Sábado 02 de mayo de 2015 | Publicado en
edición impresa
De no creer
Por Carlos M. Reymundo Roberts | LA NACION
Aquí estoy, nuevamente en mi puesto de lucha después de haber cumplido la misión que me encargó Cristina. Estuve en Puerto Rico, que, como se sabe, es un Estado libre asociado a Estados Unidos. A la señora le interesa ese estatus: cree que la Argentina podría ser un Estado casi libre asociado a China. Está agradecidísima con su colega Xi Jinping, cuya asistencia a nuestro Banco Central a través del swap, suerte de canje de monedas, ha sido una verdadera tabla de salvación para las reservas. Es un enjuague contable -diríamos, un Indec de las reservas- y eso es lo que le gusta a ella. Los swaps son el relato financiero: gasta como argentina y dibuja los balances con los yuanes chinos.
También pensó en asociarse a Rusia, pero en la intimidad confiesa que Putin le cae horrible. No le perdona su constante guerra contra los pocos medios independientes que quedan en ese país. Prefiere el modelo chino. Sin medios independientes.
La cuestión es que me fui a Puerto Rico, la llamada Isla del Encanto, un lugar increíble, un paraíso que tiene al dólar como moneda. Es como que resolvieron el tema del cepo. Aquí circularían yuanes, moneda fuerte, con respaldo. En el fondo los Kirchner nunca se sintieron cómodos con el peso. A Néstor le gustaba ahorrar en dólares, y Máximo dice que no es quién para apartarse de tan arraigada tradición familiar. La señora acaba de declarar que no tiene cuentas afuera. Las tiene Máximo, que también en eso sigue a Néstor: cree que su madre es una gastadora compulsiva y que hay que mantenerla alejada del manejo de la plata. Qué curioso. Cristina piensa algo parecido de Kicillof, al que designó por su impronta setentista, porque es obediente y porque da bien en cámara. Jamás se le ocurriría dejar las cuentas en sus manos. Kichi me confesó hace poco que de grande le gustaría ser ministro de Economía.
Instalado en un exclusivo cinco estrellas de la adorable San Juan (San Juan de Puerto Rico, con el perdón del gobernador Gioja), recibí gente y estudié el panorama. Después de estudiar, escuchar, comer manjares y hacer turismo para conocer la realidad más de cerca -ya se habrán dado cuenta de que la agenda y los viáticos me los organizó Boudou-, llegué a la conclusión de que las cosas no están del todo bien allí. Hay problemas económicos, les preocupa la creciente inseguridad y aflora el narcotráfico. Quizá también por eso me mandó Cristina. Es una Argentina más chiquita y tropical. Los hijos de las familias ricas se van a estudiar a universidades norteamericanas. Como Florencia K. Bueno, OK, ellos van a estudiar.
Mi visita coincidió con un seminario de periodistas latinoamericanos, justamente en el mismo hotel en el que yo estaba, y aproveché para asistir a algunas de las sesiones. Siempre es enriquecedor escuchar a colegas de países como, por ejemplo, Venezuela, en los que se está dando un interesante proceso de traspaso de medios de la esfera privada al ámbito oficial. Digamos, el gobierno de Maduro se está quedando con todo, gracias a lo cual las voces de golpistas patrocinados por el imperialismo yanqui prácticamente han desaparecido. La lástima es que no había periodistas venezolanos en el encuentro. Me explicaron que, por la millonada en dólares que les debe el gobierno, las empresas aéreas extranjeras operan cada vez menos en ese país -nuevamente la mano negra de los gringos-, por lo que viajar al exterior se ha vuelto virtualmente imposible: es carísimo. Un viaje Caracas-Miami (dos horas y media de vuelo) puede costar hasta 5000 dólares. Gracias a Dios, no hay venezolanos que quieran ir a Miami. Y los que van vuelven con las valijas llenas de papel higiénico. Un despropósito.
Durante el seminario traté de pasar inadvertido, pero me descubrieron. Tuve que hablar sobre el periodismo militante, vertiente casi desconocida en los países de la región, salvo los bolivarianos. "Es muy sencillo -expliqué-. La misión de un periodista es buscar la verdad, descubrirla y darla a conocer. Pues bien, los periodistas militantes argentinos ya tenemos el problema resuelto. La verdad es lo que dice Cristina. Y en el Gobierno tenemos medios de sobra para difundirla." Noté interés y sorpresa entre mis colegas. Uno -seguramente a sueldo de la prensa hegemónica- intentó ponerme en apuros. "Tu presidenta primero dijo que Nisman se había suicidado y pocos días después, que lo habían matado. ¿Cuándo dijo la verdad, la primera vez o la segunda?" En mi respuesta, sin inmutarme, cité a un jefe de Redacción de Página 12 que años atrás, en tiempos del menemismo, fue increpado en su propio diario por poner en un título de tapa algo que, según los que lo acusaban, no era verdad. Filosófico, el jefe les respondió: "¿Compañeros, qué es la verdad? La verdad es la interpretación que yo hago de la realidad". Para rematar la idea y, sobre todo, para rematar a mi colega, agregué: "Puede estar equivocada la realidad: nunca la interpretación de Cristina".
En fin, la pasé bárbaro en Puerto Rico. Cuando estaba volviendo me enteré de que la Presidenta había decidido lanzar una guerra contra la corrupción. Un plan durísimo que contempla, en primer lugar, un estricto control de los funcionarios del gobierno. Excelente iniciativa, presidenta Michelle Bachelet. El progresismo no puede convivir con la corrupción.

No hay comentarios:
Publicar un comentario