DOMINGO 28 DE FEBRERO DE 2016
Tras un debate interno, se optó por sólo hacer un "diagnóstico"; no se esperan anuncios.
LA NACION
Foto:Archivo/Captura tv Casa Rosada
El debate quedó instalado. Un sector, más político, creía que Mauricio Macri debía dedicar buena parte de su discurso en la Asamblea Legislativa a contar con detalles la situación económica con la que se encontró desde que llegó a la Casa Rosada. Otro, más pendiente de los sondeos de opinión, los focus groups y la comunicación fina, apostaba su pleno a otro estilo, de mirar hacia adelante.
La última palabra la tuvo el Presidente, que finalmente se volcó por una salida intermedia. Según confiaron fuentes del entorno más cercano a Macri, su mensaje, pasado mañana, tendrá un repaso y diagnóstico del estado de las cuentas públicas, aunque no será el eje central, sino un tercio del discurso, que el Presidente completará con la propuesta legislativa para este año y un punteo de sus próximos pasos en la gestión.
A su regreso de Roma, Macri afinará junto al jefe de Gabinete, Marcos Peña, los detalles o agregados, pero los asesores presidenciales ya tenían lista el fin de semana la línea directiva de las palabras que pronunciará, que tendrá por escrito.
En ese tironeo interno por imponer una postura, los aliados radicales de Cambiemos no se privaron de exponer sus exigencias y el miércoles pasado, tras el retiro que hicieron en Luján, plantearon abiertamente la necesidad de que Macri expusiera con lujo de detalles la famosa "herencia kirchnerista", que calificaron como una "verdadera hipoteca".
Era, en rigor, la misma opinión que tenía el sector más político que rodea al Presidente, entre ellos el titular de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, y el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. "Yo haría un discurso largo contando todo", se sinceraba un funcionario del ala que pretendía darles mayor difusión a los datos negativos de la gestión anterior.
Del otro lado, Peña y el asesor comunicacional Jaime Durán Barba se volcaban por imprimirle a la escena otro estilo, en línea con lo que fue la campaña propositiva del macrismo.
La estrategia no era contraria a lo que opina el resto, pero iba por otro lado: ellos creen que el relato antikirchnerista se instala de otro modo y con otros tiempos, con hechos que el común de la gente percibe fácilmente. Los dos son poco proclives a los discursos largos y cargados.
El debate sobre lo que debería incluir el discurso presidencial de alguna manera replicó las internas que se viven dentro del gabinete. En el sector que responde a Peña incluso se sorprendían ante la presión que creen que tanto políticos como medios ejercen para que el Presidente cuente lo que encontró. "¡Si es lo que Macri hace todos los días!", responde un funcionario, asombrado.
Asesorado por su equipo de comunicación, que tiene al ministro coordinador como cerebro, el Presidente se mantiene en esa línea. En cada discurso se encarga de destacar siempre su visión de cómo encontró la economía.
Lo hace con frases sencillas, sin detalles. "Eso es lo que penetra, no tanto que hablemos en términos técnicos", aclaran quienes defienden esa estrategia.
Para el kirchnerismo, que Macri hable de la herencia significa la justificación de un ajuste en la economía. Para el ala política más radicalizada de la sociedad que gobierna, se trata de exponer la parte negativa del estado de las cuentas públicas.
Los que apuestan a otro modo de comunicación resaltan la necesidad de hablarle a la gente en líneas más generales sobre la situación que se encontró, pero sobre todo prefieren resaltar lo que van a hacer.
Siempre hacemos mención al estado en que encontramos el país. Va a haber un repaso y un diagnóstico, pero el discurso no va a estar centrado en eso. Es apenas una parte", informó a LA NACION uno de los más cercanos colaboradores del Presidente.
El mensaje ya está escrito. De eso se encargan Peña y el equipo de comunicación bajo su mando, además del secretario general de la Presidencia, Fernando de Andreis.
La idea que se terminó imponiendo es que Macri hablará de cómo encontró los distintos organismos y ministerios en una primera parte, para después pasar a los ejes de su gobierno. Todavía no está definido si irán con algún eslogan que sirva para plantear comunicacionalmente el año.
Por supuesto, presentará los proyectos de ley por venir, como una nueva ley de defensa de la competencia, que ya anticipó el secretario de Comercio, Miguel Braun.
La inflación será parte central del mensaje. Además, se presentarán los avances sobre el acuerdo con los fondos buitre (la derogación de la ley cerrojo y de la de pago soberano serán los primeros proyectos que entrarán) y se planteará la universalización de la asignación por hijo o la rebaja del IVA para los productos de la canasta básica, que ya fueron varias veces prometidos.
¿Anuncios? "No es nuestro estilo", explican en la Casa Rosada, pero nadie se anima a descartarlo.
El Gobierno le imprimirá a la Asamblea Legislativa la misma sobriedad que tuvo el 10 de diciembre. Están invitados todos los gobernadores, los integrantes de la Corte Suprema y el cuerpo diplomático.
En la calle, el macrismo también jugará su apuesta: ya se lanzó la convocatoria para la plaza Congreso, aunque en Balcarce 50 bajan las expectativas sobre la concurrencia, que sostienen, no será como el día de la asunción presidencial. Ése es el lugar al que irán los "voluntarios", como llaman a los militantes.
Las discusiones por los despachos
En la Cámara de Diputados, kirchneristas y macristas sostienen una amarga disputa por varios despachos del tercer piso. Se trata de oficinas que ocupa el kirchnerismo, pero que el presidente de la Cámara baja, Emilio Monzó, pretende para legisladores de otros bloques políticos. La mira de Monzó está puesta especialmente en el kirchnerismo duro.
El jueves, Monzó, a través de una nota del secretario general de la Cámara, Guillermo Bardón, pidió al FPV que entregara las llaves de los despachos 305, 307 y 340, ocupados por Máximo Kirchner y sus asesores; 315, 317 y 319, de Teresa García y su equipo; 329, de Carlos Kunkel; 313 y 338, donde funciona la sala Néstor Kirchner, y 313 bis, donde está el comedor.
En el kirchnerismo consideran una afrenta la decisión de Monzó y no quieren dejar las oficinas. Desde 1983, el PJ maneja el tercer piso del Congreso, mientras que la UCR hace lo propio con el segundo. "Es altamente significativo que la oficina que tuvo Néstor Kirchner sea una de las que se intentan desalojar, justo en el día en que habría cumplido años", declaró el jueves la diputada García. La cuestión todavía está irresuelta y se definirá la próxima semana.
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