14/04/2014
Por Susana Merlo
La Argentina
agrícola, la productora de granos, aquella que a mediados del siglo pasado
mereciera el calificativo de “granero del mundo”, está estancada desde hace, al
menos, 4-5 campañas y, por lo que se ve, así seguirá hasta el 2016…
Hasta el “yuyo”, la soja, la gran vedette de la última década y
principal sostén de prácticamente toda la Administración K, se debate intentando
un despegue real que no logra, y sigue rondando los 50 millones de toneladas
(+/- 2 millones) en el último quinquenio, a pesar de los avances tecnológicos
mundiales que permiten mejorar los rindes en forma permanente.
Ni hablar de los otros rubros que mayoritariamente cayeron en forma
estrepitosa, como el trigo que había llegado a superar los 16 millones de
toneladas en los ´90, que debería estar ahora holgadamente por arriba de los 25
millones de toneladas, pero ya hay ciclos (como los dos últimos), en los que no
alcanza ni los 10 millones, niveles que disparan alertas hasta para el propio
abastecimiento interno.
El caso del girasol es casi más grave pues su declinación lleva más
años, y en la última década solo se acentuó para apenas rondar los 3 millones de
toneladas de cosecha, sobre 1,6-1,8 millón de hectáreas, en zonas donde es casi
imposible hacer otra cosa.
Sin embargo, el caso más llamativo es el del maíz, que fue la
principal víctima de la soja que basó buena parte de su avance de la última
década, en el desplazamiento del cereal (situación impulsada, directa e
indirectamente, por el propio Gobierno), al punto de “fagocitarlo” en muchas
regiones provocando un llamativo, y alarmante, desfase en el imprescindible
equilibrio entre cereales y oleaginosas.
Esto determinó que el maíz, el cereal, no solo no aumentara su área
en los últimos años, sino que la achicara hasta estancarse en 3,5-4 millones de
hectáreas (bastante por debajo de las cifras oficiales), muy alejadas de las
casi 8 millones de mediados de la década del ´30, cuando el país era,
efectivamente, el granero del mundo y Rosario el mercado de referencia
internacional, lugar que luego ocupó Chicago.
Y si no hubo una caída más violenta de esta producción fue solo por
los impresionantes avances tecnológicos que permitió elevar los rindes desde los
1.700-2.000 kilos por hectárea de entonces, a los 6.300-6.500 actuales, que
permitieron mantener la producción de los últimos ciclos, apenas por encima de
los 20 millones de toneladas. Sin embargo, con las semillas nuevas, sistemas de
producción, maquinarias y equipos satelitales, etc., la Argentina ya debería
haber superado ampliamente la barrera de los 356 millones de toneladas de este
cereal considerando, entre otras cosas, que ya hay semillas que rinden
16.000-18.000 kilos por hectárea.
Y si a esto se agrega el estancamiento, en volumen, de la producción
lechera (pero con caída permanente en la cantidad de tambos), y también el
retroceso operado en materia de producción de carne vacuna, sector que sigue sin
recuperar buena parte de los 12 millones de cabezas perdidos desde el 2005 hacia
acá, entonces el escenario es complejo.
Es que esta “foto” se completa con un endeudamiento creciente de casi
todos los eslabones de la cadena agroindustrial, y un marcado envejecimiento
tanto del parque de maquinaria agrícola, como en el de camiones, elemento
esencial para el transporte de la producción.
Además, la gravedad de estas perspectivas, distan de revertirse este
año, y tampoco en 2015, momento en el cual, probablemente, se profundice y
agrave la situación general del campo.
Y si esto es muy grave para el país, puede serlo más aún para el
próximo Gobierno, aunque nadie aún parece estar haciendo este cálculo, ni
siquiera, los propios candidatos entre quienes está el que deberá afrontar las
consecuencias.
La cuenta es fácil. ¿Con que ingresos inmediatos va a contar el
Presidente que asuma en diciembre de 2015?, pues uno de los más importantes será
los que les genere la venta de la cosecha 15/16. Primero la de trigo (ya desde
enero ´16), y luego la de los granos gruesos (girasol, maíz y soja) en los meses
siguientes.
Pero resulta que esa cosecha se va a haber sembrado a mediados del
año que viene, en plena escalada proselitista por las elecciones y cuando se
estima que el campo estará viviendo un estrechamiento peor que el actual, dado
que nadie espera que a esta altura, la Administración K, aplique alguna tardía
corrección (de las tantas reclamadas), y menos aún, para mejorar una cosecha que
va a “disfrutar” el próximo gobierno…
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