Por el Dr. Jorge R. Enríquez
La campaña del miedo no asusta a nadie,
pero exhibe con claridad el miedo de quienes la llevan a cabo. La mayor parte
de la sociedad actúa como si tuviera presentes las famosas palabras de Franklin
Delano Roosevelt en su primer discurso como presidente de los Estados Unidos:
"A nada debemos temer más que al miedo mismo".
Lejos
del temor, los argentinos sentimos hoy una renovada esperanza, frente a la
posibilidad de que Mauricio Macri sea el presidente de todos los argentinos.
Sabemos
que nada será sencillo, pero si triunfa Cambiemos habrá un rumbo claro de
tolerancia, de progreso y de equidad social, en el marco de un robusto Estado
de Derecho. Un pilar esencial del nuevo orden será la independencia de la
justicia, sin la cual la República es un cascarón vacío.
No se
trata de una quimera: es lo que ocurre en la Ciudad de Buenos Aires, cuyos
jueces no son perseguidos, actúan con absoluta libertad y fallan muchas veces
contra leyes o actos emanados del Poder Ejecutivo, con la tranquilidad de que
no sufrirán por ello ninguna consecuencia. Es ese modelo de justicia porteña
-que incluye un Consejo de la Magistratura que funciona activamente dentro de
una composición pluralista- el que la Nación necesita.
Es
auspicioso, en tal sentido, que Mauricio Macri haya anunciado que designará
como ministro de Justicia al senador Ernesto Sanz, no solo por las calidades
personales de éste, cuya labor legislativa ha sido enjundiosa, sino porque como
presidente de la Unión Cívica Radical representa cabalmente los valores
republicanos del centenario partido.
Por
cierto, una justicia idónea e independiente deberá, entre muchas otras cosas,
garantizar que no haya impunidad para los funcionarios corruptos. Nadie será
perseguido por sus ideas políticas ni por los cargos que haya ocupado, pero es
imprescindible que los ciudadanos sepan que la igualdad ante la ley no es una
mera declaración lírica de la Constitución Nacional.
Sobre
esa base, será posible que la sociedad vaya recuperando su confianza en las
instituciones. Es la contracara del miedo: se trata de consolidar el imperio de
la ley, una ley pareja para todos. Y, además, un sistema judicial ágil, nutrido
de la tecnología adecuada, moderno, fácilmente accesible a todos, con jueces
que atiendan personalmente los conflictos en los que deben intervenir y no
estén ocultos detrás de marañas de papeles y expedientes.
También
en esto la Argentina clama por ingresar en la modernidad.
Viernes 6 de noviembre de
2015
Dr.
Jorge R. Enríquez
twitter: @enriquezjorge
El presente artículo del Dr. Jorge E. Enríquez es publicado en La Misère Porc, por gentileza de su autor.
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