Ya se ha perdido el sentido de sociedad, de dignidad personal, de pueblo culto y organizado, de responsabilidad, de estructura gubernamental. Entramos en la fase de tribu, adulando a su cacique y obedeciendo ciegamente sus caprichos. Lo que a primera vista aparece como una opinión desmesurada, se manifiesta en un hecho típico que estamos viviendo inconscientemente desde la destrucción de la estatua de Cristobal Colón. Se desconocen gratuitamente leyes, órdenes judiciales, jurisdicciones federales y provinciales. Cuando se encarrilaba por las vias normales la restauración y la colocación del monumento en su lugar original, dados los antecedentes históricos y legales, privó la caprichosa decisión de la cacique y todo se desvaneció en una obediencia sumisa.
Con la enorme cantidad de problemas dramáticos que azota al país, todo gira alrededor del lugar en que se asentará el cicatrizado monumento. El caciquito de la ciudad, dócil y disciplinado derrocha su tiempo, el de su gobierno y el de innumerables asociaciones y organizaciones, como si jugaran a las escondidas. Aquí sí, aquí no y recorren en helicóptero la ciudad entera, llevando a bordo funcionarios, italianos compungidos, miembros de diversas asociaciones, abogados y demás perdularios.
Las opciones son de todo color y calibre, Recoleta, Aeroparque, el Parque Lezama, Boca, Barracas, San Telmo. Pero he ahí que las dificultades crecen porque hay protestas de los vecinos, que no han sido consultados, con lo cual se corre el riesgo de piquetes y corte de calles y avenidas. ¡Qué tremendo papelón estamos presenciando!
¿Nadie cae en la cuenta de que este brutal desatino se lleva cabo mientras la ciudadanía se desangra ante crímenes desatados por la inseguridad, por el narcotráfico, por la indigencia ignorada, por la inflación incontrolable?
Dejen de malgastar tiempo, dinero, neuronas y pongan término a esta farsa ignominiosa. Dejen la estatua en su lugar original que es lo que corresponde, malgrado el capricho personal de la causante de este dislate.
Si como decimos al principio, seguimos la voluntad de la cacique, propietaria de esta tierras, indudablemente volvimos al rito tribal y somos una tribu.
Silvio Pizarro
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