fuerte incremento
del gasto público provincial por la necesidad de suplencias y suplencias de las
suplencias y que conspira contra la calidad educativa.
Pero ese es otro cantar que no tiene que ver con el
salario. Tras casi once años de kirchnerismo donde no fue resuelto, ni tratado,
no se puede colocar sobre la mesa cuando aprieta un paro, para luego sepultarlo
no vaya a ser que se pierda algún voto del magisterio.
También está la cuestión política. La de la interna
sindical con el avance de la izquierda por sobre el kirchnerismo. Y la del
propio kirchnerismo que domina casi todas las conducciones sindicales de los
maestros de la provincia de Buenos Aires y las usa como ariete contra Daniel
Scioli.
Finalmente, los maestros bonaerenses acordaron un
incremento salarial superior al 30 por ciento en una escala que alcanza hasta
el 38 por ciento.
Scioli
Entonces ¿Está todo bien? No está todo mal. Porque el
incremento representa un incremento del gasto en el presupuesto provincial del
orden del 12,5 por ciento… que nadie sabe de donde va a salir. Agravado porque
aún faltan los incrementos de otros agentes del estado provincial.
¿Scioli va a incrementar impuestos? Por supuesto, sus
voceros dicen que de ninguna manera. Como si hasta el momento no hubiese
llevado la presión tributaria a niveles record. Aseguran que van a lanzar una
moratoria sobre los impuestos provinciales para lograr una recaudación extra de
3.600 millones de pesos que, obviamente, no se llamará moratoria
sino…”inclusión tributaria”. Ay, ay, ay… las cosas por su nombre.
Claro moratoria suena injusto. Y suena injusto porque es
injusto. Se embroma el que pagó en término. Se beneficia el que no lo hizo. Es
la inclusión tributaria K, versión amor y paz Scioli. También se piensa en un
bono que, para ser colocado, deberá ofrecer un altísimo interés. O sea en una
deuda que pagaremos todos los contribuyentes bonaerenses.
¿A cuánto asciende el desfasaje? Cuando menos a 30.000
millones de pesos. Es decir a una sexta parte del presupuesto provincial. Y
pensar que no son pocos quienes ven a este mal administrador como presidente de
la República.
Una de los atributos necesarios para ser presidente de la
República es coraje. Prudencia, claro. Moderacion, por supuesto. Pero además
coraje y firmeza.
Reflexionemos. El paro docente que finaliza mañana
significó casi 20 días de pérdida de clases. Veinte días para que los
gremialistas lograran un triunfo en toda la línea. Veinte días para que Scioli
les concediese sus demandas, sin ninguna contrapartida. Ni cae el pago de los
días no trabajados, ni se recuperan los días de clase perdidos.
¿Cuál puede ser la razón para que no haya contrapartidas?
La única posible es el reconocimiento por parte del gobierno de lo justo del
reclamo docente y de sus posibilidades financieras de hacerle frente.
Y si esto es así ¿Por qué tardó Scioli casi veinte días
en acordar? ¿No es entonces él el responsable de la pérdida de los días de
clase? Lo más parecido a un mal gobernante.
No, si el paro era injusto o, aun siendo justo no se
podía pagar, entonces hacía falta coraje y firmeza para derrotarlo. Y coraje y
firmeza es aguantar el chubasco. Es “bancar” que no haya clases pero como
contrapartida descontar los días de paro. Entonces, inevitablemente, el paro se
quiebra. Es no ser pusilánime.
Es, en definitiva, pensar más en la educación de los
niños y los adolescentes y menos, pero bastante menos, en la propia candidatura
presidencial.
El
cupón
Todo andaba bárbaro en la Argentina.
El país crecía a tasas chinas. En el imaginario oficial y en el consecuente
relato no existían ni asomos de recesión. Lo mismo que cuando, hasta hace dos
meses, la inflación era inexistente.
El INDEK aseguraba con los mismos
impresentables y desvergonzados funcionarios que aún lo encabezan que el
crecimiento del Producto Bruto Interno, medido anualmente, era del 4,9 por
ciento.
Y si esto era así, entonces había
que pagar algo más de 3.000 millones de dólares a los tenedores de bonos
canjeados de la deuda externa argentina, el llamado cupón PBI, uno de los
ganchos que se usaron para canjear los bonos anteriores en default, que
establece un pago adicional anual si el PBI crece por encima del 3,2 por ciento
anual.
Por supuesto que se trataba de otra
mentira del INDEK. El PBI argentino real en el 2013 difícilmente superó el 2
por ciento. Entonces, este embuste del relato K iba a costarle al país –a
nosotros- 3.600 millones de dólares.
Justo cuando las reservas a duras
penas se mantienen gracias a unos malabares del presidente del Banco Central
había que regalar 3.600 millones. Claro, buena parte de esos bonos fueron
adquiridos por funcionarios y capitalistas amigos recientemente para aprovechar
los 3.600 millones.
Pero el presidente del Banco Central
se puso firme. O se revisaba la estadística o él se iba con denuncia pública. Y
entonces marcha atrás. Por arte de magia, y en una medición de las últimas 24
horas, el crecimiento del PBI se cayó casi a la mitad. Del 4,9 por ciento pasó
al 3 por ciento, justo dos décimas por debajo del fatídico 3,2.
¡Ah! ¡Qué alivio! No hay que pagar.
Sí, claro. Y la credibilidad argentina… por el séptimo subsuelo. Y las
negociaciones con el Club de Paris, los bonistas que no entraron en el canje,
las empresas en el CIADI, sí obvio, ahora son un poco más difíciles.
Bueno pero no importa. Por una vez,
los propios K quedaron atrapados en su mentira con los bonos que compraron. No.
No hay que ser inocente. Los K que compraron bonos, los vendieron a precio
altísimo –cuando todavía era posible la distribución de los 3.600 millones de
dólares- antes del 3 por ciento no pagador.
¿Qué cómo estaban enterados?
Intuición pura…
Y los que les compraron bonos. No
son gente común. Son ricos, son bancos, son financiaras. En fin, esperemos que
la venganza no sea terrible.
Crimea
Decididamente esta señora que
gobierna el país solo debe abrir la boca para hablar de los aires
acondicionados de su mamá o del alfajor Fantoche, porque cuando habla de otros
temas, en particular de política exterior, es una máquina de cometer errores.
Cristina Kirchner felicitó al
presidente de Rusia, Vladimir Putin, y Vladimir Putin se lo agradeció, por el
proceso de referéndum y anexión de la península de Crimea.
Sobre actuada, Cristina Kirchner
quiso parecer perspicaz. Los occidentales, particularmente los británicos, que
se oponían al referéndum en Crimea apoyaron el referéndum en Malvinas. Fue un
algo así como “acá, los agarré”.
En rigor, y como no podía ser de
otra manera en esta ególatra y opinóloga presidente, la lectura en el mundo fue
la contraria ¿Por qué la presidente argentina que se niega a aceptar el
referéndum en Malvinas apoya el referéndum en Crimea? ¿Por qué la presidente
argentina que acepta y valora en Crimea la autodeterminación de los pueblos por
encima de la intangibilidad de las fronteras, en Malvinas busca lo contrario?
Y, porque, habla mucho y sabe poco,
vio… Y además porque se rodea de inútiles como el “mamarracho” Timerman. Y
porque si se tomase el trabajo de ilustrarse algo, hubiese leído que Vladimir
Putin justificaba su acción en Crimea, en parangón con aquello que los
occidentales hicieron en Serbia cuando llamaron a referéndum sobre la
independencia de la región de Kosovo.
O sea Putin hizo lo de Crimea porque
los occidentales lo hicieron en Kosovo que es lo mismo que los británicos
hicieron en Malvinas ¿Entendió señora presidente?
Muchas gracias a nuestro AMIGO M.M. por el envío.
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