Lunes 10 de marzo de 2014 | Publicado en edición impresa
Por Jorge Oviedo | LA NACION
El kirchnerismo se caracteriza por lanzar muchas
veces eslóganes y luego clausurar las discusiones, estableciendo como
inapelable que como se ha conformado al sentido común, todo está bien
hecho. Y por primera vez en la historia. Dos ejemplos recientes
confirman este equivocado modo de actuar, que diagnostica mal las
situaciones y diseña mal los instrumentos, y luego se opone por completo
a cualquier medición razonable de los resultados.La asociación de productores de vehículos (Adefa) buscó reunirse con Capitanich y Kicillof, o que la ministra formalmente a cargo del área, Débora Giorgi, modificara el proyecto de ley, que colocaba los valores de referencia en el texto. Allí quedarían esos precios, como quedaron, congelados a merced de la inflación y la devaluación. Sólo consiguieron que el ministro de Interior y Transporte, Florencio Randazzo, los atendiera. Le pidieron que los valores de referencia quedaran en el decreto reglamentario, ya que, de otro modo, en breve hasta los autos medianos de producción nacional quedarían alcanzados por el brutal impuestazo que duplica los precios.
Se hicieron cambios mínimos. Cristina Kirchner ha comenzado a recoger el carretel y no sabe cómo salir de la situación en la que se metió sola. Los desafiantes párrafos contra las automotrices en su discurso de inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso escondieron la intención de desandar parte del camino que recorrió a la carrera hace poco más de dos meses.
La Presidenta se quejó de que algunos modelos no alcanzados por el impuestazo también aumentaron y de que lo hicieron por encima de la devaluación. Parece no haber escuchado dos advertencias. La primera es que por una razonable y tardía exigencia de las regulaciones que ella misma decide, desde este año ya no pueden venderse unidades nuevas que no tengan bolsas de aire ( airbags ) anticolisión y frenos antibloqueo (ABS). Ese mejor equipamiento supone un mayor valor, sin contar inflación y devaluación.
Que los precios de los vehículos que no estaban alcanzados por el impuesto subirían por su efecto lo advirtió de entrada el presidente de Fiat Argentina, Cristiano Rattazzi. Los autos más caros, dijo en diciembre, dejan más margen. Los más populares deberían aumentar entonces para poder cubrir los costos ante la previsible merma de operaciones entre los alcanzados por el impuestazo.
Una caída de la actividad en el sector es muy preocupante por el efecto en el empleo. En el primer bimestre hubo compañías que registraron caídas del 75% en los patentamientos. La menor demanda de Brasil complica la producción local. Pero también los diagnósticos oficiales obviaron que más del 60% de los automotores patentados en el país son importados, empezando desde luego por los más baratos.
De los cinco modelos de automóviles más vendidos en el primer bimestre, cuatro son importados. Es probable que el Gobierno intente ahora anunciar planes de sustitución de autorpartes importadas, promoviendo contratos de mediano plazo con las terminales y hacer cambios en el impuestazo.
Algo parecido ocurre con la educación. Cristina Kirchner se contenta con alardear de que aumentó el gasto al 6% del PBI, y pretende clausurar toda discusión. No hay ninguna prueba de que los mayores recursos hayan mejorado los resultados.
El mismo informe del Banco Mundial del que sólo rescató párrafos favorables muestra que los alumnos de escuelas públicas argentinas rinden en matemáticas y lectura mucho menos que sus pares de colegios privados. Y que la educación privada da en la Argentina muchísimos mejores resultados que la pública. Y, para colmo, ahora se propone un ajuste salarial a los maestros, para que pierdan poder adquisitivo frente a la inflación. Todo ha ido peor gastando más. Ahora, además, se propone el ajuste.
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