Lunes 11 de mayo de 2015 | Publicado en
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Editorial I
El resultado del análisis es rotundo y grave: desde 2005, nuestro país es el que mayor deterioro mostró en todo el mundo en instituciones como la libertad de prensa, la vigencia del Estado de Derecho y la libertad económica. A esa conclusión llegó el último Índice de Calidad Institucional (ICI), correspondiente al año en curso, presentado por la Fundación Libertad y Progreso, que ubica a la Argentina en el puesto 137° de una nómina de 193. Además, según ese índice, la Argentina es uno de los países que más calidad institucional perdieron desde 1996: cayó 93 puestos. Otro tanto les ocurrió a Bolivia (99), Ecuador (81), Venezuela (75) y Paraguay (61).
En esta medición, comparada con la realizada hace un año, nuestro país retrocedió tres lugares en esa lista y aparece ahora en niveles comparables de calidad de instituciones a los de Ucrania, Mozambique, Gabón y Nepal, y peores que los correspondientes al Líbano, Uganda, China y Rusia.
El hecho de que esa baja sea progresiva y constante no deja dudas sobre el deterioro de las instituciones y de lo poco o nada que se ha hecho para revertirlo. El ICI parte de la base de una serie de indicadores como la vigencia del Estado de Derecho, la rendición de cuentas de los gobiernos, la percepción de la corrupción, la libertad económica y la posibilidad de realizar negocios en los países. Esos ítems, que a simple vista pueden resultar aspectos meramente instrumentales, son reveladores de la calidad de vida de los habitantes.
En la Argentina, donde el kirchnerismo en el Gobierno ha hecho y hace lo indecible por ocultar cifras, tergiversarlas y manipularlas, como sucede con las del costo de vida, la pobreza y la indigencia; donde se ahuyenta a las inversiones con medidas erráticas y reglas de juego inestables, y donde constantemente vamos perdiendo liderazgo en el mundo en materia educativa, como en el caso de la enseñanza universitaria, ya casi no asombra un resultado como el que depara el ICI año tras año.
Es lamentable y al mismo tiempo inadmisible que nos estemos acostumbrando a que las cosas sean cada vez peores. El adormecimiento frente a las alertas es la peor de las respuestas posibles. Nos estamos habituando a la falta de información veraz, al avance sobre las libertades individuales y, muy especialmente, sobre la libertad de prensa y sobre la división de poderes. Son muchas y casi siempre resultan las mismas las voces que denuncian los constantes atropellos a la Justicia en nuestro país. Lo anormal amenaza con reemplazar lo natural. La cooptación de los organismos de control por parte del Gobierno hace tiempo que no es una rareza ni una excepción: es la regla. El mal desempeño educativo en pruebas internacionales tiende a ser relativizado cuando no justificado por las autoridades.
La ley se manipula en beneficio de grupos de poder mediante el uso y abuso de mayorías parlamentarias transitorias, que imponen su peso político sancionando incluso códigos cuestionables cuyos efectos regirán la vida de varias generaciones. El mundo nos aísla económicamente mientras el actual gobierno encara negociaciones a plazos que lo excederán largamente, y sin que se conozcan públicamente sus cláusulas, con países donde las libertades de todo tipo están fuertemente restringidas.
Durante la presentación del ICI, Martín Krause, consejero académico de la Fundación Libertad y Progreso, sostuvo que el deterioro de las instituciones en nuestro país no es un dato menor, ya que afecta directa y palpablemente la posibilidad de desarrollo de los ciudadanos y de las empresas. "Los países que cuidan la calidad de sus instituciones tienen mucho mayor porcentaje de inversión extranjera directa y eso es una herramienta central para el desarrollo. Paralelamente -agregó-, los que protegen la inversión y la actividad emprendedora muestran también un mejor desempeño económico y ofrecen más oportunidades de progreso a sus habitantes."
No es casual que en los primeros puestos del ranking de calidad institucional se ubiquen Suiza, Finlandia, Nueva Zelanda, Dinamarca, Noruega, Suecia y Canadá. Algunos de ellos se han turnado en los primeros lugares a lo largo de los años. En cambio, naciones como Corea del Norte no han podido nunca salir de los últimos sitios de la nómina, mientras que Venezuela ocupa hoy el puesto 184° entre las 193 naciones auscultadas.
La proximidad de los comicios presidenciales en nuestro país es una invalorable oportunidad para que quienes pretenden conducirlo políticamente por los próximos cuatro años pongan estos temas en la agenda pública y comuniquen a los ciudadanos qué piensan hacer para revertir la situación y cómo se preparan y con qué herramientas cuentan para lograr sus objetivos. Aun los precandidatos que suscriben, por ahora, sin fisuras al relato gubernamental comentan en privado que es necesario repensar muchos de los pasos que se han dado y que han llevado a este derrumbe sin precedente de las instituciones democráticas en una sucesión de períodos definidos por el voto popular.
Esconder la cabeza bajo tierra nos debilita. Reconocer lo que está mal nos fortalece. Eso tampoco es una novedad, pero es vital aceptar lo que nos sucede para intentar recuperar lo perdido, restañar las heridas y superarnos. Como ciudadanos, debemos tomar conciencia de que no habrá cambios si no hay voluntad de cambiar.
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