En nuestra Argentina, el odio a las Fuerzas Armadas y de Seguridad, por parte de la secta gobernante, es ilimitado y trata de destruirlas a través de una persecución despiadada que busca exterminarlas, aniquilando a sus hombres con la complicidad de aquellos Generales, Almirantes y Brigadieres, en actividad y en retiro, si, también en retiro, que solo quieren conservar sus prerrogativas.
El vaciamiento de las Fuerzas Armadas es un hecho. Basta ver las guarniciones desmembradas, los presupuestos escuálidos, los sistemas defensivos deteriorados, las fronteras raleadas. Basta ver las misiones de paz… los programas de estudio en los institutos de formación.
Basta ver la ausencia de una mística ética y cristiana en la formación de sus hombres y mujeres, la supresión… de todo código de honor, de reconquista y victoria. Porque el plan vaciador y destructor que se viene ejecutando, no apunta primero a la inmovilización física, sino a la desmovilización espiritual. No al desarme corpóreo, sino antes el de las mentes y de los corazones”.
A lo largo de los siglos se fue forjando el patrimonio que hoy se desprecia y dilapida; y sin embargo, no sólo tenemos figuras ejemplares en los tiempos fundacionales, sino en los actuales; arquetipos que lucharon y muchos murieron por conservar ese tesoro de nuestra tradición.
Nuestros héroes contemporáneos fueron hombres plenos, que enfrentaron al enemigo, en la guerra subversiva y en la guerra de Malvinas no meros profesionales, técnicos de la muerte, suicidas o robots. Fueron aquellos soldados, valerosos que supieron reprimir sus temores y moderar sus audacias; muchos de ellos han sido ya ajusticiados de hecho en las cárceles; otros, hoy padecen encierro y venganza, esperando la única liberación posible: la de la muerte. Porque en estos juicios mendaces que se llevan a cabo contra ellos, como en los sistemas vejatorios de las cárceles que los alojan, lo que en última instancia es atacada es la naturaleza misma de lo militar, lo que llamaba Jorge Vigón “el estilo militar de vida”.
MJV
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