Miércoles 25 de septiembre de 2013
Por Martín Dinatale
Fue casi una mueca de desesperación o la admisión abierta de un fracaso de la
diplomacia argentina. El pedido de Cristina Kirchner a Irán para que se
pronuncie sobre el polémico acuerdo por la causa AMIA dejó al desnudo que el
supuesto diálogo con Teherán para
esclarecer el atentado terrorista no sólo está cortado por completo sino que
la Argentina tiene ahora como único plan estratégico el pronunciamiento de un
encendido discurso de la Presidenta en la ONU.
Fue casi una mueca de desesperación o la admisión abierta
de un fracaso de la diplomacia argentina
Es cierto que Cristina Kirchner selló un acuerdo con Ahmadinejad que ya no está en el poder. Se trataba de un presidente más duro y cerrado al diálogo de que lo que en teoría muestra Rohani. Pero desde que el nuevo presidente iraní llegó al poder hace pocos meses la diplomacia argentina no hizo nada para tantear los próximos pasos de Rohani respecto del memorándum. O directamente el encargado de negocios argentino en Teherán Guillermo Nicolas no informa nada de lo que allí ocurre. En caso contrario la Presidenta no hubiera exigido ayer con vehemencia una señal certera de Irán.
¿Si un año después del anuncio del acuerdo con Irán Cristina Kirchner no logró aún poner en marcha el memorándum qué garantía tendrá ahora la Argentina de que el presidente iraní terminará aprobando una letra que compromete a ciudadanos de su país incluidos dos ex funcionarios? Después de todo, Rohani heredó un pacto diplomático con la Argentina cuyo alcance desconocía al llegar al poder y nadie sabe si lo avalaba. De hecho, la Presidenta aún no lo sabe y ayer lo admitió en la ONU.
Cristina Kirchner dijo ayer que espera recibir una "respuesta positiva" de parte de Irán, pero advirtió: "Que no se confunda nuestra profunda convicción con las normas del derecho internacional, con nuestra paciencia, con ingenuidad y estupidez".
Rohani heredó un pacto diplomático con la Argentina cuyo
alcance desconocía al llegar al poder y nadie sabe si lo avalaba
En febrero pasado, apenas un mes después de sellado el acuerdo en Etiopía entre Irán y la Argentina, Cristina Kirchner instruyó a toda su tropa legislativa para aprobar el memorándum. Esto ocurrió con celeridad un mes después. Pero en Teherán no mostraron el mismo entusiasmo. Cinco meses después el ex encargado de negocios de la embajada de Irán en Buenos Aires Ali Pakdaman anunció tibiamente que Ahamadinejad había ratificado el acuerdo. Es decir, que el memorándum no pasó por el Congreso iraní sino por las manos de un presidente que estaba a punto de irse.
Timerman, porque en esta etapa del cerrado acuerdo ya no entró en juego siquiera el cuerpo legal de la Cancillería, confió en que Ahmadinejad convencería a Rohani de que el memorándum era conveniente para Irán. Nada de ello ocurrió. ¿Se subestimó demasiado al ajedrecismo de la diplomacia iraní o simplemente el canciller pecó de iluso?
La Presidenta ayer dijo que confiaba en las señales de diálogo y apertura al mundo que mostró Rohani desde que llegó al poder. ¿Acaso no sabe que el nuevo jefe del Poder Ejecutivo iraní es un diplomático que conoce a la perfección el uso del lenguaje para adaptarse a los tiempos de cambio? ¿Nadie le informó que los origenes políticos de Rohani tienen incluso mayor apego al consejo relogioso del que tenía Ahmadinejad?
¿Se subestimó demasiado al ajedrecismo de la diplomacia
iraní o simplemente el canciller pecó de iluso?
La Presidenta ayer estaba acompañada nada más que por un pequeño grupo de familiares de víctimas de la AMIA que están alineados con el Gobierno. El resto de la comunidad judía y las autoridades de la AMIA y la DAIA se quedaron en Buenos Aires.
El puente entre ellos y la Casa Rosada está roto desde hace mucho tiempo y sólo se espera que un fallo de la Corte declarando la inconstitucionalidad o no del memorándum termine por fracturar ese puente. ¿Cómo reestablecerá el diálogo con la poderosa comunidad judía la Presidenta si no recibe señal alguna de Irán?
Las palabras de la Presidenta en la ONU reflejan una alta cuota de desesperación o la velada admisión del fracaso diplomático. Pero lejos están del clima de seguridad que mostraban en su discurso hace exactamente un año en el mismo lugar.
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