El Columnista Invitado de Hoy: Jorge Omar Alonso
¡Oh, mi patria, tan bella y perdida!¡Oh recuerdo tan caro y fatal!
(“Va pensiero” de Nabucco — Verdi)
En un portal español se puede leer: “No nos gusta ser pesimistas en DESPERTARES ni difundir el desánimo entre la población, pero resulta extremadamente indignante ver cómo la mayoría de la ciudadanía continúa pusilánime, acomodada o acobardada en sus hogares mirando para otro lado ante el negro futuro en el que nos han embarcado aquellos que dirigen nuestras vidas.
Los siguientes ejemplos de lo que está ocurriendo en pleno año 2012 en España muestran un pequeño atisbo del pésimo futuro que depara a nuestros hijos y del que todos estamos siendo cómplices si continuamos con esta vergonzosa pasividad actual”.
Si bien este artículo versa sobre la Madre patria y su actual situación política, el comentario bien podría caber en nuestra situación.
En sociedades como las nuestras, por la cultura del miedo y de la subalternidad, siempre emerge una figura prepotente, soberbia, autoritaria, que está dispuesta a “salvar la patria”.
Por eso es por lo que los autócratas no mueren, no porque ellos sean eternos, que afortunadamente no lo son, sino porque nosotros con nuestros miedos, inseguridades, angustias, los recreamos, los reproducimos, los agrandamos, cuando en el fondo no son más que tigres de papel.
¿Hasta cuándo perduran los dictadores?
La historia suele responder con bastante claridad: hasta que un conjunto de individuos, de ciudadanos, de personas, de pueblos jóvenes, ancianos, mujeres valientes digan: ¡Basta ya!
Digamos: ¡hasta aquí no más, basta ya!, porque de lo contrario van a sobrevivir de generación en generación intimidándonos en todas las facetas de nuestra vida, familiar, social, política, económica; hasta que nosotros no pongamos fin a esa forma de dominación decimonónica.
Según Marta Elena Casaús Arzú, doctora en ciencias políticas y sociología, profesora titular de Historia de América en la Universidad Autónoma de Madrid, el primer rasgo psicológico del dictador es demostrar su fuerza y su poder de todas las formas posibles a su alcance: el dinero, el empleo de la fuerza física y psicológica, su total control de toda su clientela, el hecho de constatar que no hay más palabra que la suya; no hay más opiniones ni tomas de decisiones que las suyas.
Otro rasgo es su infalibilidad, estos autócratas nunca se equivocan, son simplemente perfectos y siempre tienen la razón, los que se equivocan son los otros, por débiles, ignorantes, disidentes o traidores.
Compran voluntades y silencios y emplean todas las estrategias a su alcance para lograrlo.
Cooptan voluntades y poder a través de ofertas de cargos y prebendas.
Su discurso siempre es apocalíptico y paranoico.
¿Cuál es nuestra reacción ante este discurso prelógico y acrítico?
El miedo, el silencio, la cobardía, incluso la traición para ganar la confianza del autócrata.
Se trata de hacer una reflexión como ciudadanos, de hasta cuándo estamos dispuestos a aguantar a estos autócratas; hasta dónde vamos a llegar con nuestra complacencia y nuestra actitud sumisa y dócil frente a este tipo de personajes; hasta cuándo vamos a permitir que la cultura de la subalternidad nos siga dominando; hasta cuándo vamos a aguantar este tipo de actitudes soberbias, prepotentes y amenazantes; hasta cuándo vamos a seguir callando y dando el voto por el miedo que se apodera de todos los ámbitos de la sociedad y se va a seguir reproduciendo:
¿Cuándo vamos a decir “¡Basta ya!”?
¿Vamos a permitir que la viuda de Kirchner se eternice en el poder, vamos a permitir que maneje la Justicia, que atemorice a los empresarios, que decida si se puede viajar, si se puede comprar dólares, exportar, importar, escribir o no en un diario?.
¿Vamos a permitir que Argentina se convierta en otra Venezuela?
¿Vamos a tolerar que administren justicia jueces comprados por el poder cristino-kirchnerista? ¿Vamos a consentir que los facciosos de “La Cámpora” adoctrinen en las escuelas?
¿Nos preguntamos qué clase de País les vamos a dejar a nuestros hijos, a nuestros nietos? ¿Cómo puede funcionar Argentina con una camarilla cortesana de funcionarios alcahuetes, cuya única misión es alagar a la “emperatriz”, en vez de enfocar sus trabajos en bien de la Nación?
Somos nosotros los que tenemos que decir: ¡Basta Ya!
Autor: Jorge Omar Alonso
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