Jorge Lanata
Ilusión electoral
Roberto Lavagna, Sergio Massa y Margarita Stolbizer. (Foto: Fabián Gastiarena)
Todos quieren ganar. Pero ¿para qué?. Estamos en un estado de ilusión electoral. Habré leído, en los últimos dos meses, treinta o cuarenta encuestas. A este ritmo, hasta octubre, me esperan unas doscientas más. Difieren en un punto, o dos, y aclaran que su margen de error es tres o cuatro. O sea, me bombardean constantes empates.
A mayor indefinición la única manera de construir política parece ser el trabajo del señor Management y el sr. Fit. No se trata de “creer” o no en las encuestas. Después de todo no son una religión. El sentido común puede ser mensurado e interpretado. Se trata de advertir que las encuestas tienen más poder para ungir candidatos que la realidad, con la que nadie, en todo caso, prueba. Sé que Macri quiere reelegir, pero ¿para qué? ¿Hará lo mismo, aumentarán las tarifas y la deuda?. Sé que Cristina parece querer presentarse, pero ¿para qué?. ¿Para modificar de una vez la Constitución y marchar a Venezuela o para no ir presa junto a su familia?.
Sé que Lavagna se “autoproclamó” candidato, pero lo único que recuerdo de aquel evento es su inclinación por usar sandalias con medias. (Debo aclarar que Lavagna fue prejuzgado, y quizá sea un verdadero vanguardista. En cualquier web europea o americana pueden verse modelos de Jimmy Choo, Gucci, Ferragamo usando sandalias con medias. Lavagna, un fashionista). La decisión de no hablar parece haber sido tomada por la mayoría: es sugestivo que los políticos piensen que si hablan, pierden votos. ¿A ver si todavía los conocemos? Ya el silencio como el poder de las encuestas subestiman al público: creen que no nos damos cuenta de nada. Es conmovedor escuchar a Massa cuando le preguntan por Cristina: una escena de Hollyday On Ice.
“Necesitamos los votos de Cristina pero sin ella”. Eso es todo lo que debería animarse a decir. Pero no puede.
Manzur, en la misma trampa, cedió ante la cachetada de las encuestas; el sesenta por ciento de Cristina en Tucumán lo llevo al realineamiento. En la misma línea Uñac pasó de joven promesa a triste realidad.
Al Gobierno, hacía fin de año, no le preocupaba que subieran la inflación o las tarifas; sólo le preocupaba que no se dispare el dólar.
Los kirchneristas, que dicen estar sufriendo la pobreza, se desvelan con su suscripción a Netflix. En la diagonal de la escena, la mitad de los alumnos argentinos no termina el secundario, nunca se llego en veinte años a dar los obligados 180 días de clase y la mitad de la población es pobre. Uno podría pensar, entonces, que hacen silencio por respeto. Pero creo que no. Simplemente no saben qué carajo decir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario