domingo, 28 de abril de 2019

La era de los vengadores

LA NACION


28 de abril de 2019 



La era de los vengadores
                           LA NACION


Esta semana se concentraron los dos grandes éxitos de la taquilla cultural del año. Avengers: Endgame reunió a 311.000 personas en 700 salas del país solo en su día de estreno y se encamina a ser la película más vista de 2019. YSinceramente, de Cristina Kirchner, salió a la venta con 60.000 ejemplares y ya imprimen una segunda edición de lo que es probable que termine siendo el libro más vendido del año. La pasión de los argentinos por la aventura y las grandes historias sigue viva.

La producción de Marvel es la secuela de Avengers: Infinity Wars(2018); de Avengers: Age of Ultron (2015) y de The Avengers (2012). La publicación de Sudamericana parecería ser la revisión deNéstor: el vengador imprevisto (2003-2007); Cristina: la pingüina vengadora (2007-2011) y La era de la venganza militante (2011-2015).

La sinopsis de la película distribuida por Disney dice: "Thanos inicia un evento denominado como La Decimación, donde la mitad de toda la vida en el universo ha sido asesinada. Con el universo sobreviviente en ruinas, los Vengadores y los Guardianes de la Galaxia restantes tratan de recuperarse de su fuerte derrota a manos de Thanos y deberán volver a unirse una vez más para reparar el daño causado por el malvado Titán". Si se reemplaza Thanos (El Titán) por Mauricio Macri, La Decimación por el plan de déficit cero y Los Guardianes de la Galaxia por La Cámpora, se obtiene la reseña exacta del boom de la Feria del Libro de este año.

Y hay una semejanza más, quizá la más importante. En los últimos minutos de la película hay varios indicios de por dónde podrían discurrir las próximas entregas de la saga. Y en varios pasajes del libro ocurre lo mismo. Es decir, los Avengers regresarán y Cristina volverá a ser candidata.

Ya en la página 12 de su obra, la expresidenta dice: "Sé que lidero las esperanzas de millones de hombres y mujeres que padecen la cotidiana frustración de vivir y ver su país a la deriva". Y en la última, en la 594, llama a avanzar en "un nuevo y verdadero contrato social con derechos pero también con obligaciones [...]. Hay que volver a ordenar todo, pero no en el viejo orden, sino en algo nuevo, distinto y mejor que lo que tuvimos". Es difícil no interpretar que Sinceramente constituye el guion, la línea argumental de la próxima fase del proyecto kirchnerista.

Es cierto, no se puede comparar la profundidad de los diálogos entre Cristina y Macri sobre la frustrada entrega del bastón presidencial con las conversaciones entre Winston Churchill y el canciller alemán Joachim von Ribbentrop sobre el futuro de Europa que el expremier británico relató en sus memorias de la Segunda Guerra Mundial.

Pero discurre en el libro recientemente editado el más fidedigno retrato de Cristina Kirchner que se haya conocido hasta ahora. Con su obsesión persecutoria y su victimización constante ("Era muy brutal levantarse todos los días pensando qué cosas iban a hacer contra nuestro gobierno o inventar sobre mí, con qué nos iban a agredir"). Con su soberbia inocultable ("Creía que tener una presidenta que hablaba sin leer, de corrido, con un vocabulario muy amplio y con un hilo conductor de principio a fin y sin equivocarse era motivo de orgullo para los argentinos y las argentinas. Qué se yo... En el exterior llamaba la atención y eran motivo de admiración"). Con su sinuosa explicación de cómo se enriqueció ("En el 2003 Néstor ya declaraba tenencia de depósitos en efectivo por más de 4 millones de dólares. Sin embargo, se cansaron de decir que Néstor y yo habíamos llegado pobres al gobierno, pero nos fuimos ricos. No es así. Nunca llegamos pobres a ningún cargo de la función pública. Y menos a la Presidencia de la Nación").

Pero también incorpora una narrativa contundente de una épica histórica que cautivó a muchos argentinos, un relato que se regodea en el populismo más enraizado en la cultura política del país y una lógica del poder implacable.

Implícitamente el libro reabre el debate sobre cuál es la Cristina versión 2019. ¿La herbívora que reconoce la "ingenuidad" que la guio a firmar el pacto con Irán y el error de no haber acompañado a Daniel Scioli en la boleta? ¿O la carnívora que destila odio contra el Poder Judicial, los medios de comunicación y los oligopolios económicos? Alberto Fernández asegura que la primera. Twitter parece desmentirlo. Cada vez que ella recurre a las redes sociales, se parece más a la segunda.

Con esa ambigüedad planea la estrategia de su campaña. Más gestos que palabras (en Sinceramente admite que su tono de voz y su estilo imperativo irritan). Que hable la gente arrasada por el Titán Mauricio, como en la campaña que le ideó para las PASO 2017 el catalán Antoni Gutiérrez Rubi (hoy asesor de Sergio Massa).

En una de las encuestas que llegaron en estos días al Gobierno se hizo un experimento interesante: midieron a Macri, los candidatos del peronismo alternativo, la izquierda y otros, pero sin incluir a Cristina (ni otro kirchnerista). Más del 25% respondió "ninguno" a la pregunta "a quién votaría". El votante de la expresidenta es inconmovible. La expresidenta tiene una vocación por el relato épico. Sabe a quién se dirige.


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