14 de marzo de 2015
El informe presentado por la ex de Nisman abre nuevos interrogantes sobre la figura de Lagomarsino. El oficialismo, la familia y los medios.
Por Silvio Santamarina
A horas de la muerte de Alberto Nisman, la
Presidenta cometió el pecado que más le gusta: se puso en el centro de la
escena, tratando de imponer su versión de la realidad. Estuvo mal, y su caída en
los sondeos de imagen se lo facturaron, porque hizo lo opuesto de lo esperado en
el caso de una Jefa de Estado. Es decir, en vez de dar la cara, posteó su relato
en Facebook. Y en lugar de llevar tranquilidad a la conmocionada sociedad y dar
garantías para que trabaje la Justicia, dió irresponsablemente su opinión del
caso policial (que la involucraba de alguna manera) e incluso se animó a lanzar
sospechas concretas sobre algunos nombres del flamante expediente. Cristina hizo
mal, sin dudas, pero ¿estaba tan equivocada en sus planteos?
Apenas la Presidenta echó sombras sobre el rol de
Lagomarsino en la muerte de Nisman, los medios opositores reaccionaron
automáticamente como de costumbre: se pusieron del lado del joven señalado por
CFK, y le dieron crédito a su coartada.
Luego la causa se enmarañó, la
investigación del caso se politizó al máximo, y las causas relacionadas entraron
en una meseta paralizante, tras la desestimación del juez Rafecas.
Hasta que la exesposa del fiscal dio un golpe de
efecto más mediático que procesal, para que la investigación recobrara impulso.
En la conferencia de prensa de la jueza Sandra Arroyo Salgado, que se erigió en
la esperanza rubia del presunto “Partido Judicial”, resonó tácitamente la
acusación contra Lagomarsino, quien había sido temporalmente olvidado por los
analistas del suicidio/crimen.
Cara a cara con la Presidenta, en la arena de la
opinión pública audiovisual, Arroyo Salgado y su hipótesis recibieron el
respaldo de rigor en la prensa anti K, que entonces se lanzó a apuntar su dedo
contra Lagomarsino. Curiosamente, en este punto, la lectura oficialista y la
opositora coinciden recién ahora en preguntarse lógicamente si, ante la falta de
sospechosos concretos que hayan dejado rastros en la escena del ¿crimen?, no
queda Lagomarsino como el lógico sospechoso inicial, por el simple hecho de
haber provisto el arma que causó la muerte.
Detrás de esta incómoda coincidencia de relatos
entre Arroyo Salgado y Cristina, se recortan los intentos del Gobierno por
juntarse con la exesposa de Nisman, tal como lo consigna la tapa de NOTICIAS de esta semana, firmada por Nicolás Diana.
Intentos hasta ahora aparentemente infructuosos. Pero más allá de las grietas
personales, ideológicas y mediáticas (a la prensa K también le cuesta digerir a
la jueza de San Isidro) el puente conceptual brilla ahí en la oscuridad de un
caso que ya logra opacar el cinismo sombrío de la tercera temporada de House of
Cards, la serie que impacta a la audiencia global, y que hace sonreír
maquiavélicamente al público argentino, harto de saberse los peores trucos de la
política.
Seguí a Silvio en Twitter: @SantamarinaSilv


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