septiembre 1, 2013
Por temor a saqueos antes de fin de año, el gobierno traslada 500 gendarmes más al conurbano.
Además, se trata de una medida largamente reclamada por Hugo Moyano y muchos dirigentes opositores, así que mal podría capitalizarla Cristina. Así las cosas, el clima que se instaló tiene más que ver con el acelerado proceso de recomposiciones que se desataría el 28 de octubre pero que, de hecho, ya está comenzando. La ruptura entre Francisco de Narváez y Hugo Moyano tomó esta semana en los medios la dimensión de un culebrón. El líder de los camioneros, ya con un pie en Tigre, habría suspendido todos los aportes económicos a la campaña del Frente Unión por la Libertad y el Trabajo. Como represalia, el empresario lo amenaza con hacer uso de una práctica que autorizaría la Junta Electoral de Buenos Aires. Esto es, modificar el orden de las listas de candidatos a legisladores provinciales y concejales, pasando a los moyanistas a los últimos lugares. La importancia de esta pelea es que en realidad Moyano está rompiendo con Daniel Scioli a través de Francisco de Narváez.
Estos dos mantienen, aunque con serios problemas, el acuerdo que los une desde el año pasado. Esto coincide con las conversaciones para la reunificación de la CGT, que impulsa entre otros Luis Barrionuevo. Moyano sospecharía que un acuerdo de este tipo, después de las elecciones, podría ser el comienzo del eclipse de su liderazgo. Esta semana Scioli presidió en Corrientes la foto de una especie de liga de gobernadores, que ratificó su lealtad a CFK. Pero, como todo tiene hoy doble lectura en la interna peronista, el club de gobernadores bien puede encaminarse después de octubre a ponerle límites al poder presidencial, por ejemplo planteando rectificaciones a la política económica. A Scioli y la casi totalidad de los gobernadores peronistas no sólo les preocupa el autismo presidencial sino también la liga de intendentes que lidera Sergio Massa como una especie de ruptura horizontal de las jerarquías políticas tradicionales.
En el peronismo, la costumbre es que en la política nacional jueguen los gobernadores y no los alcaldes. A su vez, en el Frente Renovador, el inminente triunfo de octubre próximo sería sólo el comienzo de una serie de graves problemas. El primero es qué hará en la Cámara de Diputados Massa, hoy el dirigente más mediático del país luego de la presidente. Él ya dijo en varias reuniones que de ningún modo se postulará para presidir la Cámara, porque entraría en un desgaste que debilitaría sus aspiraciones presidenciales. Pero sentarse en una banca entre casi 300 diputados nacionales también podría desgastarlo seriamente.
El Congreso anuló a figuras que venían con un enorme impulso, por ejemplo Mauricio Macri o el caso actual de Francisco de Narváez, al que le cuesta explicar por qué quiere renovar su banca si falta a casi todas las sesiones. Algunos de sus allegados le proponen a Massa que se olvide de una banca que no le servirá de mucho y que se dedique a recorrer el país construyendo su candidatura presidencial. Si esto efectivamente ocurre, la confrontación con Scioli podría recalentarse. En el massismo sobran las especulaciones, lo que incluye la versión de que, después de octubre por supuesto, el tigrense y Martín Insaurralde volverían a la relación amistosa que mantienen desde varios años atrás. En una futura recomposición, según estas fuentes, Insaurralde hasta podría aceptar ser el candidato a gobernador del massismo, si el cristinismo entra en una crisis terminal.
El complot
A todo esto, el gobierno no encuentra un éxito al que pueda sacarle el jugo rápidamente. El acuerdo YPF-Chevron tiene envergadura estratégica pero sus frutos se volcarán sobre la economía en el mediano plazo, es decir, después del 2015. Una presidente que según la tradición de EEUU es ya un pato rengo al no tener reelección, puede encontrarse a partir de ahora con limitaciones cada vez mayores. Un ejemplo, que una medida judicial frene el avance de la licitación, adjudicada a Electroingeniería, para construir las mayores obras públicas de la década ganada, las represas Presidente Néstor Kirchner y gobernador Jorge Cepernic.
En otro orden de cosas, el contexto de la nueva crisis internacional, la cancillería argentina se distanció una vez más del Departamento de Estado, al liderar en Sudamérica la postura contraria al inminente ataque militar de EEUU y Francia contra el régimen sirio, en represalia por la masacre de 1400 opositores mediante el uso de gases neurotóxicos. De este modo, el gobierno profundiza su alineamiento con el eje que lideran China y Rusia, lo que incluye al régimen iraní.
Por último, adosada a la probable derrota en octubre, en el entorno presidencial vuelve a hablarse de un supuesto complot postelectoral para crear una situación de ingobernabilidad. Según esta teoría, entre noviembre y fin de año, aprovechando la disminución de la capacidad adquisitiva de los planes sociales debido a la inflación, grupos ligados a sectores del peronismo disidente podrían incentivar saqueos y ataques a las fuerzas policiales. Un escenario de descontrol inmediatamente después de una derrota electoral favorecería, siempre según esta interpretación, una corrida cambiaria y la sensación de que el gobierno tambalea.
El Jefe del Estado Mayor del Ejército, General César Milani
habría recibido el encargo presidencial de utilizar la inteligencia
castrense para prevenir esta hipotética conspiración. En consonancia con
esto, el Secretario de Seguridad Sergio Berni se propone reforzar la
seguridad del área metropolitana acudiendo una vez más a la única fuerza
en la que confía, la Gendarmería. Aunque la medida disgusta en las
filas de esa fuerza, unos 500 gendarmes destinados en esta Salta fueron
trasladados días atrás al conurbano bonaerense, entre ellos 80 efectivos
de la capital salteña y de San Antonio de los Cobres. Suman así cerca
de 8000 hombres, casi un tercio de la Gendarmería, que fueron apartados
de su función de salvaguardar las fronteras para reforzar el conurbano
bonaerense y calmarle así los nervios a la Casa Rosada que no sólo no
confía en ninguna de las dos policías -la bonaerense y la Federal- sino
que ahora también sospecha de sus intendentes.
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