sábado, 26 de octubre de 2019

Si usted cree que la República es cara, pruebe con el kirchnerismo

LA NACION



25 de octubre de 2019 • 00:18




Si usted cree que la República es cara, pruebe con el kirchnerismo


  Alejandro Poli Gonzalvo
                             PARA LA NACION



El título de esta nota recuerda una frase famosa: "si Ud. cree que la educación es cara, pruebe con la ignorancia". En apariencia plantea una opción, pero su fuerza expresiva radica en que nadie en su sano juicio elegiría la ignorancia por sobre la educación. No se trata, en consecuencia, de una frase ingeniosa sino de una sentencia inapelable. ¿Se puede afirmar lo mismo de la relación entre República y kirchnerismo?


A pesar de la campaña de moderación que intenta Alberto Fernández, un gran número de argentinos están convencidos de que votar a Cristina Kirchner implica poner en serio riesgo los valores republicanos de nuestra Constitución. Según esta visión, ¿es categórico sostener que elegir el kirchnerismo significa dejar de lado la República? Para responder, es necesario dar un rodeo previo y analizar si el kirchnerismo es un desvío profundo del peronismo tradicional o se trata de una de las tantas caras que ha mostrado en su historia.

Las relaciones entre peronismo y kirchnerismo forman parte de un campo político más amplio que hoy se identifica con el populismo, a nivel local e internacional. En este sentido, son formas proteicas de una misma cosmovisión política que en su puja por conquistar y perpetuarse en el poder no vacila en avasallar las instituciones de la Constitución argentina.


En trazos gruesos, el primer peronismo, el que transcurre entre 1946 y 1955, no fue republicano, incluso pretendió reformar la Constitución de 1853. El peronismo de la proscripción tampoco fue republicano y esta calificación no cambia, aun cuando se quiera justificar que los movimientos terroristas que alentó eran necesarios para luchar contra los militares. Las fuerzas guerrilleras peronistas no actuaban solo para echar a las fuerzas armadas del poder sino para fundar una patria socialista, muy lejana de los valores republicanos. En su tercera aparición histórica, el breve interregno entre 1973 y 1976 puede ser calificado sin duda como uno de los más nefastos de nuestra historia y a años luz de una experiencia respetuosa de la República. En esos años, nació el setentismo, una anacrónica forma de pensar la política, cuyo eje fue construir una grieta entre argentinos.


Con la instauración de la democracia, la victoria de Alfonsín evitó que un peronismo anacrónico y sin apego a la República llegara al poder y pactara con el poder militar. Más tarde, en las presidencias de Menem la presión por su personal proyecto reeleccionista encontró la manera de colarse en la sociedad argentina a través de una reforma de la Constitución que sin esa ambición de Menem no hubiera avanzado.

Finalmente, llegó el turno del kirchnerismo, que en sus tres presidencias osciló entre apegarse a una retórica setentista o reconciliarse con el peronismo tradicional, según los avatares de los resultados electorales. En sus formas más puras y representativas, el kirchnerismo se pensó como una forma de democracia popular que debía instaurar una hegemonía política sin respetar los límites de las instituciones de la República. La sociedad argentina supo ponerle freno a ese intento hegemónico pero hoy volvemos a escuchar que Cristina Kirchner proclama que es imperioso instaurar un nuevo orden o un nuevo contrato social, cuyo contenido ignoramos, como si la Constitución no fuera el marco histórico que rige la democracia argentina. En todo caso, podemos presumir a qué se refiere la expresidente: basta enumerar sus iniciativas en materia de justicia, medios de comunicación, impunidad para la corrupción, extorsión financiera a las provincias, presiones a empresas privadas o la transformación del Congreso en una escribanía del Poder Ejecutivo.


Para diferenciarse del kirchnerismo de paladar negro, el peronismo tradicional pretendió agruparse en el peronismo federal o alternativo pero el intento fracasó estrepitosmente. Por los resultados de las PASO, el peronismo parece haberse unificado, pero se trata tan solo de un espejismo, muy útil para ganar elecciones pero muy complejo para gobernar. La apuesta a una corriente renovadora del peronismo ha sido una vez más derrotada por sus vertientes populistas y, en estos tiempos, por un kirchnerismo que está agazapado esperando su hora de revancha.

Nada hace suponer que el ADN del peronismo se ha modificado en cantidad y calidad como para dar lugar a una nueva especie política: el peronismo republicano. Por eso, nos inclinamos por pensar que el kirchnerismo es una versión radicalizada del peronismo, pero peronismo al fin: no se explica de otra forma que lo apoyen el Partido Justicialista, la mayoría de los gobernadores peronistas y el sindicalismo.

Mientras se zanja este debate y sin ánimo de polémica, les pediría que piensen su voto dos veces: solo si creen que la República no importa, prueben con el kirchnerismo.

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