Por Enrique Guillermo Avogadro
“Con la verda´ no ofendo ni temo. Con la mentira
zafo y sobrevivo, Mendieta”. Roberto Fontanarrosa.
Señora Presidente, debo decir que, una vez más, el
sábado me hizo recuperar la capacidad de asombro, ésa que mantiene jóvenes a
los mayores, con su estilo tan mesurado y exento de las habituales diatribas
contra sus imaginarios enemigos, un modo que tanto ha crispado a la sociedad en
que usted y yo vivimos; tampoco nos deleitó con esos espectáculos de danza que
tanto le gustan y practica y que, a veces, han llegado a incluir el Himno.
Sólo una pequeña corrección institucional: al
decir, refiriéndose tantas veces a mayo de 2003 como “cuando llegamos”,
demostró que considera a la Presidencia de la República como
bien ganancial; ignoro si algo así incluía la reforma constitucional que sus
aplaudidores propugnaban pero, en cualquier caso, le recuerdo que no fue
aprobada.
En cuanto al fondo sí, fue más de lo mismo, ya que
nos informó que estamos en el país más maravilloso del mundo,
envidia de muchos otros, desplegando durante tres horas un muestrario completo
de las cifras que todos, la realidad incluida, nos negamos a ver. Ya no se
puede engañar, como se hizo desde entonces, a todo un pueblo, ya que ese país
fantástico no es percibido tampoco por la mayor parte de su base electoral, que
la reeligió con un ya imposible 54%; pese a que usted no se resignó a mencionar
los problemas, la gente cree más en lo que le dice el carrito del supermercado
y está mucho más que preocupada por el innegable crecimiento de la brutal
inseguridad y el narcotráfico, y de todo ello hace responsable a su gobierno.
En un país que, según usted, produce alimentos para
cuatrocientos millones de personas, surgen dos inevitables preguntas, la
primera de los cuales clama al Cielo: ¿por qué, entonces, sigue habiendo hambre
y desnutrición en la Argentina? y ¿por qué se prohíben las exportaciones de
carne y trigo?
Si bien es cierto que siguió inculpando a los
industriales (nunca al Gobierno) por los aumentos de precios percibí, en general,
su discurso como un pedido de ayuda a los gremialistas, en general, y a los
docentes en particular; resta saber si las bases estarán dispuestas a callar
cuando sus dirigentes acepten caídas en el salario real a cambio de algunas
monedas (por ejemplo, fondos para las obras sociales) o, por el contrario,
marcharán con la cabeza de éstos a exigir algo que la economía ya no puede
darles.
Por el contrario, usted, en medio de la profusa
enumeración de fabulosos logros que sólo existen en su afiebrada imaginación,
realizó anuncios que, de concretarse, implicarían un crecimiento del gasto
público que, una vez más, empujará a la inflación, que ya parece ser un globo
de gas. Mientras la escuchaba, señora Presidente, y la veía para no perderme
sus mohines, no podía dejar de pensar en que, durante estos once años, el
kirchnerismo recaudó casi un billón (un millón de millones) de dólares.
Cuando mencionó las teóricas inversiones en
infraestructura, por ejemplo, recordé algunas de las rutas tan deterioradas que
utilizo, los puentes y puertos faltantes, los teléfonos celulares que no
funcionan, los cortes de luz cuando hace calor y los de gas cuando hace frío,
los ferrocarriles cuyas mejoras prometió por enésima vez, las centrales
nucleares que aún no existen, los hospitales que se caen a pedazos y carecen de
los insumos más elementales, las imaginadas extensiones de las redes de gas que
aún obligan a los más pobres a comprar garrafas, la falta de redes cloacales y
tantas otras inexplicables carencias de una población cuyo gobierno ha manejado
tantos fondos. Señora, ¿dónde fueron a parar esos dineros?
Habló usted de la modernización de la flota de
Aerolíneas Argentinas y en la conectividad aérea de las provincias; pero olvidó
decir que la empresa le cuesta al país casi tres millones de dólares diarios,
sólo para que viajen los más ricos y cobren sus magníficos sueldos los “jóvenes
para la liberación” de La Cámpora.
Gracias a Dios omitió contarnos su versión de los goles
secuestrados pero donde su “relato” se hizo más expresivo fue cuando
describió, con muchas lagunas, su propia historia en el affaire YPF-Repsol. El
miércoles pasado, previendo que esta columna debería referirse a lo que diría
el sábado en el Congreso, escribí una nota sobre el tema, “Sinfonía para Saqueo
a Muchas Manos” (http://tinyurl.com/mrfqltg), que llena algunos de los detalles que usted
olvidó.
Tal vez lo más curioso de su pieza oratoria fue el
reclamo al Congreso de una legislación que impidiera que las protestas impidan
la libre circulación de los ciudadanos; pese a ser una autodenominada “abogada
exitosa”, no recordó que en el Código Penal ya está tipificado ese delito y
que, por lo demás, tanto don Néstor (q.e.p.d.) cuanto usted misma no sólo las
toleraron durante los últimos once años sino que las incentivaron y
financiaron, cuando estaban dirigidas a opositores o presuntos agiotistas. El
pobre Julián Santo Domínguez, actual Presidente de la Cámara
de Diputados, al salir del acto se enredó ante las preguntas de los movileros,
y trató de explicar que esa represión se daría sólo ¡cuándo quienes cortaran
las calles fueran pocos!; realmente original. Le cuento, señora, que si
pretende utilizar al Ejército del Espión Milani para contener
la inquietud social y conservar, de algún modo, el control de la calle, no
podrá hacerlo, al menos mientras permanezcan en la cárcel mil seiscientos
presos políticos, muchos de ellos sin condena y, en la gran mayoría con edades
superiores a los setenta años y con graves enfermedades.
Eso nos lleva a su anuncio de lo que será el tema
más trascendente de este año legislativo: la reforma de los códigos Civil,
Comercial, Penal y Procesal Penal. En todos los casos, los proyectos que ya ha
enviado el Ejecutivo o lo hará próximamente contienen modificaciones sustanciales
al modo de vida de los argentinos, que debieran ser motivo de un profundo
debate, y traerá impunidad a los corruptos, la reducción de penas para los
delincuentes y la desaparición de la reincidencia como agravante. Este momento
en que la ciudadanía no para de llorar a los muertos y heridos por la
corrupción, la inseguridad y el narcotráfico, debiera obligar a los
legisladores a reflexionar acerca de su vocación, señora Presidente, de pasar a
la historia como reformadora, y cuánto le costará al país si, también en estos
graves temas, siguen usando el habitual “sí, Cristina” que han
practicado todos estos años.
Es cierto que no pudo más que aplaudir la gestión
del “Chiquito pero rendidor” Kiciloff quien, a contramano de cuanto
ha pregonado tantas veces, está tratando de reconstruir los puentes dinamitados
con los mercados de capitales que usted tanto necesita, pero me parecieron un
poquito exageradas las ponderaciones al ex Twitterman por su
labor al frente la Cancillería. El mundo mira países y no gobiernos, y la
reparación del daño que estas curiosas y contradictorias ¿políticas? exteriores
le han producido a la Argentina costará mucho y demorará años. Don Néstor
(q.e.p.d.) creyó que insultaba a George W. Bush cuando organizó la
“contracumbre” de Mar del Plata con Chávez, Evo Morales, Maradona y D’Elía,
pero ofendió a la institución presidencial norteamericana; usted, señora,
hubiera debido aprender aquella lección y, sin embargo, envió al “hijo
de Jacobo” a cortar precintos en un avión militar de los Estados
Unidos. Debo, en cambio, felicitarla por la forma en que pasó la pelota del
fiasco del memorándum firmado con Irán, que usted impuso con fórceps en su
momento; su fracaso torna aún más inexplicable tanta insistencia.
Diciendo que no apoyaba a Maduro ni a su gobierno,
pidió respetar la democracia en toda América, “región de paz”.
Nuevamente olvidó usted, tal vez porque está poniendo las barbas en remojo, que
una cosa es la democracia delegativa, en la que quien gana se lleva todo, y la
representativa, en la cual la legitimidad no pasa sólo por el origen (el voto)
sino que exige que el poder sea ejercido con respeto a las instituciones y a
las minorías.
Para terminar, una sola pregunta más. Señora,
¿recuerda aquel foro empresario en que su fallecido marido recomendó a los
extranjeros “miren lo que hago, no lo que digo”?; pues bien, le
cuento que su propuesta ya debería ser la inversa, pues del proyecto –si es que
existió- de Kirchner nada ha dejado usted en pie, salvo la vocación
irrefrenable y compartida por apropiarse de fondos y bienes públicos.
Enrique Guillermo Avogadro
Bs.As., 3 Mar 14
La presente nota
del Dr. Enrique Guillermo Avogadro es publicada en La Misère Porc, por
gentileza de su autor.
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