Por Alberto Medina Méndez
De tanto en tanto, se reinstala esta
hipócrita discusión. Altas dosis de inmoralidad y autoritarismo subyacen en los
planteos de quienes la estimulan. Ellos creen que el servicio militar
obligatorio ( SMO ) puede resolver ciertos problemas de las sociedades
contemporáneas.
Los impulsores de esa idea y sus múltiples variantes,
sostienen diferentes argumentos para justificarla. Por un lado, algunos de sus
promotores dicen que este tipo de sistemas permite a los más jóvenes, adquirir
conocimientos, disciplina, respeto por el orden y que ese aprendizaje es de gran
utilidad para la vida en comunidad.
Muchos de los que alimentan esa
visión aducen que esa herramienta ayuda a combatir las adicciones, erradicar la
violencia, desalentar la delincuencia y alejarlos de tantos malos hábitos del
presente. Opinan que el rigor, el peso de la ley, la obligatoriedad como
criterio moral, orientarán a los adolescentes descarriados, a esos que no tienen
proyectos para sus vidas y que caen en el delito, las drogas o cualquier otro
vicio.
Se trata de una percepción meramente utilitaria que idealiza al
SMO como una medida necesaria para enderezar el rumbo de muchos, un correctivo
para los que parecen no saber cómo diseñar su futuro.
Otro grupo, tan
importante como el anterior, defiende esta posición desde un lugar distinto,
alegando que el SMO permitiría construir una milicia ciudadana capaz de defender
al país en tiempos de guerra o frente a cualquier hipótesis de conflicto con
otro estado. Lo conciben como un servicio a la patria. Apoyan sus dichos citando
ejemplos de naciones desarrolladas con esquemas similares, que describen como
exitosas formas de patriotismo, de amor al país y de compromiso con la identidad
nacional.
Existe un evidente error conceptual en la génesis de estas
retorcidas ideas. Sus defensores creen que los individuos no tienen derecho
alguno y por lo tanto que no se trata de personas libres, capaces de gobernarse
a sí mismas. En esa línea, afirman que el Estado es MÁS que los individuos y que
una casta superior, obviamente la conformada por ellos, debe tener la potestad
de decidir por los demás, definiendo lo que es bueno y lo que es malo para el
resto de los mortales. Bajo esa lógica, algunos seres, deben someterse a sus
mandatos, en virtud de su indiscutible sabiduría y superioridad moral e
intelectual. Vaya concepción de la humanidad !!!!!.
Aun suponiendo que
las razones esgrimidas tuvieran visos de pragmatismo y fueran eficientes para el
logro de esos objetivos tan loables, el hecho de conseguirlo a expensas de
sojuzgar a los demás, sometiéndolos a un régimen de esclavitud transitoria,
exime de comentarios adicionales.
Si la dialéctica de que "el fin
justifica los medios" fuera aceptada como correcta, con idénticas buenas
intenciones se podría subyugar a cualquiera, inclusive a los adalides del SMO y
obligarlos a hacer lo que fuere en nombre de encomiables propósitos que nunca
faltan.
La coerción, y en el caso del Estado, el uso monopólico de la
fuerza, es una depravación a todas luces. Lo que debe ser impuesto por medio de
la coacción no puede ser bueno. Si lo fuera no precisaría de semejante
atropello. Obligar a otros a hacer lo que no desean es ignorar la existencia de
sus derechos y su libertad, desconociendo entonces la esencia humana.
Los
defensores de esta perversa idea, creen que nadie es dueño de sí mismas y que
los individuos son propiedad de la sociedad y por lo tanto deben sacrificarse.
Tal vez, esas personas que apoyan el SMO deberían entregar sus propias vidas a
ese formato de sumisión que aprueban, en vez de arrogarse la voluntad de decidir
por los demás sobre su destino.
El SMO no es improcedente solo por la
humillación que supone hacia quienes somete, sino porque implica quitarle la
libertad a los individuos. Poner a un ser humano bajo las órdenes de otro,
asumiendo que debe ser dominado sin más, es reducirlo en su condición
humana.
Si algunos desean vivir en un ambiente más educado, menos hostil,
mas ordenado, en el que las adicciones, la violencia y el delito sean eliminados
a, tendrán que trabajar más duro. Deberán seducir a otros seres humanos, usando
la racionalidad, mostrando el camino, tal vez con el propio ejemplo, dejando de
recitar acerca de lo adecuado para pasar a hacer lo correcto.
Se asiste a
una nueva embestida de este pérfido proyecto. La libertad no es un valor
negociable, ni debe utilizarse como moneda de cambio, como parte de una
transacción social. Eliminar la libertad es vulnerar el mayor derecho de un
individuo, el de disponer de su propia vida, el de decidir por sí
mismo.
Los que promueven este sistema olvidan que el gobierno debe
garantizar derechos, asegurar la libertad e impedir la servidumbre, esa que fue
derrotada hace tiempo para no volver, ni de modo temporal, como propone el
servicio militar obligatorio en esta nueva forma de esclavitud disimulada.
Alberto Medina Méndez
La presente nota del Sr. Alberto medina Méndez es publicada en La Misère Porc, por gentileza de su autor.
N de R La Misère Porc:
Si bien no compartimos los conceptos del Sr. Alberto Medina Méndez, en la presente nota, respetamos la libertad de criterios y publicamos la misma.
Muchas Gracias.
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