Por Jorge R. Enríquez
Varios
periodistas y analistas políticos intentan por estas horas dar la idea de que
Daniel Scioli y Mauricio Macri son muy similares.
Se dice que Scioli no tiene,
en verdad, nada que ver con el kirchnerismo, que es un moderado, y que ha
simulado hasta ahora una identificación que no siente porque de otro modo no
habría podido gobernar ni ser candidato.
Si así fuera, lo que se quiere
presentar como una muestra de habilidad y maquiavelismo del gobernador bonaerense
es un serio defecto ético. ¿Nos parece bien que nos mientan en la cara?
¿A alguien que sistemáticamente dice lo contrario de lo que piensa vamos a
confiarle el timón de la República?
Pero, más allá de esa falencia
ética, tenemos datos objetivos para juzgar a uno y a otro. Basta mirar las
gestiones que ambos han realizado. Un solo dato, tristísimo, da la medida de
esa diferencia: el de las inundaciones. Macri terminó con ellas en la Ciudad;
Scioli nada importante hizo en esa materia, como se advierte dramáticamente en
estos días.
Además, ¿no vale para juzgar a
un candidato la coherencia? Es un elemento esencial, mucho más que el de las
propuestas. Un candidato a cualquier
cargo público, máxime si pretende acceder a la máxima magistratura del país, debe
tener una conducta seria y transparente para ser creíble.
Macri puede evidenciar una
sólida coherencia tanto en su gestión como en las votaciones de los bloques del
PRO en el Congreso. Scioli también, pero en sentido inverso: siempre apoyó sin
reticencias al kirchnerismo.
Por último, ¿cómo podría
gobernar Scioli si está completamente rodeado por el kirchnerismo y La Cámpora?
No le sería fácil desprenderse de ellos. No cuenta, entre otras cosas, con
legisladores propios en un número significativo. Su giro, por lo demás,
defraudaría a gran parte de sus votantes y precipitaría una crisis política.
La lluvia, que tanto dolor ha
traído, ha venido también a limpiar el escenario político. Un vecino de
Cabildo y Blanco Encalada, en la Ciudad de Buenos Aires, puede vivir
normalmente en estos días, después de tantos años de frustraciones; uno de San
Antonio de Areco o Luján tal vez haya debido dejar su hogar o ha montado una
carpa en la terraza. En el primer caso se privilegió la inversión, que tarda en
dar frutos pero mejora en serio la calidad de vida; en el segundo, gobernantes
populistas sacrificaron el futuro en altar de necesidades electoralistas de
bajo vuelo.
La mayoría de la sociedad
quiere un cambio. Es lógico que lo protagonicen quienes realmente lo vienen
predicando, con la palabra y con el ejemplo, desde hace muchos años.
Necesitamos un gobierno auténtico, convencido, sincero, honesto. No es tiempo
de simuladores.
Viernes 14 de agosto de
2015
Dr. Jorge R. Enríquez
twitter: @enriquezjorge
El presente artículodel Dr. Jorge R. Enriquez es publicado en La Misère Porc, por gentileza de su autor.

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