octubre 12, 2013
Después de la operación que se le practicó a la presidente para
drenar su hematoma craneal, apenas hubo un par de partes médicos del
equipo médico de la Fundación Favaloro. Las demás informaciones -en
realidad meros comentarios- fueron difundidas por el Secretario de
Comunicación Pública, Alfredo Scoccimarro. En su última comunicación,
este vocero sólo precisó que CFK caminó, comió pastas y carne y vio dos
películas con su hermana Giselle, información de escaso relieve
profesional.
La falta de información médica se va acentuando con el correr de las horas y es obvio que el gobierno, una vez más, optó por convertir en secreto de Estado una cuestión que en cualquier democracia normal se considera de interés público. Para empezar, nada se dice de la evolución de la arritmia que sufrió CFK cuando fue revisada en agosto pasado en la Fundación Favaloro. Imprecisamente, se dice que le colocaron un holter, es decir, un aparato que mide la presión arterial durante las 24 horas. Pero nada se sabe sobre el origen de la arritmia, que puede tener distintos niveles de gravedad. No es de extrañar que semejante cepo informativo genere reacciones encontradas en la opinión pública.
Un importante sector de la misma, recordando tal vez el diagnóstico del cáncer de tiroides que en realidad no fue, se inclina por pensar que estamos ante una farsa. O sea, un verdadero show mediático para esconder a la presidente ante la inminente derrota electoral del 27 y con el fin también de sumar empatía hacia ella y sus candidatos y atenuar así el fracaso electoral. Pero la opinión pública vio asimismo que la presidente bajó 10 kilos o más en apenas unos meses. Entonces se habla de una enfermedad mayor que una simple anemia o anorexia. La pérdida de mucho peso en tan poco tiempo en una persona que hace 10 años que hace dieta y nunca pudo bajar de peso se le atribuiría a un diagnóstico que el poder quiere ocultar.
En tanto, el gobierno funciona con piloto automático, con Carlos Zannini a cargo de supervisar todo mientras acrecienta sus negocios personales con Gerardo Ferreyra, el dueño de Electroingeniería, empresa que tuvo un desarrollo enorme en la década ganada. A todo esto, Amado Boudou, atado de manos por Zannini, pudo lograr vía Hernán Lorenzino un acuerdo de pago sobre los juicios perdidos en el CIADI, a cambio de destrabar préstamos por 3.000 millones de dólares del Banco Mundial desde el 2014 hasta el 2016. Guillermo Moreno también se anotó un punto, colocándoles a las cerealeras un bono Baade por 500 millones de dólares para engrosar las reservas que vienen huyendo todos los días a razón de 200 millones de dólares semanales, esto aparte de los pagos de capital e intereses de la deuda externa. Esta falta de dólares es muy preocupante, porque a este ritmo de caída, las mismas podrían agotarse antes del 2015. Este camino aparentemente sin salida alimenta las múltiples versiones sobre un final anticipado de la presidencia de CFK.
Siempre en el terreno de las especulaciones, a ella no sólo le preocuparía no poner la cara ante las cámaras la noche del 27 de octubre sino también no ser la que firme el ajuste que necesita la economía ente las inconsistencias macroeconómicas de este modelo agotado. Claro está, es difícil pensar que Boudou pueda quedar a cargo de semejante operación. Las hipótesis más extremas que se barajan son la convocatoria a una asamblea constituyente en donde se elegiría un presidente para que cumpla la parte pendiente del mandato, por ejemplo Daniel Scioli, aunque de este modo pondría en riesgo su chance de ser electo en las urnas. También tiene su crédito la alternativa de un gobierno encerrado en sí mismo, con Cristina cada vez más autoritaria y Sergio Urribarri como jefe de gabinete, para ser el candidato a presidente de un kirchnerismo cada vez más chavista.
Como se advierte, hay diagnósticos médicos para todos los gustos al igual que salidas políticas muy diversas, pero cualquier opción está igualmente condicionada por la cuenta regresiva de la economía.
La falta de información médica se va acentuando con el correr de las horas y es obvio que el gobierno, una vez más, optó por convertir en secreto de Estado una cuestión que en cualquier democracia normal se considera de interés público. Para empezar, nada se dice de la evolución de la arritmia que sufrió CFK cuando fue revisada en agosto pasado en la Fundación Favaloro. Imprecisamente, se dice que le colocaron un holter, es decir, un aparato que mide la presión arterial durante las 24 horas. Pero nada se sabe sobre el origen de la arritmia, que puede tener distintos niveles de gravedad. No es de extrañar que semejante cepo informativo genere reacciones encontradas en la opinión pública.
Un importante sector de la misma, recordando tal vez el diagnóstico del cáncer de tiroides que en realidad no fue, se inclina por pensar que estamos ante una farsa. O sea, un verdadero show mediático para esconder a la presidente ante la inminente derrota electoral del 27 y con el fin también de sumar empatía hacia ella y sus candidatos y atenuar así el fracaso electoral. Pero la opinión pública vio asimismo que la presidente bajó 10 kilos o más en apenas unos meses. Entonces se habla de una enfermedad mayor que una simple anemia o anorexia. La pérdida de mucho peso en tan poco tiempo en una persona que hace 10 años que hace dieta y nunca pudo bajar de peso se le atribuiría a un diagnóstico que el poder quiere ocultar.
Las derivaciones políticas
A todo esto, la unidad médica presidencial brilla por su ausencia y a su jefe, el Dr. Luis Bonomo, no se le conoce ninguna especialidad. Su delicada función sólo se debería a su pasado, cuando fue posta sanitaria de la organización Montoneros. Es decir que curaba a los guerrilleros heridos por balas o explosivos.
En tanto, el gobierno funciona con piloto automático, con Carlos Zannini a cargo de supervisar todo mientras acrecienta sus negocios personales con Gerardo Ferreyra, el dueño de Electroingeniería, empresa que tuvo un desarrollo enorme en la década ganada. A todo esto, Amado Boudou, atado de manos por Zannini, pudo lograr vía Hernán Lorenzino un acuerdo de pago sobre los juicios perdidos en el CIADI, a cambio de destrabar préstamos por 3.000 millones de dólares del Banco Mundial desde el 2014 hasta el 2016. Guillermo Moreno también se anotó un punto, colocándoles a las cerealeras un bono Baade por 500 millones de dólares para engrosar las reservas que vienen huyendo todos los días a razón de 200 millones de dólares semanales, esto aparte de los pagos de capital e intereses de la deuda externa. Esta falta de dólares es muy preocupante, porque a este ritmo de caída, las mismas podrían agotarse antes del 2015. Este camino aparentemente sin salida alimenta las múltiples versiones sobre un final anticipado de la presidencia de CFK.
Siempre en el terreno de las especulaciones, a ella no sólo le preocuparía no poner la cara ante las cámaras la noche del 27 de octubre sino también no ser la que firme el ajuste que necesita la economía ente las inconsistencias macroeconómicas de este modelo agotado. Claro está, es difícil pensar que Boudou pueda quedar a cargo de semejante operación. Las hipótesis más extremas que se barajan son la convocatoria a una asamblea constituyente en donde se elegiría un presidente para que cumpla la parte pendiente del mandato, por ejemplo Daniel Scioli, aunque de este modo pondría en riesgo su chance de ser electo en las urnas. También tiene su crédito la alternativa de un gobierno encerrado en sí mismo, con Cristina cada vez más autoritaria y Sergio Urribarri como jefe de gabinete, para ser el candidato a presidente de un kirchnerismo cada vez más chavista.
Como se advierte, hay diagnósticos médicos para todos los gustos al igual que salidas políticas muy diversas, pero cualquier opción está igualmente condicionada por la cuenta regresiva de la economía.
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