LA COLUMNA DE LA SEMANA
Las “virtudes” de
Scioli
Por Luis Domenianni
¿A qué le teme
Daniel Scioli? ¿Qué cosas que no sabemos y Cristina Kirchner sabe, lo impulsan
a aparecer como más kirchnerista que el fallecido Néstor Kirchner y más
camporista que el propio Máximo Kirchner? ¿O acaso es temor reverencial? ¿Tal
vez solo se trate de la costumbre de postrarse siempre?
Lo cierto es que
parece incomprensible que, a esta altura, como candidato único del Frente para
la Victoria, Scioli se comporte como ultra k cuando necesita votos
independientes para ganar la elección.
O no se dio cuenta
o nadie le explicó que ya dejó de ser pre candidato para convertirse en
candidato.
Fue, por si no
reparó en ello, en el preciso momento en que Florencio Randazzo declinó la precandidatura
a presidente ante la “democrática” bajada de pulgar de Cristina Kirchner y el
amén de kirchneristas y peronistas que jamás cuestionan nada. Algunos porque
cobran y otros porque les encanta enajenarse.
Desde ese momento,
Scioli debió largarse a conquistar independientes. Y conquistar independientes
equivale, no necesariamente a denostar al kirchnerismo. Sí, al menos, a
despegarse.
Pero Scioli,
invierte los tiempos. Cuando menos falta hace que absorba calcetines k, más se
empecina en hacerlo. Como si no fuese suficiente haber aceptado que Carlos
Zannini fuese su compañero de fórmula impuesto por Cristina y Máximo Kirchner.
Como si no le
alcanzase con hacer el ridículo cuando dijo que fue él quien había sugerido a
Cristina Kirchner la candidatura vicepresidencial del ex maoísta Zannini. Ese
día Scioli sumó, a su genuflexión habitual, su calidad de mentiroso.
Nadie, pero nadie,
ignoraba que el ex motonauta buscaba un gobernador como compañero de fórmula.
Su preferido era José Luis Gioja, el gobernador sanjuanino.
Su segunda opción,
tras su claro triunfo en Salta, era Juan Manuel Urtubey. De última, se
resignaba al entrerriano Sergio Urribarri, el más k de todos los gobernadores.
Pues no. Le
impusieron a Zannini, al controlador del modelo y claro, dijo que sí ¿Qué otra
cosa iba a decir? Pero a Scioli no le alcanza con decir que sí. Va más allá. Y
negocia. No para elegir un candidato a vicepresidente, sino para que le
permitan, le concedan, que diga que Zannini fue su idea.
¿Qué tenemos ahora?
Tenemos a Zannini como custodio del modelo. Tenemos a La Cámpora que se quedó
con buena parte de las candidaturas a diputados. Y tenemos al ultra k, Scioli.
¿Qué usted cree que
una vez llegado al poder, si gana una elección que no está ganada ni mucho
menos, Scioli se sacará de encima a todos los k? Entonces usted le adjudica a
Scioli una nueva cualidad a las dos que ya posee. Si eso es cierto, además de
genuflexo y mentiroso, es traidor.
En cualquier parte
del mundo, genuflexión, mentira y traición, son valores negativos. En cualquier
parte del mundo sí, en la Argentina k que supimos conseguir, no.
El Ejército
Ante cualquier duda, sobre lo
antedicho, preguntarle al teniente general César Milani. Después de usarlo en
la batalla contra la ex SIDE k que dejó de serlo, al teniente general se lo
tira a la basura mientras se esparcen rumores de la necesidad de “deshacerse
del lastre”.
Entonces, de golpe, así como
así, el kirchnerismo descubre, casualmente, lo que todo el mundo sabía y decía.
Que Milani debe responder por la desaparición del conscripto Ledo en Tucumán;
que Milani debe enfrentar un juicio por enriquecimiento ilícito y que Milani
con su espionaje militar viola las leyes de la democracia.
No se trata de defender a
Milani. Todo lo contrario. Bueno es que este señor vaya para su casa y mejor
aún que desfile por los pasillos de tribunales por las causas abiertas en su
contra.
Pero vale la pena hacer tres
reflexiones sobre el episodio. La primera corresponde al propio Ejército
argentino. No fueron pocos los generales que expresaban su conformidad con la
comandancia Milani.
Algunos porque consiguió algo de
material de guerra, luego de años de sequía y de total retraso de la casi nula
capacidad combativa del Ejército. Son los que lo apoyaban por razones corporativas.
Otros porque consiguió algún
aumento de salarios y porque, en su afán de copar el Ejército en conjunto con
los K -¿Qué cosa no quieren copar los k?-, hizo ascender al grado de general, a
cuanto oficial superior daba vueltas por el escalafón.
Hoy, con un
Ejército al que se lo convirtió en un aparato inservible, la Argentina cuenta
con 55 –cincuenta y cinco- generales en actividad.
Y por último, entre
los apoyos a Milani, están los nostálgicos de alguna participación política
–cuánto más, mejor- del Ejército.
Como sea, por
razones sectoriales, personales o políticas, los oficiales superiores del
Ejército no parecen demostrar un alto grado de patriotismo, sino de intereses
subalternos.
Claro, que el
kirchnerismo puso su grano de arena –en rigor, varios metros cúbicos- para que
ello ocurra. Siempre listo para elegir lo peor de cada casa. No obstante, lo de
Milani es un problema de la totalidad de la democracia argentina. O nadie lo
descubrió en treinta años, o nadie quiso descubrirlo.
¿Cuál fue la razón
del despido de Milani? Pues su pretensión de durar más allá de diciembre
próximo y, para ello, llevar información de inteligencia a… Daniel Scioli.
Por supuesto que
eso es pecado mortal dentro del kirchnerismo. A Scioli no hay que darle nada.
Mucho menos, permitirle que tome aire. Total, igual se conforma.
Pero Scioli no
es inocente aunque ponga, sin mucho esfuerzo, cara de “y a mí por qué me
miran”-
No es inocente
porque, además de genuflexo, mentiroso y eventual traidor, ahora viola las
leyes: la de inteligencia y la de defensa de la democracia, al aceptar
información de inteligencia de un organismo, el Ejército, que tiene totalmente
prohibido llevar adelante labores de inteligencia interna.
Sin arriesgar
demasiado, Hebe de Bonafini salió a defender a su querido general. Hizo bien.
Al menos por una vez no borró con el codo cuanto escribió con la mano. Quizás,
con la declinación inevitable de Cristina Kirchner, llegó la hora de recuperar
una milésima parte de la dignidad perdida.
En tal sentido,
junto con lo de Bonafini, resulta destacable lo de Florencio Randazzo que se
negó a ser funcional a los caprichos presidenciales cuando no aceptó bajar a
una candidatura a gobernador bonaerense.
Bonafini y Randazzo
conforman muestras cabales del relativismo moral que vive el país. Ambos
formaron parte o apoyaron o se beneficiaron de un gobierno corrupto cuya jefa
no puede explicar por qué factura una ocupación total en sus hoteles, cuando
estos permanecen casi vacíos.
No obstante, por un
instante de lealtad, la una, o de dignidad, el otro, no queda otro remedio que
valorizarlos. Nunca más cierto aquello de que “en el país de los ciegos, el
tuerto es rey”.
Presidente
Difícilmente Cristina Kirchner
resigne su rol público de jefa de lo que sea. Siempre puso de manifiesto una
concepción autocrática del poder. Basta una mera frase para comprobarlo.
Por orden de la propia
presidente, los locutores militantes oficiales presentan la sucesión
interminable de cadenas nacionales para dejar inaugurado por tercera vez la
misma ruta o el kiosco de la esquina con un “habla la president..a de los
cuarenta millones de argentinos, doctora Cris….”.
No es, ni nunca fue la
presidente de los cuarenta millones de argentinos. Es la presidente de la Nación
o de la República. Ese es su título oficial, con el que debe ser presentada. Lo
otro es una deformación que la hace jefa de quién no lo es.
Digresión aparte, Cristina
Kirchner volvió a utilizar la cadena nacional. Esta vez, directamente para
hacer campaña proselitista. Sin límites, sin rubor, sin pudor, sin vergüenza…
Fue en La Pampa, donde apoyó a
una fórmula peronista en contra de otra –cadena nacional para hacer interna del
PJ- y donde criticó a Mauricio Macri y a Martín Lousteau.
Nada es aceptable, aunque los
argentinos nos hayamos resignado a aceptar todo. Pero, lo de Lousteau fue para
alquilar balcones. Por primera vez, en su presidencia, Cristina Kirchner
admitió que la resolución 125, aquella que establecía retenciones móviles para
las exportaciones de granos y oleaginosas, era errónea.
Fue un ataque a Lousteau y
debió, por tanto, ser un pedido de perdón público al ex vicepresidente Julio
Cobos, aquel que se opuso con su voto a la vigencia de aquella resolución.
Como estaban en la
provincia de La Pampa que es fronteriza con Mendoza, los k debieron haber
peregrinado a la tierra del sol y del buen vino para pedir disculpas. No,
claro, no lo hicieron.
Es que como esta mujer habla
para los que están abajo del palco todos dispuestos a vivar cuanta estupidez se
diga si proviene de arriba del mismo palco, entonces cree que todo el resto
somos tontos, o que padecemos amnesia, o que somos incapaces de reparar en sus
ya innumerables contradicciones.
Respecto de la presidente, más
de uno se preguntaba, por estos días, cual fue la razón por la que finalmente
no se erigió en candidata a algo. Para algunos fue un rasgo de valentía. Para
otros, lo fue de suficiencia. Quienes así opinaban, recordaban la presencia de
Zannini en la fórmula presidencial, el reparto de puestos públicos para la
Cámpora y su inclusión mayoritaria en las listas de diputados.
La verdad hay que buscarla por
el lado de Amado Boudou.
Un fuero es una institución que
protege a los legisladores de ser juzgados y condenados por cuanto dicen. No
por cuanto hacen. Un fuero no equivale a impunidad. Y Boudou es una
demostración de ello.
Ya está procesado y, en la
semana que acaba de transcurrir, fue rechazado su último recurso para evitar el
juicio oral por la causa de la imprenta Ciccone. Es obvio que, desde lo
político, desde el kirchnerismo, a Boudou lo entregaron, comprobación
suplementaria que no es un fuero el que lo hacía impune, sino el poder
político.
Pues lo mismo ocurrirá con
Cristina Kirchner. No le hace falta un fuero porque no la protege, por ejemplo,
contra el blanqueo de dinero en sus hoteles. Le hace falta poder político. Por
eso Zannini. Por eso, La Cámpora. Veremos si alcanza.
Y por eso, los embates contra el
Poder Judicial. O se trata del juez Fayt en la Corte Suprema o, como esta
semana, se trata de toda una manipulación para controlar la Cámara de Casación
Penal, la misma que dejó firme el procesamiento contra Amado Boudou por cohecho
y negociaciones incompatibles con la función que desempeñaba.
Sin duda, es mostrar la hilacha.
Si no tengo nada que ocultar, no me importa quién sea el juez que me juzgue. Si
en cambio, necesito ocultar mucho o casi todo, es preferible que el juez sea un
amigo y, si me debe favores, mejor.
No es otra la verdadera
intencionalidad de los ataques sobre la justicia que salvar el pellejo.
Del estribo
Varios temas merecen, cuando
menos, ser mencionados, sobre el final de esta columna.
Uno de ellos es la disputa, cada
vez más enconada, entre los dos candidatos a gobernador bonaerense por el Frente
para la Victoria, Aníbal Fernández y Julián Domínguez. Salvo orden en
contrario, los k eligieron a Fernández como su abanderado en la contienda.
Según una encuesta hecha por un
profesional vinculado al peronismo, Aníbal Fernández se sitúa al frente con un
24 por ciento, mientras que su rival interno, Domínguez cosecha un 14. Frente a
ellos, aparece María Eugenia Vidal, del Pro, con un 22 por ciento, y Felipe
Solá, del Frente Renovador con un 10 por ciento.
Si los guarismos reflejan la
realidad, Domínguez queda demasiado lejos de Fernández, y ambos suman un 38 por
ciento, mientras que las dos variantes opositoras acumulan un 32 por ciento. Suma
que implica, con algo más de un cinco por ciento que capturen otras fuerzas,
cerca de un 25 por ciento de indecisos.
El dato es trascendente más allá
de la provincia de Buenos Aires. Sin en el distrito la diferencia entre
oficialismo y oposición es solo de 6 puntos, lejos, muy lejos, está Scioli de
ganar la presidencial en primera vuelta.
Otras encuestas insisten con que
un 55 por ciento de la población del país ya tiene un voto decidido en contra
de cualquier opción kirchnerista. La unión de ambos datos no resulta para nada
propicia para un Scioli que insiste en mostrarse como ultra K.
El otro tema del estribo es la
economía. Las variables forzadamente quietas de los últimos tiempos no duraron
hasta la elección. La economía argentina entró en una etapa de posibles
convulsiones cuyo dato principal es el “renacimiento” del interés del público
por el dólar paralelo.
Es que en la pobre estrategia de
Kicillof, la solución del dólar paralelo, o lo que es mucho más serio y
preocupante, el atraso cambiario, pasaba por la “trampita” de los denominados
dólares ahorro que el Estado vendía a los particulares para que no dispararan
al paralelo.
El “chiste” de Kicillof costó al
país alrededor de 450 millones de dólares mensuales. Y el conjunto de su política
suma a la salida, el bajo ingreso de dólares producto de la caída de las
exportaciones que obliga a restringir la importación de insumos para la
industria y que implica, a su vez, la paralización de buena parte de la
industria y el consiguiente perjuicio sobre las fuentes laborales.
Claro que con eso no alcanza
para el irresponsable de Kicillof, sin dudas el peor ministro de Economía de
los últimos tiempos. Para mantener una ficción de consumo, el ministro fuerza
el gasto público y para financiarlo recurre a la emisión monetaria sin
respaldo.
El todo, un cocktail explosivo
al borde del estallido. No en diciembre como pretendían los “astutos”, en el
sentido “engañoso” del término, sino ahora.
Es posible engañar a algunos
durante mucho tiempo. Es posible engañar a muchos durante algún tiempo. No es
posible engañar a todos, todo el tiempo.
Destacados
Tenemos a Zannini como
custodio del modelo. Tenemos a La Cámpora que se quedó con buena parte de las
candidaturas a diputados. Y tenemos al ultra k, Scioli.
Como sea, por razones
sectoriales, personales o políticas, los oficiales superiores del Ejército no
parecen demostrar un alto grado de patriotismo, sino de intereses subalternos.
Fue un ataque a
Lousteau y debió, por tanto, ser un pedido de perdón público al ex
vicepresidente Julio Cobos, aquel que se opuso con su voto a la vigencia de
aquella resolución.
Es obvio que, desde lo
político, desde el kirchnerismo, a Boudou lo entregaron, comprobación
suplementaria que no es un fuero el que lo hacía impune, sino el poder
político.
El presente artículo del Sr. Luis Domenianni, es publicada en La Misère Porc, por gentileza de su autor.
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