Por Jorge R. Enríquez
Las
reacciones de la presidente ante la dura derrota electoral del 11 de
agosto han sido erráticas.
El manual le indica que debe aparecer
como dialoguista, pero como esa condición no figura en su ADN los resultados
son tortuosos.
Así, cree que cumple con su deber al
convocar a algunos empresarios y sindicalistas para conversar sobre temas de
interés común. Pero todo empieza mal cuando los llama "los dueños de la
pelota", como forma de ningunear a los representantes del pueblo, a los
que denomina "suplentes".
Aún entre esos supuestos dueños, elige
a los más afines. Excluye, por ejemplo, nada menos que a los dirigentes
agropecuarios.
Para colmo, los hace ir
inexplicablemente a Río Gallegos. A la lejanía se le suma la incómoda ocasión:
la adjudicación de las licitaciones de dos centrales hidroeléctricas,
rodeadas de serias sospechas de favoritismo y corrupción.
Luego, el “diálogo”, que consistió en
uno de los habituales monólogos presidenciales, seguidos de una infrecuente
instancia de comentarios por parte de los asistentes. Estos, invitados a
expresarse, sólo se refirieron a temas insignificantes y no plantearon ninguna
de las graves cuestiones que afligen al país, temerosos de ser objeto de
represalias por parte del gobierno.
En una de sus intervenciones, la
señora de Kirchner deslizó que en materia de reservas estamos mejor que Canadá
y Australia. No pudo haber elegido países que nos superen más ampliamente en
cuanto indicador de desarrollo económico y humano se tome.
Algunos periodistas críticos señalaron
que por el tamaño de sus economías Canadá y Australia no podrían tener un nivel
de reservas equivalente al argentino en términos proporcionales. Pero no es esa
la explicación adecuada. Tanto Canadá como Australia son países tan serios que
hasta podrían darse el lujo de no tener reservas. Nosotros, por el contrario,
somos tan “transgresores” que una de las formas de que nos crean que vamos a
pagar los compromisos que adquirimos es exhibir un nivel de reservas alto.
Mostrar cifras sacadas de contexto es una de las formas de la mentira.
Sin embargo, la mención de esos países debería sernos útil. Seis
o siete décadas atrás, la Argentina, que tiene en cierto sentido una
conformación similar a ellos, los aventajaba en PBI per cápita y en muchos
indicadores. Hoy nos superan largamente y son de los países con mayor calidad
de vida.
Así, en educación mientras que Argentina invierte el 6,0
% de su PBI, porcentual superior a los de Australia (5,1 %) y Canadá (5%), la
proporción de estudiantes con insuficientes capacidades de lectura es del 52 % en nuestras pampas, siendo en Australia
del 14 % y en Canadá del mientras del 10 %. O sea, mientras acá se invierte
mucho en educación pública, se empeoran también mucho los resultados.
Por otra parte, mientras Canadá y Australia tienen cada uno seis
universidades que se ubican entre las 200 mejores del mundo, la Argentina
cuenta sólo con una.
En materia de Libertad Económica, conforme el índice que
elabora Wall Street Journal, Australia se ubica en el tercer puesto a nivel
global y Canadá en el sexto, mientras que la Argentina ocupa el lugar 160.
En el Índice de Desarrollo Humano (IDH) del PNUD, que
combina 60 variables como educación, salud y bienestar, entre otras, Australia
es el país número dos del mundo y Canadá ocupa el puesto 11. La Argentina se
ubica en el 45, siendo sólo superada en América latina por Chile, que está en
el 40.
Donde las diferencias se hacen más marcadas es cuando abordamos
los Índices de Calidad Institucional, elaborado por la International Policy Network sobre 191 países
y el de Corrupción, realizado por Transparency International.
En el primero, Canadá está en el quinto lugar, Australia se
ubica en el séptimo y nuestro país tiene el dudoso privilegio de encontrarse en
el puesto 122.
En el segundo, la situación no es mejor para estas tierras:
mientras Australia está en el puesto séptimo y Canadá en el noveno, la
Argentina está en el 102.
Es hora de preguntarnos qué hicieron bien ellos y qué hicimos
mal, con tanta tenacidad, nosotros.
Viernes 30
de agosto de 2013
Dr.
Jorge R. Enríquez
twitter: @enriquezjorge
La presente nota del Dr. Jorge R. Enríquez es publicada en La Misère Porc, por gentileza de su autor.
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