26/02/16 - 00.24
Del editor al lector
A trece meses de la muerte del fiscal Nisman, de lo único que no se tienen dudas es de su muerte, de que la hipótesis del homicidio nunca estuvo entre las primeras de la fiscal que tuvo el caso y de la jueza que aún lo tiene y de que el Gobierno de Cristina interfirió cuanto pudo.
Durante la segunda marcha en reclamo del esclarecimiento adeudado, el fiscal federal Germán Moldes dio un clarísimo veredicto oral: “Nunca vi ninguna causa por suicidio que no se esclareciera en 60 o 90 días”. Vamos camino a un récord ignominioso. Una semana después de esas palabras, otro fiscal se convirtió en el primero en sumarse a la hipótesis hasta ahora rehuida: a Nisman, denunciante de la entonces Presidenta y, entre otros, de su canciller, lo habían matado. No se suicidó ni fue inducido a suicidarse, según la acusación que se difundió ayer.
Ricardo Sáenz, el fiscal ante la Cámara Nacional de Apelaciones, pidió a los jueces que pasen la causa a la Justicia Federal, pedido que fuera denegado por la jueza de primera instancia en cuyo despacho la causa juntó papeles, pericias y declaraciones. Pero no avanzó.
La Cámara dará o no la razón a Sáenz, crítico del rumbo de la investigación de su colega Fein, apartada del caso el 17 de diciembre cuando ya era evidente que estaba empantanado. Nada garantiza que otro juez lo resuelva pero al menos se puede empezar a resolver la sospechada rémora.
Todos deben recordar aquella declaración de Fein: “La pericia de búsqueda de restos de pólvora en las manos lamentablemente dio negativo”. Está claro que el suicidio era lo que encajaba mejor y más fácil. Como también que la ex Presidenta había afirmado por cadena nacional que estaba convencida de que había sido un homicidio.
El suicidio culpaba a Nisman y exculpaba a quienes hubieran querido eliminarlo. Lo habían inducido a una denuncia que al final descubría falsa y lo desmoronaba hasta la muerte. Nisman dijo que el Gobierno había orquestado “un plan delictivo destinado a dotar de impunidad de los imputados” por el atentado contra la AMIA, sustrayéndolos de la justicia argentina.
Lo que siguió con el caso Nisman es bien conocido y lo que puede seguir por ahora desconocido. También es conocido lo que ha pasado con denuncias de semejante gravedad: nada o casi nada. La muerte no aclarada de Nisman con su gravísima denuncia desestimada sin investigación alguna por el juez Rafecas, el mismo que ahora se deshace de la causa Hotesur luego de mantenerla prácticamente congelada, es una deshonra que va más allá de un gobierno, unos jueces y fiscales.
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