Viernes 24 de abril de 2015
Por Adrián Ravier
Axel Kicillof, el principal asesor económico de la Presidente Cristina Fernández de Kirchner, quien hoy es además Ministro de Economía, acaba de señalar orgullosamente que los economistas no aciertan en sus predicciones respecto de las variables fundamentales de la economía argentina.
Esto sorprende, por supuesto, a quienes creemos que la certidumbre sería el
escenario más deseable.
Lo cierto es que hace
algunos años los economistas en general predecimos dificultades económicas
crecientes que hoy se manifiestan con claridad en desequilibrios fiscales,
monetarios y cambiarios, los que a su vez tienen como consecuencia lógica la
recesión –especialmente en la industria que acumula 20 meses de caída continua
según el Estimador Mensual Industrial del INDEC-, la inflación –que sigue en
niveles elevados, aun cuando haya disminuido un poco producto de la misma
recesión- y un nivel de desempleo y pobreza en aumento –que él mismo se niega a
medir, pero que alcanzaría a más de un cuarto de la población-.
Un balance real
de la gestión de Kicillof que acompañó el segundo gobierno de Cristina Fernández
de Kirchner entre 2011 y 2015 mostraría las consecuencias lógicas de las
políticas implementadas.
El único aspecto en el que
los economistas han fallado es en lo que hace a la política cambiaria, pues
muchos estimábamos que durante el verano evitaría el atraso cambiario y
devaluaría, como de hecho ya había hecho a comienzos de 2014. Kicillof decidió
no devaluar y con ello profundizar la recesión comentada, con su impacto
negativo en la industria y en la generación de empleo.
La devaluación en sí misma
abre otro debate, ya que los mismos que hoy la estimamos necesaria, en otros
tiempos la rechazábamos. Y es que no creemos los economistas ortodoxos que la
devaluación sea un medio adecuado para ganar competitividad, salvo que el dólar
se encuentre revaluado a un nivel insostenible en el largo plazo. Si hoy
comparamos el nivel de circulante en pesos argentinos con las reservas líquidas
en dólares que mantiene el Banco Central de la República Argentina, el
coeficiente nos conduce a un nivel bastante superior que el tipo de cambio
oficial e incluso del tipo de cambio informal.
El punto es que el tipo de
cambio, como cualquier precio, no debería ser fijado arbitrariamente por el
gobierno, sino que debería ser la consecuencia de lo que ocurre en el mercado
cambiario, es decir, en la dinámica de dólares que entran y salen del país.
Cuando Argentina experimentó una fuerte fuga de capitales, la consecuencia
lógica en un mercado libre habría sido la suba del tipo de cambio, pero el
gobierno decidió sostener el dólar, lo que atrasó el tipo de cambio, y
comprometió al sector industrial que hoy ya ni siquiera puede hacerse de las
divisas necesarias para comprar insumos básicos.
Lo que pedimos los
economistas ortodoxos es devolver algo de cordura a la economía, como también lo
pedíamos en tiempos de Menem cuando la convertibilidad 1 a 1 generaba un atraso
cambiario similar, con consecuencias idénticas sobre la actividad económica.
Resulta paradójico que el mismo Kicillof cometa idénticos errores que el
noventismo que siempre ataca, especialmente en lo que refiere a los
desequilibrios fiscal y cambiario.
Así como Kicillof piensa
en un sentido opuesto a los economistas ortodoxos, su política cambiaria también
va a contramano del mundo. Mientras las monedas se fortalecían frente al dólar,
el peso argentino se debilitaba. Ahora que el dólar se fortalece y las monedas
de todo el mundo se debilitan contra él, Kicillof paradójicamente decide
revaluar el peso, lo que a su vez profundiza la situación patrimonial del Banco
Central, que en términos contables se acerca a la quiebra.
Kicillof es impredecible,
pero no lo es el resultado de su política económica. Si me preguntan por lo que
viene, la respuesta la debemos buscar en lo que hace el Ministro de Economía.
Que su próxima política sea colocar deuda en dólares, es una manifestación de
que la variable clave en su estrategia 2015 está en sumar reservas para traer
calma a los mercados de cara a las elecciones. El resto de los problemas, mejor
negarlos, sea que hablemos del cepo cambiario, de la sostenibilidad de los
planes sociales, de la inflación, de la pobreza o de la mismísima
recesión.
Fuente: puntodevistaeconomico.wordpress.com
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