02/03/2014|
09:13
ANTEÚLTIMA INAUGURACIÓN DE SESIONES DEL CONGRESO
por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
Cristina Fernández de Kirchner ofreció su relato de los acontecimientos
que poco y nada tuvo que ver con la realidad. Si fuese cierto lo que
ella dice, no hubiese perdido 2 elecciones en 2013, y si hoy hubiese
elecciones nuevamente, volvería a perder. La Presidente de la Nación no
logra explicarse a sí misma que ella es una perdedora ya.
Le queda un
último discurso de apertura del período ordinario de sesiones, en 2015, y
se convertirá en una jubilada millonaria. De todos modos, es
interesante polemizar sobre lo que ella dijo. Claudio Chiaruttini le
dedicó al tema su editorial en el programa Sin Saco y Sin Corbata, por
AM El Mundo:
Quizás
fue un error. Quizás fue un sincericidio. Pero la Presidente de la
Nación sostuvo que “cuando yo llegue, todo pendía de un hilo”. ¿Es la
primera de las quejas que lanzará la mandataria de su antecesor, esposo e
impulsor para disculpar sus errores? Ese es el nivel de autopercepción
que tiene Cristina Fernández de Cristina Fernández. (Foto NA)
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). Cristina Fernández necesitó de un discurso militante de 167 minutos para
dejar en claro que su prioridad en este año es política, no económica; y
que está más preocupada por alentar a la juventud K como su mayor
respaldo que por recuperar el apoyo perdido de toda la población en
2011, aunque lanzó un guiño hacia sindicalistas, clase media y radicales conversos, pero con trampa: les invitó a compartir el costo del ajuste por venir.
Ella también estableció que su herencia será dejar su ADN en el Poder Judicial
-en especial en el tratamiento de las causas judiciales impulsando la
aprobación del los códigos Comercial y Civil Unificados, Penal y
Contencioso Administrativo-; además, con el ingreso de La Cámpora al Consejo de la Magistratura, llenará los tribunales de jueces amigos, al tiempo que erradicará aquellos que no sean de la simpatía de la Casa Rosada.
La Justicia vuelve a ser un “enemigo elegido”, es decir, es un Poder que molesta a la Presidente de la Nación. Si bien Cristina Fernández quiere culpar a los jueces por la inseguridad, los piquetes y hasta las ocupaciones de tierras, lo que realmente saca de sus cabales a la Casa Rosada son las investigaciones sobre corrupción de sus funcionarios -que no cesarán-, en especial contra Amado Boudou, que no pudieron frenarse ni siquiera suspendiendo fiscales.
Aquí una contradicción, de las muchas que comete la Presidente de
la Nación: ella pide que los fiscales sean más expeditivos a la hora de
investigar y actuar, sin embargo, cuando hacen su trabajo, usa su
autoridad para que sean suspendidos, tal como ocurrió con el ex fiscal José María Campagnoli, y con muchos otros que vendrán, luego de controlar el Consejo de la Magistratura.
Una más: mientas el camporista Julián Álvarez propone que los jueces deben ser militantes políticos, Cristina Fernández asegura que los magistrados no deben serlo. Sin embargo, luego, la Presidente de la Nación pretende “un poquito de control popular”, cuando su Gobierno se encargó de reducir a su mínima expresión a cada organismo contralor.
Otro enemigo repetido son los empresarios. Casi
los culpables de todos los males que hoy más preocupan a la Presidente
de la Nación. Pero, en esta ocasión, entre ellos, apuntó contra la industria automotriz. Los trató de mentirosos, avaros y antipatriotas. Cristina Fernández defendió la creciente participación de las autopartes nacionales en la producción, pero el sector reclama una legislación para invertir. ¿Quién tiene la razón?
Rompiendo la UCR
Presionada por las encuestas, Cristina Fernández buscó sumar aliados ante el inminente ajuste que lanzará para intentar salvar las cuentas públicas. A cambio de aumentarle las tarifas, a la clase media le regaló una crítica a los piqueteros
y la promesa de una legislación para regular la ocupación de espacios
públicos (y propiedad privada). Para que reduzcan sus reclamos
salariales, a los gremios les recordó que tienen muchos afiliados, es
decir, grandes recaudaciones, gracias al Matrimonio Kirchner.
Pero la jugada política más riesgosa que lanzó la Presidente de la Nación fue reflotar la Transversalidad, rebautizada “Concertación”, que comenzó con la designación del ex gobernador radical de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, como presidente provisional del Senado, N°3 en la cadena de sucesión presidencial. Un duro golpe para el peronismo.
Cristina Fernández sabe que la Unión Cívica Radical es un
partido en disolución y quiere atrapar una parte de los pedazos que se
desprendan. Además, desde hace años hay dirigentes radicales
que son funcionales a las necesidades y requerimientos de la Casa
Rosada. Ahora, mientras el massismo y el macrismo tientan por derecha a
la UCR, y el Frente Amplio por izquierda, Cristina Fernández desempolvó
la Transversalidad, que había caído herida de muerte con el “no positivo” de Julio Cleto Cobos.
La movida presidencial, casi con seguridad, no tendrá resultado. Poco
hay para recoger de los pedazos del radicalismo que no se haya
posicionado junto al FAP o espere para acercarse al massismo y el
macrismo. Como fuerza política menguante, el kirchnerismo tiene poco para ofrecer hoy a la hora de tentar intendentes o legisladores. Sin embargo, la situación muestra que Cristina Fernández quiere sumar colectivos para darle masa crítica al kirchnerismo declinante.
Cristina Fernández fue muy selectiva con los nombres que mencionó. Reveló el llamado teelefónico a/de Mauricio Macri para reconfirmarlo como “enemigo elegido”. De su Gabinete sólo felicitó a Axel Kicillof y a Carlos Zannini; olvidando a Jorge Milton Capitanich. Por fin, aludido a "Wado" De Pedro,
un guiño a La Cámpora, que atiborraba los palcos, para demostrarles que
ella sabe todo lo que pasa en la agrupación juvenil. Con ese simple
gesto, la mandataria marcó terreno y la propiedad del grupo.
Un hilo conductor hubo a lo largo de todo el discurso presidencial:
una defensa férrea de cada medida que ella ha tomad0, y de cada error
que se haya cometido. No hubo autocrítica, tal como era de esperar, y Cristina Fernández defendió desde el acuerdo con Irán hasta la penalización de la protesta social, desde los “Precios Cuidados” a
la suba de la tasa de interés, desde el ajuste por venir hasta el freno
de las importaciones. Siempre con la apelación que es lo mejor que le
puede ocurrir a la Argentina.
Kontradicciones
Sin duda hubo momento curiosos durante el discurso presidencial:
Cristina Fernández, quien cree que el campo es su enemigo, celebró la
próxima cosecha de soja; festejó como un logro del “modelo” que
millones de argentinos más puedan irse de vacaciones, al tiempo que hay
un cepo a los viajes al exterior; o que use Aerolíneas Argentina, línea
aérea que pierde US$2 millones diarios, como ejemplo de la “buena” gestión del Estado.
“Todos sabemos que la política monetaria es 50% de la política económica”, dijo la Presidente de la Nación, quien ha mantenido inconsistentes políticas monetarias diferentes desde que asumió,
¿o no fue durante su mandato que el dólar perdió competitividad, que el
Banco Central se convirtió en clave para cubrir el déficit fiscal, que
incrementó el circulante 5 veces o que usó las reservas para el pago de
gastos corrientes?
En el día que se informó que Colombia superó a la Argentina
como la economía N°3 de América del Sur, Cristina Fernández celebró la
suba del PBI Industrial, sin darse cuenta que los Servicios Financieros
crecieron casi 5 veces más que la industria. Según el Banco Central, durante la “Década Ganada”, los bancos acumularon utilidades por $91.570 millones.
Fue curioso que Cristina Fernández, en reiteradas oportunidades comparara los supuestos “éxitos del modelo” apelando a datos de la economía de USA. Contrastar
las realidades argentinas y estadounidenses parece un despropósito para
un Gobierno que proclama la agonía del capitalismo y el fin de USA como
potencia mundial.
Parece extraño, aunque para Cristina no lo es, que luego de la “Década Ganada” y de esforzarse por recuperar el entramado industrial durante 10 años,
> el mayor tomador de mano de obra sea el Sector Público,
> que en 2013 se distribuyeran casi $500.000 millones en planes sociales, y
> casi 12 millones de argentinos reciban algún tipo de asistencia del Gobierno.
¿Ese es un "modelo exitoso"?
En algún momento, el discurso presidencial parecía el Libro Guinness, mencionando marcas que poco cambian la vida de los argentinos.
¿Acaso detiene la inflación que seamos el pueblo que mayor cantidad de
gaseosas tomamos en el mundo o que haya 1 moto cada 64 habitantes?
¿Abarata el precio de los medicamentos que el Estado adquiera 55% del
volumen total?
¿De qué sirve que la red de fibra óptica creciera 22.000
kilómetros si el 4G está postergado porque el Estado no quiere cederle
ese negocio a las telefónicas o que tengamos la velocidad de transmisión
más baja de la región?
En el fondo, todo dato estadístico adquiere su verdadera dimensión cuando se lo pone en contexto y la mandataria siempre olvida el contexto.
No es para celebrar que el pico de demanda eléctrica se haya
triplicado en 10 años, si es consecuencia de haber congelado tarifas,
impulsado la producción de electrónicos y electrodomésticos y
promocionado el crédito para el consumo, provocando una crisis energética como nunca hubo registro de otra semejante en el pasado.
Cristina Fernández celebra tener una inmensa estructura de salud,
récord de médicos y de camas por habitantes y ser el mejor cliente de
los laboratorios que venden drogas genéricas; pero los hospitales no
tienen tecnología, faltan enfermeros y enfermeras y la concentración de
los médicos crean baches de atención que afectan a miles de personas en
muchas partes del país. Entonces, ¿qué hay para celebrar?
La Presidente de la Nación celebra que se construyeron
1.700 escuelas, que haya decenas de nuevas universidades o que el
presupuesto educativo bata marcas, pero 50% de los jóvenes no terminan
el secundario y, del otro 50%, la mitad no comprende el los textos que
lee. Además, si el “modelo” educacional es tan exitoso, no debería existir el Plan Progresar.
Cristina Fernández debería agradecer que 77% de los jubilados viva
en hogares con otros familiares, sino, no podrían sobrevivir con los
haberes que cobra. El problema es el otro 23% que está solo y no tiene
asistencia de otras personas para completar sus ingresos. Acá es el vaso
medio vació el importante, no el medio lleno que destaca la mandataria.
Primavera chévere, y autodefensa K
Quedó claro que Cristina Fernández, cuando habló de
Venezuela, no se refería a Nicolás Maduro. En realidad, lo usó para
defenderse a sí misma, en la creencia que hay un plan (o decenas de planes, según la fantasía oficial) con fines destituyentes. Así, “golpe suave”
fue usado como sinónimo de protesta social. Por eso la mandataria exige
respetar lo que eligió la gente, ignorando que no es lo mismo legalidad
de origen que legitimidad de gestión.
Es interesante que una defensora de separar las ideas de “democracia burguesa” de “democracia popular” ahora diga que la democracia no es de derecha o de izquierda, sino “respetar la voluntad del pueblo”. Sin embargo, ¿y si la voluntad del pueblo cambia?
Los filósofos que sustentan al cristinismo aseguran que la violencia es
el único camino para romper el sistema y alcanzar cambios en el sistema
democrático moderno.
“Aprendimos con letra y con sangre que la democracia es una cuestión de paz y vida”, dijo Cristina Fernández. Se nota que no leyó los escritos de su supuestos gurúes Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. ¿Qué hará ahora? ¿Pedirle a La Cámpora que borre con el codo lo que viene enseñando desde hace 4 años a millones de jóvenes? A final, Cristina Fernández se pronuncia revolucionaria cuando le conviene y respetuosa de la ley cuando lo necesita. Bien peronista.
Hubo mucho pasado y muy poco futuro en el discurso de Cristina
Fernández. Lo mismo que ocurre con el tiempo que le queda como
Presidente de la Nación. La herencia es lo hecho, el resto, aguantar
hasta el 10 de diciembre de 2015, dado que la agenda presentada por la
Presidente de la Nación, salvo por al intento de dejar su marca en la
Justicia, estuvo vació de todo contenido. Poco para 21 meses de mandato.
No se habló de inflación, ni de inseguridad, ni del ajuste realizado en los últimos dos meses, ni del ajuste por venir. Tampoco
se habló de la devaluación, del narcotráfico, ni del aislamiento que
tiene la Argentina en el mundo, ni de la caída del poder adquisitivo de
los salarios, ni de la pérdida de competitividad del peso, ni de la
imperiosa necesidad que tienen del empleo en negro sectores industriales
aliados férreos del Gobierno para poder ser competitivos ante los
productos importados.
Conformismo, autosatisfacción, autocomplacencia, ausencia de humidad. Estuvieron presentes y eran de esperar.
Tampoco ella reconoció que fue por sus propios errores, por la
desconfianza que creó el kirchnerismo en el Gobierno que hubo 8 corridas
y que los argentinos prefirieron sacar del país US$60.700 millones
antes que invertirlos a nivel local.
Quizás fue un error. Quizás fue un sincericidio. Pero la Presidente de la Nación sostuvo que “cuando yo llegue, todo pendía de un hilo”.
¿Es la primera de las quejas que lanzará la mandataria de su antecesor,
esposo e impulsor para disculpar sus errores? Ese es el nivel de
autopercepción que tiene Cristina Fernández de Cristina Fernández.
Si bien hay muchas frases para analizar luego de 167 minutos de
monólogo, la Presidente de la Nación dijo una que, sin duda, merece ser
destacada. Casi al pasar, sostuvo: “Creo que estamos cerrando un ciclo histórico”.
Y sin duda tiene razón. El kirchnerismo, el cristinismo han comenzado
su tramo final en el poder. Quizás por eso el discurso presidencial tuvo
más de balance del pasado que de proyectos a futuro. Fue, en el fondo,
el comienzo de la despedida.
N de R La Misère Porc:
EXCELENTE nota de CLAUDIO M. CHIARUTTINI

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