24/02/16 - 00,44
EN FOCO
Mauricio Macri empieza a incursionar sobre un territorio del cual el kirchnerismo se siente propietario. Un territorio enjabonado. La política de derechos humanos y el control de la calle. En el primer caso, las organizaciones específicas (Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, entre otras) continúan estrechamente ligadas a la memoria del gobierno de Cristina Fernández, que partió hace más de dos meses. En el segundo, hace tiempo que el kirchnerismo fue reemplazado por movimientos sociales o sindicales de otro signo.
Sobre todo, desde que el proyecto económico de Axel Kicillof hizo sonar tempranamente las alarmas del naufragio. De hecho, el macrismo estrenará hoy su protocolo antipiquetes, ideado por la ministro de Seguridad, Patricia Bullrich, durante la huelga que celebrará la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) que conduce Pablo Micheli. La protesta obedece a los despidos producidos en el Estado (en su mayoría ñoquis y militantes K de última hora).
El experimento macrista parece tener en la política exterior una plataforma de lanzamiento. La visita que inicia hoy el premier de Francia, Francois Hollande, exhibe una agenda bien cargada en materia de derechos humanos. Habrá homenajes por las desapariciones de las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, víctimas del ex capitán de navío Alfredo Astiz. También un acto por los miles de desaparecidos en nuestro país y un reconocimiento a los ciudadanos exiliados en París. Las Abuelas y las Madres serán invitadas especiales.
Las organizaciones de DD.HH. habían pensado este encuentro con Hollande durante la administración de Cristina. Pero el premier francés aplazó la primera visita prevista para marzo del 2015 por la masacre terrorista en la revista de humor “Charlie Hebdo”. Esas tratativas quedaron desde entonces congeladas por tres motivos. La difícil situación en Francia, el prolongado calendario electoral que tuvo la Argentina y cierta indiferencia de Cristina por la presunta falta de ayuda de las autoridades francesas frente a las complicaciones del frente externo económico de nuestro país.
La actividad de Hollande poseerá también una impronta económica y comercial. Su presencia coincide con un cambio de orientación de una nación que pasa de un gobierno con tendencia al encierro a otro, el de Macri, en plena etapa de apertura. Está en el medio, además, la posibilidad de un Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y el Mercosur que, pese al interés de Brasil y de Uruguay, la Argentina trabó por años.
Las vísperas del arribo de Hollande encontraron al macrismo en una situación de equilibrio inestable con los organismos de derechos humanos. Una combinación de refriegas con gestos de buena voluntad, coronado ayer con la entrevista que el Presidente concedió a Estela Carlotto, titular de las Abuelas. La mujer había quedado molesta porque en un pedido de audiencia anterior había sido recibida por Marcos Peña, el jefe de Gabinete, en lugar de Macri.
Carlotto y las organizaciones de DD.HH. vienen reclamando por la detención de la piquetera Milagro Sala, en Jujuy. Aquella reunión con Peña ocurrió el 27 de enero, apenas once días después del arresto de la líder de Tupac Amaru. Desde entonces se han acumulado denuncias muy serias contra Sala, cuya situación judicial se agrava. Macri habría tenido ahora argumentos para replicar a Carlotto.
El Presidente tuvo en ese terreno, en los últimos días, otro par de iniciativas. En un reportaje concedido a The Washington Post se manifestó dispuesto a convertirse en portavoz mundial en defensa de los derechos humanos. Convino a la vez con su canciller, Susana Malcorra, profundizar el debate en Naciones Unidas sobre las violaciones que ocurren en Venezuela. Días atrás sucedió otro encontronazo, a propósito, entre la canciller de Nicolás Maduro, Delcy Rodríguez y el vicecanciller argentino, Carlos Foradori. Caracas se comienza a convertir en un asunto incómodo para los organismos de DD.HH. en nuestro país, a partir del derrumbe de popularidad del chavismo que terminó con su dura derrota en las últimas elecciones legislativas.
Antes de hablar con Carlotto, el Presidente también se ocupó de fijar posición en torno a la cifra de desaparecidos en la Argentina, transformada quizás en inoportuna polémica por el director del Teatro Colón, Darío Lopérfido. El funcionario opinó que las víctimas ascendieron a 9 mil y a no a 30 mil con sostienen los organismos. Ardió Troya. Macri supo salir por arriba del conflicto. Subrayó que cualquier cifra no disminuiría la gravedad de lo que pasó durante la dictadura. “Hay quienes hablan de 9 mil, otros de 12 mil, otros de 30 mil”, explicó en una entrevista a medios franceses. La cantidad no debiera ser motivo para el desvío de la defensa de esos valores, continuó.
El debate provocó una onda expansiva de dimensiones impensadas. El lunes, el jefe del Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, convivió con una manifestación delante de sus oficinas de la calle Uspallata motorizada por los organismos de DD.HH. y artistas. Dialogó con ellos durante quince minutos y recibió un petitorio en el cual le reclamaron la renuncia del titular del Teatro Colón. Prometió una respuesta.
Rodríguez Larreta ya había conversado por entonces con Lopérfido. Con puntos de vista, al parecer, diferentes. Pero que no derivarán en la salida del funcionario. El jefe porteño volverá a verse la cara en las próximas horas con las organizaciones, cuando acompañe a Hollande a rendir homenaje a los desaparecidos en el Parque de la Memoria.
La intensa presencia de los derechos humanos en la agenda pública, con la visita del premier francés, brinda una tregua a otra polémica que desató la próxima llegada de Barack Obama. El presidente de Estados Unidos estará en la Argentina el 23 y 24 de marzo. El último día, coincidente con el 40 aniversario del golpe militar que causó un genocidio.
Los organismos de DD.HH. cuestionan la oportunidad de la visita de Obama. Tanto como la posibilidad de que intervenga en alguno de los actos oficiales. Las diplomacias de ambos países trabajan en esa posibilidad hurgando en el mayor equilibrio. Obama podría reivindicar las figuras del ex presidente demócrata, James Carter y de quien se desempeñó como Secretaria de Derechos Humanos, Patricia Derian.
El gobierno de Carter fue el primero que reclamó formalmente por un centenar de detenidos-desaparecidos. Ocurrió en 1977 durante una entrevista que el vice Walter Mondale mantuvo en Roma con Jorge Rafael Videla. Entre los pedidos figuró el paradero de Jacobo Timerman.
Los organismos de DD.HH. no estarían dispuestos a convalidar esos actos. Y marcharían en repudio junto a los grupos de la izquierda. La llegada de Obama tendría para ellos otra incomodidad. Incluyó de manera sorpresiva en su gira a la Argentina como escala posterior de su histórico viaje a La Habana. El deshielo de Cuba y EE.UU. constituye una inocultable molestia para aquellos sectores. Que se traduce en silencio público. En la imposibilidad de opinar.
Esa inhibición sería para los organismos todavía mas amplia. Al menos, tal sensación sobrevoló la reaparición de Carta Abierta, el foro de los intelectuales kirchneristas. Allí se le aconsejó a Carlotto no concurrir a la reunión con Macri. Pero circularon también rezongos por cuentas pendientes propias nunca saldadas. ¿Cuáles? Aquella sociedad de los hermanos Schoklender (Sergio y Pablo) con Hebe de Bonafini. O las cuentas bien oscuras en la Universidad de las Madres.
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