Por Jorge R. Enríquez
A las 0:05 del pasado lunes, cuando se difundieron los primeros
resultados de las elecciones que se habían celebrado el día anterior, escrutado
más del 60% del padrón. que ubicaban, por entonces, a Mauricio Macri por encima
de Daniel Scioli, fue el momento exacto en el que los argentinos asistimos al
fin del kirchnerismo.
Hubo gritos en muchos
balcones, bocinazos, abrazos entre familiares. Gran parte de los argentinos
percibió que en ese instante culminaba un largo y agobiante ciclo y comenzaba
otro. El 22 de noviembre sabremos si esa percepción es acertada no, pero en
cualquier caso la agonía de una forma de hacer política es evidente.
El resultado sorprendió a
todos, aún a Macri y a María Eugenia Vidal, los grandes vencedores del domingo,
no tanto porque finalmente se llegara a un ballotage que el oficialismo había
instalado como improbable, sino por la magnitud del crecimiento de Cambiemos y
la caída del Frente para la Victoria.
Un primer dato interesante es
que fue a votar más gente que en las PASO. Hubo 1.600.000 votos más que en
aquellas primarias. Uno podría haber pensado que la frecuencia de comicios de
este año habría fatigado a los ciudadanos, pero indudablemente la verdadera elección
presidencial concitó una expectativa muy grande.
Más sorprendente es que haya
disminuido el voto en blanco. Fue del 5% en las PASO y se redujo ahora al 2,3%.
Es asombroso, porque como en las PASO quedan eliminados algunos candidatos, es
razonable estimar que el voto en blanco va a subir por parte de algunos
votantes de los que ya no pueden postularse. Pero, una vez más, es saludable
que la sociedad se haya sentido movilizada a participar y a expresarse
positivamente.
Otro dato elocuente es que
muchos argentinos comprendieron la necesidad del llamado "voto útil".
Así, por ejemplo, el Frente Progresistas, que postulaba a Margarita Stolbizer,
bajó del 3,47% en las PASO a 2,53%. Es probable que gran parte de esos
votos hayan migrado a Mauricio Macri.
Las encuestas no anticiparon
la magnitud del cambio. Como promedio, seguían señalando hasta las vísperas de
los comicios que se mantenía a grandes rasgos la foto de las PASO: 40 % Scioli,
30 % Macri, 20 % Massa. Como un atenuante (parcial) del nuevo papelón en el que
incurrieron, digamos que acaso el vuelco se haya dado en las últimas horas,
como algunos analistas lo preveían, lo que es natural en el voto útil, que
suele decidirse en el tramo final.
El PRO, que comenzó siendo un
partido nuevo y porteño, va a gobernar ahora los dos distritos más poderosos
del país y, muy probablemente, la Nación. Es la primera experiencia
exitosa de un partido que no sea el PJ o la UCR que logra trascender las
fronteras del gobierno local. Es cierto que llegará eventualmente a la presidencia
en una coalición con otros partidos, pero el peronismo y el radicalismo también
fueron muchas veces ejes de coaliciones.
Es una consecuencia, sin
dudas, de la vacante que dejó la UCR en esos dos distritos luego de la crisis
de 2001, pero también de la lucidez y perseverancia de Mauricio Macri. A
diferencia de algunos antecedentes de terceras fuerzas, supo imprimirle al
partido que fundó una fisonomía definida, con fuerte énfasis en la gestión, y
una saludable flexibilidad para adaptarse a las circunstancias y para recibir
aportes de muy diversas vertientes.
Tal es, en suma, el arte del
buen político. Macri ha demostrado tenerlo, pese a haberse iniciado en las
lides políticas en su madurez, aunque sostenido por la valiosa experiencia de
su carácter de empresario y exitoso presidente del Club Boca Juniors. Si
triunfa, ha de liderar una coalición que integran también la UCR y la Coalición
Cívica. Ernesto Sanz y Elisa Carrió han sido, cada uno desde sus posiciones y a
través de sus estilos, fundamentales en la construcción de ese entendimiento.
Un crédito especial merece
Sanz, que logró vencer hondas resistencias y prejuicios en su partido, y que la
Convención de Gualeguaychú aprobara esa coalición. También fue importante que
los perdedores de entonces aceptaran la decisión de la mayoría del órgano
supremo del partido y se encolumnaran detrás de ella.
De triunfar Cambiemos el
próximo 22 de noviembre, ese núcleo será
el eje del nuevo gobierno, pero será necesario alcanzar acuerdos parlamentarios
con otras fuerzas para ensanchar su base de sustentación. El kirchnerismo
seguirá teniendo una holgada mayoría en el Senado y constituirá la primera
minoría en la Cámara de Diputados, por lo que resultará imprescindible entablar
negociaciones aún con el actual oficialismo.
Pero de eso se trata la
democracia. En los últimos años el kirchnerismo nos acostumbró a que el
Congreso era un mero apéndice del Poder Ejecutivo. Llega otro tiempo. El
del diálogo y la búsqueda de consensos. El de un presidente que ejerce su liderazgo
con claridad y firmeza, pero en el marco de la Constitución.
El enfrentamiento, la
exclusión de los otros, fueron la regla en estos doce años. Ahora comienza la
etapa de la inclusión. Finaliza el gobierno caudillista de una familia. Le da
paso al gobierno republicano que se funda en la supremacía de la ley.
Los desafíos son enormes; los
argentinos demostramos el domingo que la esperanza de cambiar es fuerte.
Viernes 30 de octubre de 2015
Dr. Jorge R. Enríquez
twitter: @enriquezjorge
El presente artículo del Dr. Jorge R. Enríquez es publicado en La Misère Porc, por gentileza de su autor.
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