lunes, 2 de septiembre de 2013

EL EFICIENTE PODER DE LAS SOCIEDADES SECRETAS







02 de Septiembre del año 2013 - 1187



Los pueblos no se mueven si no tienen líderes que los conduzcan. Y no es todo el pueblo el que se mueve cuando cuenta con esos líderes, sino una parte muy minoritaria, aunque suficientemente numerosa como para suscitar el consentimiento pasivo del resto de la población.

Esa parte minoritaria se caracteriza por ser aquella que se interesa por la forma en que el país es gobernado, por las ideas en que se funda ese gobierno y por la calidad de las personas que lo integran. Los líderes que la encabezan,  a su vez, deben haberse distinguido de alguna manera. Un perfecto desconocido nunca podría ser líder político.

La distinción personal, en un pueblo sano y bien informado, debe ser natural, propia del líder y no inventada e inducida por métodos artificiales. En un pueblo en cuyo seno hay minorías activas movidas por falsas ideas, esa distinción se fabrica promoviendo individuos de la misma calaña por medios artificiales y ocultando por esos mismos medios a los hombres verdaderamente distinguidos, para que las minorías potencialmente activas, buenas y de ideas razonables, no los conozcan y queden paralizadas y fuera de toda actividad política relevante.

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Interesa estudiar cuales son los medios artificiales usados para fabricar los lideres capaces de modificar las ideas, las costumbres y las formas de gobierno de las naciones que otrora fueron parte de la civilización cristiana, como es el caso de nuestra Patria y para anular a los verdaderos líderes potenciales.  

Lo primero que hay que saber es quién maneja esos medios. Éstos, siendo nada más que medios, pueden servir para el bien o para el mal.

Ahora bien esos medios están manejados desde hace muchos años por sociedades secretas dedicadas a demoler lo que quede en esas naciones de principios, costumbres, leyes y prestigios basados en el catolicismo y crear tiranías dedicadas a imponer formas de pensar y de vivir opuestas, aunque esa intención última sea también secreta para los integrantes menos contaminados de esas sociedades.  

Estas sociedades, llamadas "masónicas" en los siglos XVIII, XIX y principios del XX, constituyen el núcleo central del poder del cual surgen los líderes de perdición y que anula, por ocultamiento o por calumnia o por destrucción física o ruina económica, a los verdaderos hombres de bien distinguidos por su propia personalidad. (Hay varios libros importantes con transcripción de abundante documentación que prueban la existencia, el “modus operandi” y la actuación de estas sociedades secretas. Los más famosos y bien documentados son "L Eglise romaine en face de la Revolution ", por J. Cretineau - Joly; "Les sociétés secretes et la societé", por N. Deschampes y " La conjuration antichretienne", por Mons. Henri Delassus).

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¿Por qué el demonio - verdadero inspirador de todo este sistema - eligió formar esas sociedades de poder y rodearlas del mayor secreto?

Por varias razones, entre otras las siguientes:

a) Porque cuando ellas empezaron a constituirse, los gobiernos no habían llegado todavía al grado de maldad que ahora tienen y era de temer una represión que las disolviera, a causa de su carácter subversivo y la perversidad de sus objetivos, de sus métodos y de sus ideas.

b) Porque para ellas es esencial la obediencia absoluta a los Jefes y la única manera de conseguirla de parte de hombres suficientemente malvados como para entrar en esas sociedades, es dictar reglas que deben ser juradas e impuestas bajo penas terribles, incluyendo la de muerte por mano de sicario. Si la sociedad no fuera secreta esas penas serían inaplicables y, por lo tanto, la obediencia no existiría.

c) Porque el secreto permite mantener en la obscuridad a los Jefes supremos de la sociedad a los cuales responden los Jefes inferiores bajo las mismas amenazas. Es muy posible que esos Jefes supremos, a su vez, respondan a uno tan superior que sea un puro espíritu perteneciente a la cohorte que San Miguel derribó de los Cielos antes de la iniciación de los tiempos. Esto sólo es posible mediante el secreto de toda la estructura.

d) Porque el secreto permite crear "grados" de iniciación y es posible reclutar trepadores, ignorantes malvados, ambiciosos, ladrones  y otras alimañas semejantes, pero menos capaces, sin necesidad de revelar las ideas y las intenciones últimas en toda su extensión. De todas maneras los iniciados de menor rango quedarán sometidos a obediencia, con el aliciente de que verán sus carreras personales inesperadamente promovidas.

e) Porque la mayoría de las personas que viven en las sociedades en que actúan, aunque ya fuertemente influidas por el liberalismo, el igualitarismo, el agnosticismo y una moral está distorsionada, no han abandonado totalmente algunas ideas cristianas y se alarmarían si supieran que sus vidas están siendo manipuladas políticamente por una sociedad de malvados que se propone crear tiranías ateas.

f) Porque cuando promueven alguno de sus miembros al gobierno o los hacen enormemente ricos, saben que aunque esos tienen un gran poder que está a su nombre, jamás se apartarán de los objetivos comunes, pondrán en práctica las políticas que se les indiquen, elegirán sus colaboradores entre los miembros de la secta y nunca permitirán que el catolicismo ni sus fieles seguidores recuperen la saludable influencia que tenían sobre los pueblos, puesto que si no lo hacen ni su poder ni sus riquezas podrán evitar que sufran las penas previstas en las reglas juradas.

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Todos los instrumentos de poder capaces de fabricar prestigios falsos y demoler a los verdaderos, están manejados directa o indirectamente por estas sociedades secretas a saber, los medios de comunicación masiva, las editoriales y distribuidoras, los partidos políticos, las carreras profesionales y el éxito económico, los premios y honores,  los tres poderes del Estado y sus ramas más importantes como la judicatura, las Fuerzas Armadas y la Policía.

Esto no quiere decir que todos los que actúan en esos ambientes estén comprometidos explícitamente con las sociedades secretas, pero aunque no lo estén y aunque nunca reconozcan que existen, las temen y saben qué es lo que deben apoyar y qué es lo que deben rechazar, si no quieren ser expulsados y castigados en su persona o en sus bienes. Esas opiniones “a la orden” se llaman hoy "politically correct" y "politically incorrect" y son pocos los que se atreven a desafiar esos códigos.

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A esta masa de fuerza imponente ¿quién y cómo puede oponerse?

Recordemos la regla que expuse en los dos primeros párrafos de este artículo. El pueblo por sí solo, es inerte. Sólo puede intentar  resistir una minoría activa fiel al catolicismo o al menos a la moral natural, a la Justicia y al sentido común, convocada y conducida por hombres y mujeres de bien auténticamente distinguidos e independientes de ese poder oculto, con un prestigio propio, adquirido sin engaño y sin intervención de la máquina artificial creada por las fuerzas secretas.

En nuestro país esas personas no tienen cargos públicos importantes, no son archimillonarios, no son escritores de "best sellers", no son columnistas de los grandes diarios, no son famosos. Pero tienen suficiencia económica, tienen prestigio social, son respetados y respetuosos, en su mayoría pertenecen a las clases cultas, no aceptan las injusticias y algunos de ellos son de las familias tradicionales del país. Son, por eso, influyentes y autónomos.

Si un grupo ponderable de estas personas resolviera agruparse y organizarse para dar batalla a la creciente tiranía de las fuerzas del mal, la minoría sana del país se sentiría convocada y podría realizarse una gran acción para recuperar nuestras independencia de las fuerzas secretas, ser fieles a las tradiciones cristianas de nuestra civilización y constituir una Autoridad que sirva el bien común.

Esas personas son la última esperanza del país, porque el "Príncipe de las Arrabales" que imaginé en el nro. 761, del 28/12/2006 de este periódico, no es nada más que un sueño o una quimera.

Pero ¡ay!, esas personas no quieren asumir su responsabilidad porque, sin perjuicio de que tienen todo eso que les da prestigio propio, les falta amor de Dios, inteligencia para conocer los principios abandonados, coraje para arriesgarse a enfrentar el poder existente y generosidad para poner en peligro sus bienes materiales.

España en la guerra civil iniciada en 1936 gracias al heroísmo de los católicos españoles, derrotó al comunismo y a sus fuerzas internacionales.

En 1926 - 1929 se produjo en Méjico la heroica reacción de los "cristeros" contra la persecución a la Iglesia. Fueron vencidos por las fuerzas secretas mejicanas y norteamericanas, dueñas del gobierno de ambos países, traicionados por el alto clero mejicano y aún por la política vaticana, pero su gesta ha quedado escrita para siempre en el Cielo, poblado por sus mártires y sus héroes. O sea, Méjico cayó combatiendo.

En Cuba, desde que Castro se reveló comunista en 1960 hubo una resistencia contra él que continúa desde hace más de 50 años con miles de mártires y de héroes.

En España, Méjico y Cuba hubo valientes que lo dieron todo por la buena causa. Perdieron por la mayor fuerza del enemigo y la traición de los falsos amigos. Pero el honor católico y patriótico quedó a salvo y nunca se podrán borrar de la Historia esas glorias.
En cambio la Argentina se desliza como una especie de materia gelatinosa hacia el abismo, sin honor y sin vergüenza.

A los criminales que encabezan esa perfidia ya se los tiene como tales y ellos lo saben. Sin embargo, aquellos que he descripto más arriba y que deberían encabezar la reacción y no lo hacen, no sienten el menor arrepentimiento, ni la menor vergüenza y se refugian en el anonimato. Escribo estas líneas como una acusación contra ellos (de los que conozco varios), no porque piense que habrán de cambiar, sino para quitar toda excusa a su inacción culpable.

Cosme Beccar Varela    
   
La presente nota del Dr. Cosme Beccar Varela es publicada en La Misère Porc, por gentileza de su autor.

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